A pie de cama como intensivista y como director del Proyecto HU-CI de humanización de los cuidados intensivos, el doctor Gabriel Heras La Calle ha vivido y vive la pandemia en puntos calientes de Madrid y Granada. Esa experiencia le acredita para constatar que, en esta segunda ola de covid, “nos ha vuelto a pillar el toro” en las UCI y para ser uno de los protagonistas del documental “2020” que se estrena en cines este viernes 27 de noviembre

El reportero y cineasta Hernán Zin dirige este documental que muestra las vivencias en hospitales, residencias y morgues de Madrid que nunca vimos durante el confinamiento y que ha contado a través de especialistas como Gabriel Heras La Calle que luchó contra la covid en la UCI del Hospital Universitario de Torrejón, el primero que se desbordó, y ahora, en esta segunda ola, lo hace en el hospital comarcal de Motril (Granada).
Este doctor, como director del Proyecto Internacional para la Humanización de los Cuidados Intensivos (HU-CI), analiza en una entrevista con EFEsalud cómo ha evolucionado la atención de la covid en las UCI desde marzo cuando no había recursos, como ventilación mecánica o respiradores, no estaba claro el tratamiento adecuado y los pacientes morían sin familiares a su lado.
Heras considera que, aunque se ha aprendido mucho sobre el manejo del paciente, hay recursos materiales y quizá la llegada de enfermos está siendo más espaciada ahora, todavía existen grandes problemas por resolver, como la escasez de profesionales sanitarios o la falta de planificación para duplicar espacios y camas de críticos.
Pero también la humanización de la UCI, de la sanidad en su conjunto, es un fin en sí mismo que quedó desdibujado con la llegada del nuevo coronavirus.
“El virus ha sido un gran deshumanizador, pero a la vez ha sido el mayor dinamizador, el mayor experto en marketing de la humanización, pero lo ha hecho de una manera muy dolorosa, tirando por tierra lo que habíamos construido”, argumenta el ahora jefe de la Unidad de Gestión Clínica de Medicina Intensiva del Hospital Comarcal de Santa Ana de Motril (Granada) y autor del libro “En primera línea”, sobre sus vivencias en la pandemia.
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Es uno de los protagonistas del documental “2020” ¿Qué vamos a ver?
Es un vídeo resumen de la pandemia. Han estado grabando día y noche todo lo que ha pasado. Y lo que no ha salido en los medios. Está muy bien tratado desde el punto de visto de las personas, desde el hospital hasta la morgue.
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La ocupación de las UCI está por encima del 30% ¿Cómo lo están viviendo?
Muchas veces las estadísticas contabilizan los recursos que se montaron de forma extemporánea para la pandemia y se cuentan como recursos oficiales de UCI y eso no es verdad. Las camas estructurales de UCI son las que hay antes de la pandemia y esas son las que se han multiplicado.
Se puede decir que el cien por cien de las camas estructurales están ocupadas y que, además, hemos hecho el esfuerzo de habilitar el doble de camas para poder seguir atendiendo gente con los mismos profesionales médicos. A veces los responsables políticos te cuentan una película que no es real.
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¿Hacen falta medidas restrictivas más drásticas?
La gente solo va a entender lo que está pasando en los hospitales cuando esté o cuando sea un familiar suyo el que esté en la Unidad de Cuidados Intensivos.
La única medida eficaz para controlar la pandemia fue en su momento el confinamiento estricto y el estado de la alarma. Y desde luego hay ciudades, por ejemplo, Granada, donde esto va tarde. Si al final se van a tomar esas medidas de confinamiento obligados por la presión y por las cifras, pues, lógicamente, cuanto antes se tomen menos víctimas habrá.
Ahora en Granada, seguro que todo el personal sanitario hubiéramos querido que hubiera habido un confinamiento estricto desde hace más de tres semanas.
El noventa por ciento de la gente hace bien las cosas, pero sigue habiendo fiestas ilegales…Yo entiendo que la gente está hasta las narices, pero no sólo es el trabajo de los sanitarios, sino la parte de responsabilidad social de los ciudadanos y si no remamos todos en la misma dirección pues mal vamos.
Por mucho que trabajemos como negros en los hospitales es imposible que salgamos de esta situación, porque el porcentaje de pacientes es mayor que el que podemos atender.

