No es descabellado definir 2020 como el año en el que la realidad superó a la ficción sobre cataclismos y catástrofes. La COVID-19 fracturó el transcurrir normal y apacible de la vida, trastocó por completo las agendas políticas, económicas y sociales, y colocó a la sanidad española ante el espejo de la peor pandemia mundial en 100 años. El resultado ha sido una sanidad al límite, una sociedad amenazada y asustada, una economía noqueada y unos políticos más enfrentados y desunidos que nunca

¿Tenía España uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo? La pandemia provocada por el coronavirus SARS-CoV-2 lo ha cuestionado claramente y ha desplegado todo un catálogo de dudas.
A salvo quedan los esfuerzos y la profesionalidad de los sanitarios, que recibieron el Premio Princesa de Asturias de la Concordia por su compromiso y actitud ejemplar para curar, acompañar y salvar vidas en un infierno nunca visto, pero un análisis a fondo de todo lo sucedido en 2020 en el ámbito sanitario arroja muchas sombras teñidas de incapacidades, falta de recursos y medios, debilidades y carencias del sistema, y descoordinación, mucha descoordinación.
Descoordinación en las estrategias, los planes, las actuaciones, en el manejo de las decisiones y en la comunicación, la gestión y la transparencia y claridad de los datos de una devastadora crisis sanitaria.
La pandemia desbordó al sistema sanitario en unos cuantos días; colapsó los hospitales; dejó sin cobertura a muchos pacientes, indefensos ante el virus en sus casas; saturó las unidades de cuidados intensivos; obligó a priorizar enfermos covid ante la avalancha de contagios; relegó por completo la asistencia a patologías no covid; se cebó en las residencias de mayores, huérfanas y desprotegidas; disparó las muertes y consternó a toda una población que tuvo que encerrarse en casa los meses de marzo, abril y mayo.

Y que cuando salió tras un largo y duro confinamiento, cerca de los tiempos calurosos, fue para comprobar que el nuevo virus no da tregua, ni en los veranos ni en los otoños, donde pronto llegó la segunda ola.
Menos aún en el temido invierno, con el enorme pavor de una tercera oleada de esta complicadísima enfermedad, sin avance en los tratamientos, fiando la esperanza a las vacunas que acaban de empezar a administrarse a la población.
En primavera las noticias solo fueron coronavirus
La segunda quincena de marzo de 2020 y el mes de abril quedarán en la retina y el recuerdo de una sociedad asustada, angustiada, sorprendida y desarmada como los días más duros y terribles de la pandemia.
En España no había otras informaciones que no fueran la pandemia, todo era coronavirus, las comparecencias del ministro Salvador Illa y del epidemiólogo Fernando Simón, los hospitales desbordados, enfermos desatendidos, la atención primaria bloqueada, ausencia de mascarillas, geles, termómetros… impotencia, dramatismo, profesionales de la salud luchando contra el nuevo enemigo, desconocido, muy agresivo, sin tratamientos, sin trajes de protección, solo con aplausos a las 20 horas desde las casas confinadas.

Y con unos políticos que bien pronto empezaron a enfrentarse sin capacidad para unirse y fortalecerse ante el terrible e imprevisto enemigo.
Ha habido muchas reuniones del Consejo Interterritorial de Salud, muchas conferencias de presidentes autonómicos con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mucho debates en el Parlamento para prorrogar el estado de alarma, pero la realidad es que todos estos encuentros no ha servido para remar juntos contra la COVID-19.
Sanitarios españoles, los más contagiados del mundo
España vio como sus profesionales sanitarios eran de los que más se contagiaban del mundo, con más de 50.000 infectados, y docenas de muertos, cerca de 100.
Los sanitarios denunciaron la incapacidad de sus gestores políticos para protegerles en su tarea de salvar vidas y pidieron una evaluación independiente de la gestión de la pandemia, pendiente de efectuarse.
El 21 de junio llegó el fin de la desescalada y del estado de alarma, pero no duró mucho la tregua, ya que en julio el virus empezó a golpear de nuevo fuerte en Aragón y Cataluña, y poco a poco se fue extendiendo de nuevo por toda España.

En septiembre la segunda ola era una realidad, y la incidencia acumulada de casos comenzó su tendencia al alza. Al menos ahora, la población tenía mascarillas y estaba más protegida, y los sanitarios no carecían de equipos de protección, pero el virus no se fue, ni se debilitó ni se doblegó. Todo el año ha habido que convivir con él.
En salud, ustedes mandan pero no saben
A primeros de octubre, el lamento de los sanitarios se visualizó en un mensaje de 55 sociedades médicas, en representación de 170.000 profesionales, en la celebración del primer congreso COVID-19, telemático, con el titular dirigido a los políticos: “En salud, ustedes mandan pero no saben”.
La segunda ola de otoño no fue tan devastadora como la primera, pero los datos no son desdeñables. Octubre fue un mes negro y en noviembre se empezó a frenar de nuevo la curva de contagios. Hubo que recurrir de nuevo al estado de alarma, establecido hasta mayor de 2021, aunque sin confinamientos domiciliarios.
Pero mediados de diciembre nos trajo la sombra de una tercera ola en vísperas navideñas.
El balance de contagios covid en España en 2020 se acerca a los dos millones, muchos más a partir del verano, cuando aumentaron y proliferaron la cantidad y variedad de test para detectar precozmente el virus.
Las muertes oficiales fueron 28.324 hasta el 21 de junio, cuando concluyó el primer estado de alarma, y el año se cierra con más de 50.000 fallecimientos, aunque de los datos del INE se deduce aproximadamente un aumento de esa a esta cifra en cerca de 20.000 más.
Muertes sobre todo de mayores de 65 años, pero con gravedad, ingresos en uci y fallecimientos en edades mucho más jóvenes de la población.
2021: esperanza e incertidumbre

Entramos en 2021 con la esperanza de las vacunas, investigadas en tiempo récord y empezadas a administrar en las postrimerías de 2020; y saltamos a un nuevo año con la confianza de que será mucho mejor que el terrible que acaba y dejaremos atrás esta pesadilla, aunque sin despejar muchas incertidumbres.
Con la amenaza de nuevas mutaciones del virus, en medio de la Navidad más extraña de nuestras vidas y con la amenaza de una tercera ola de esta nueva enfermedad que, evidentemente, como pudo parecer a primeros de marzo, no era una gripe.
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