10 de septiembre. Día Mundial para la Prevención del Suicidio. Objetivo: dar visibilidad a una realidad social que provoca 3.500 muertes al año en España. Distintas sociedades médicas han presentado el Libro Blanco “Depresión y suicidio 2020. Documento estratégico para la promoción de la Salud Mental”, que dedica un capítulo a analizar el impacto de la COVID-19 en la depresión
Prevención del suicidio: 3.500 personas mueren al año en España por esta causa
Los trastornos depresivos pueden llegar a aumentar hasta un 20 % en los próximos meses y años a causa de la pandemia COVID-19 y de las crisis social y económica que se prevén, explica el doctor Celso Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP).
Por ello, los expertos recuerdan la importancia, por un lado, de poner en marcha programas de prevención y, por otro, hacer un abordaje temprano de las enfermedades mentales.
Así lo han señalado los especialistas durante la presentación del Libro Blanco “Depresión y suicidio 2020. Documento estratégico para la promoción de la Salud Mental”, impulsado por la Sociedad Española de Psiquiatría, la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB) y la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (FEPSM), con el apoyo de Janssen.
La presentación de este libro, disponible en formato digital en la web de las sociedades científicas, coincide con la conmemoración del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, el 10 de septiembre.
10 de septiembre: Día Mundial para la Prevención del Suicidio
Cada año 3.500 personas mueren por suicidio en España, lo que representa la segunda causa de muerte en población entre 15 y 29 años.
Uno de los retos, expone el doctor Víctor Pérez Sola, coordinador del libro y vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, es “conseguir reducir esas cifras, que se mantienen estables durante años con pequeñas variaciones. A pesar de tener un sistema sanitario y disponer de tratamientos que pueden ayudar en estas enfermedades, carecemos de la conciencia social necesaria”.
Precisamente con este objetivo se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio 2020.
Tanto el doctor Pérez Sola como la doctora Mercedes Navío, coordinadora del Libro y de la Oficina de Salud Mental de la Comunidad de Madrid, coinciden en señalar que el “tabú social que existe en torno al suicidio sigue siendo una de las principales barreras para bajar estas cifras”.
De hecho, en opinión del doctor Pérez Sola, “la sociedad debe conocer las cifras de lo que supone el suicidio en España, ya que solo así sabremos a qué nos estamos enfrentando, pues en estas situaciones el único radar que tenemos es que quienes están alrededor de la persona con idea de suicidio lo detecten y le puedan prestar atención y ayuda”.
Por todo ello, los expertos insisten, desde las sociedades científicas, en la necesidad de contar con un Plan Nacional de Prevención del Suicidio, liderado por las autoridades sanitarias nacionales en coordinación con todas las comunidades autónomas.

Personas con depresión, especialmente vulnerables a los efectos de la COVID-19
Para amortiguar el impacto de la COVID-19, los expertos califican como “real mente importante” que se pongan en marcha actuaciones en las poblaciones que tienen especial vulnerabilidad, entre las que se encuentran las personas que trastornos mentales. Por ello, este libro blanco ha dedicado un capítulo especial a analizar el impacto de la COVID-19 en la depresión.
Actualmente, en España, la depresión afecta a 1 de cada 5 mujeres y 1 de cada 10 hombres. “Se estima que en 2050 esta enfermedad será el principal problema de salud, lo que le convierte en una prioridad de salud pública”, advierte la doctora Ana González-Pinto, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica.
Por su parte, el doctor Arango apunta a que “en los países donde hay una mayor inversión en salud mental, hay una menor incidencia de patología mental y, además, un ahorro económico”.
Por eso, y ante la expectativa de un aumento de prevalencia de la enfermedad, este especialista insiste en la relevancia de “seguir invirtiendo en salud mental y en que los pacientes tengan acceso a las terapias y tratamientos que pueden suponer una innovación”.
Poblaciones con mayor riesgo de depresión por esta pandemia
Las personas con enfermedades mentales, aquellos que han padecido la COVID-19 con sintomatología más grave, las familias de fallecidos por este virus y los trabajadores sanitarios que están en primera línea son los grupos con mayor riesgo de padecer depresión y otras enfermedades mentales.
“En estas poblaciones ya estamos viendo un aumento de patologías que están muy bien descritas: ansiedad, depresión, consumo de alcohol y suicidio”, describe el doctor Pérez Sola.
“Los servicios de salud mental estamos reforzando nuestras actuaciones, somos accesibles y la población debe saber que podemos ser muy útiles”, añade este experto. Señala que “en el caso de las personas en duelo o las que han pasado la COVID-19, si hay síntomas de depresión y se detectan de forma precoz, normalmente tienen una repuesta muy buena. Ahora es el momento de prevenir”.
De hecho, tal y como se recoge en el libro, el 25 % de las más de 700 personas que participaron en un programa de prevención de duelo complicado fue derivado a consultas de salud mental.
Trabajadores sanitarios
Por su parte, el doctor Pérez Sola hace hincapié en la importancia de la actuación terapéutica y preventiva en los trabajadores sanitarios que están en primera línea en esta crisis, ya que “estudios recientes revelan un aumento de más del 50 % de la sintomatología de depresión, de ansiedad y el insomnio entre estos profesionales que no deben dudar en acudir a los servicios de psiquiatría si tienen síntomas”.
Personas con enfermedades mentales
Otro grupo de población especialmente vulnerable en esta crisis provocada por la COVID-19 son las personas con enfermedades mentales.
Entre las primeras consecuencias que han experimentado ha sido la disminución en la atención tradicional, ante la necesidad de reorganizar la asistencia.
“La teleconsulta ha sido fundamental para garantizar el acceso a los tratamientos a las personas con trastorno mental y trastorno mental grave en la fase crítica, en la que minimizar el riesgo de contagio era la prioridad”, señala la doctora Navío.
A pesar de ello, advierte que “ha de ser complementaria a las formas de atención habituales y nunca debe sustituir a la atención presencial cuando se trata de salud mental, donde la creación de vínculos entre el profesional y los pacientes y el seguimiento de los mismos es especialmente importante, ya que es terapéutico en sí mismo”.
En cualquier caso, insisten en que no se debe psiquiatrizar ni psicologizar el sufrimiento, e invitan a poner el foco en los factores protectores que permiten la construcción de la resiliencia.
“En este sentido, priorizar acciones de cohesión social, junto con el compromiso y las fortalezas de los ciudadanos, va a ser determinante para reducir el impacto de esta situación en la salud mental”, señala la doctora Navío, quien explica que las líneas de actuación en esta situación pasan por “prevenir, tratar cuando sea necesario y, en la medida de lo posible, aprovechar cuando se identifique una oportunidad de fortalecimiento”.
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