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¿Nos ha vuelto a sorprender la segunda ola en las UCI?
En la primera ola podría ser entendible que una patología nueva nos pillará con el pie cambiado. Pero la segunda ola es imperdonable, que no haya habido planificación y que se están cometiendo errores que ya cometimos en marzo.
Cuando los sistemas están colapsados, hay dos opciones: o aumentar el número de personal trayendo a especialistas de otras partes de España donde la presión asistencial sea menor, o trasladar a pacientes de una zona a otra para bajar la presión asistencial. Los recursos están pero hay que distribuirlos bien.
¿Se podían haber hecho mejor las cosas? Sin ninguna duda. En la primera ola nos dimos cuenta de un montón de cosas que eran francamente mejorables y ahora en la segunda ola nos ha vuelto a pillar el toro.
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Hay equipos de protección individual (EPI) y respiradores, la falta de recursos ahora no es un problema.
No hay problema de respiradores, ni de EPIs, ni de mascarillas. Pero los espacios que se replantearon como unidad de cuidados intensivos de emergencia eran apaños, no eran espacios centrados en la dignidad de la gente.
En verano habría que haber planificado esos dobles espacios de cuidados intensivos para que la gente fuera atendida de la mejor manera posible, porque no es lo mismo atender a un paciente en una UCI con un recurso estructural creado, que atenderlo en una UCI que se ha adaptado dentro de un gimnasio, por ejemplo, o dentro de una capilla, como está pasando en Granada.
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¿Y respecto al personal sanitario?
En esta segunda ola los profesionales están muy cansados, algunos han dejado la profesión, otros se han planteado abandonar la asistencia, los hay con problemas de salud emocional, psicológicos, ansiedad, depresión, estrés postraumático de la primera ola, o gente que todavía no se ha podido ir de vacaciones.
No se puede estirar el chicle con profesionales que están trabajando al 200 por cien, al final la gente se rompe .
Además, no vale cualquiera para trabajar en la UCI. Y los médicos somos especialistas en cuidados intensivos, pero haría falta crear la especialidad de enfermería intensiva, además de auxiliares, fisioterapeutas o celadores, no vale cualquiera.
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Ahora se conoce mucho mejor cómo tratar al paciente
Sabemos mucho más que en la primera ola, cuando se usaron muchos fármacos que luego científicamente se ha demostrado que no tenían impacto en la supervivencia de los pacientes.
Y ahora no nos basamos en el miedo y en administrar algo por si acaso funciona como en la primera ola. Y te puedo decir que la sensación, aunque habría que medir, es que los pacientes evolucionan más rápido, están mejor tratados.
También el flujo de los pacientes está siendo más progresivo, con lo cual tenemos más tiempo para ingresarles antes de llegar hipoxemia (nivel bajo de oxigeno en sangre) y poder atenderles de la mejor manera posible.
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¿Se está cumpliendo el manual de buenas prácticas de las UCI?
Gracias al trabajo inspirado en el manual de buenas prácticas del proyecto HUCI y también a que los hospitales permiten la visita de familiares para que nadie muera solo. La propia Sociedad Española de Medicina Intensiva y la Federación Panamericana de Cuidados Intensivos en junio publicaron un plan de esa desescalada en el que el capítulo más estrecho de todo el plan era la humanización.
Había que cambiar la manera de trabajar, porque muchas de las cosas que se estaban haciendo era volver atrás treinta años. Es muy importante que se recomiende que los pacientes puedan tener tener visitas, mejorar el proceso de información, utilizar la videollamada…
Ahora se va a publicar en la revista científica The Lancet, un estudio internacional multicéntrico con más de dos mil pacientes de la primera ola sobre cuántos tuvieron delirio. Se observa que hay dos factores que influyen directamente: el uso de benzodiacepinas y la ausencia de acompañamiento familiar.
Si hay certeza de que los familiares no se van a infectar, que llevan equipos de protección, es beneficioso que acompañen al paciente.

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¿Qué queda todavía pendiente por resolver?
Respecto a las secuelas de covid y del síndrome post uci: tampoco el sistema está diseñado para atender a todos los pacientes, hay un gran vacío ante la cantidad brutal de secuelas a nivel físico, cognitivo, neuropsicológico y emocional.
En cuanto a la arquitectura, creo que ha habido falta de planificación en habilitar esos espacios y duplicar las ucis con recursos estructurales.
En el proceso de morir, nosotros creemos que no hay derecho a que nadie se muera solo si no quiere. La gente se ha dado cuenta de lo que significa tener que suplir a la familia en ese acompañamiento de fin de vida, eso es muy duro.
Nadie debe morir solo, solo porque no tengamos un EPI. Espero que esto haya cambiado no sólo en España, sino en todo el mundo.
Hay que poner el foco en la humanización porque el virus ha sido un gran deshumanizador, pero también el mayor dinamizador, el mayor experto en marketing de la humanización, pero lo ha hecho tirando por tierra todo lo que habíamos construido en todo este tiempo.
Y tampoco hay estrategias de cuidado del profesional sanitario como las que impulsamos en el proyecto HUCI. Debe partir de las propias instituciones sanitarias, tiene que estar regulado. Las instituciones no cuidan a los profesionales y los hospitales, paradójicamente, son lugares muy poco hospitalarios.
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¿Cuál es ahora el perfil de paciente de UCI? ¿Ha mejorado la supervivencia respecto a la primera ola?
El perfil ha variado, gente más joven al principio de la segunda ola y ahora ya por encima de los 70 años. En verano era llamativo ver a gente de treinta y tantos, de 40, de 50 años. Muchos tienen sobrepeso y algunos con patologías respiratorias previas, como asma o epoc.
Estamos en plena segunda ola y para medir la mortalidad habrá que esperar a que termine, pero tenemos la sensación de que las cosas están yendo mejor, los pacientes evolucionan más rápido y mueren menos.
En la primera ola, en las UCI la mortalidad fue del 40-45% en los pacientes con ventilación mecánica pero hasta que no acabe la segunda ola no sabremos.
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En su opinión, se gestiona más con el miedo que con la ciencia
Quiero creer que algo ha cambiado ahora. Pero los que estamos en primera línea muchas veces sentimos que la distancia con respecto a los que están en los despachos y en las administraciones es muy grande.
La evidencia ha servido, por ejemplo, para administrar los fármacos correctos al paciente.
Otra cosa es que los gestores nos escuchen a los que estamos a pie de cama día a día.
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¿Cuál es la implantación del proyecto HUCI en los hospitales españoles?
Empieza en 2014 y ahora mismo en España hay unas trescientas UCI y absolutamente todas han mirado hacia la humanización. No quiere decir que todos cumplan las 160 buenas prácticas en la humanización, pero desde luego todo el mundo se está planteando que es algo que hay que hacer y no sólo en España, el proyecto se ha expandido como la pólvora en toda América Latina, incluso en Estados Unidos.
No se le puede poner puertas al mar, el coronavirus lo ha puesto encima de la mesa y ya se está trabajando en manuales de humanización de otras especialidades como oncología, que cada uno barra su parte del sistema para humanizar la sanidad.
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