Aproximadamente en un 20 por ciento de las agresiones sexuales interviene el consumo de alguna sustancia química. Según datos de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias (SEMES), el 90 por ciento de las víctimas de este tipo de delitos son mujeres. Expertos en toxicología y medicina legal y de urgencias explican los efectos y consecuencias de estas drogas

Los expertos distinguen, dentro de las agresiones sexuales por sumisión química, entre las de tipo proactivo, en las que el agresor suministra una sustancia oculta a su víctima con el objetivo de anular su capacidad de respuesta; y las oportunistas, en la que el agresor se aprovecha del consumo voluntario de alcohol por parte de la víctima.
Si bien la burundanga es la sustancia más famosa, también es de las más infrecuentes, señala la doctora María Dolores Moreno, directora del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF).
Pertenece al grupo de las denominadas “drogas de la violación” junto con la quetamina, un anestésico empleado en veterinaria que se utiliza también como droga recreativa, y el GHB, que no se sabe si se utiliza muy poco o no se detecta. “Se elimina muy rápido del organismo y hay un nivel de producción propio generado por la degradación de un neurotransmisor, por lo que es necesario encontrarlo en niveles altos”, explica esta especialista.
Y añade que el agresor suele elegir una droga que tenga efectos de sedación y amnésicos, y a veces también se utilizan sustancias que producen desinhibición para facilitar la agresión sexual.
No obstante, la directora del INTCF enfatiza que no son estas drogas a las que más debemos temer.
“Se usan sustancias de fácil administración, inodoras e insípidas y que puedan disolverse con facilidad en bebidas. Suelen ser de efecto rápido y pronta eliminación, activas a dosis bajas y fáciles de obtener”, analiza.
De ahí que las más relacionadas con estos delitos sean, además del alcohol, los fármacos de uso común.
Las sustancias que se encuentran con más frecuencia, según María Dolores Moreno, son el alcohol, seguido de los psicofármacos (entre los que destacan las benzodiacepinas) y las drogas (cannabis y anfetamínicos).
Falsos negativos
Según las estadísticas del INTCF, en el 88% de las denuncias se detecta alguna sustancia, siendo las más frecuentes el etanol –alcohol- (61,7%), los fármacos (40,2%) y las drogas ilícitas (27,1%).
Pero el hecho de que una persona dé negativo en los análisis toxicológicos no descarta la agresión sexual. La demora que se produce hasta que la víctima acude al hospital es fundamental, y una de las causas de que muchos resultados toxicológicos salgan negativos.
“La amnesia, unida a la desorientación, hace que la víctima tarde en denunciar los hechos, por lo que pasan varias horas e incluso días hasta que se interpone la denuncia”, señala María Dolores Moreno.

No obstante, en un 63% de los casos en los que no se encuentran drogas, sí se demuestra la presencia de semen. “Esto indica que muchas veces que no se encuentra sustancia, probablemente la hay”, añade.
Por este motivo es fundamental que las víctimas acudan al hospital lo antes posible y sin ducharse para evitar la destrucción de pruebas, y resulta útil intentar acordarse de todas las personas con las que se estuvo antes de perder la consciencia.
El lugar al que deben acudir las víctimas desde un primer momento es el hospital de referencia donde se realice un examen médico y se tomen las muestras oportunas.
Según datos del INTCF facilitados por la forense, el tiempo medio que transcurre entre la agresión y el momento en el que la víctima denuncia y se toma la muestra es de 18 horas.
“En el Instituto hemos visto que siempre que llegan muestras de casos en los que se han denunciado los hechos antes de las seis horas, siempre han dado positivo”. El paso del tiempo complica la detección de la sustancia.
Guía de detección clínica de sumisión química
Todos los Servicios de Urgencias Hospitalarias cuentan con un protocolo sobre agresiones sexuales, y algunos poseen protocolos específicos para detectar los abusos por sumisión química, como el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, que desde 2014 cuenta con una Guía de Detección Clínica de la Sumisión Química, con objeto de poner en marcha indicadores de sospecha de posible intoxicación toxicológica.

“Era una necesidad del personal de urgencias contar con una guía que permitiera, de manera metodológica, actuar. La población está muy desinformada y el profesional también necesita una formación específica para lograr una detección precoz”, declara Andrés Santiago, jefe del Servicio de Medicina Legal de este hospital.
Además, afirma que aunque esta guía va dirigida a todo el hospital, está pensada especialmente para el personal de urgencias.
La mayor parte de las víctimas suelen acudir solas al hospital, y en ocasiones acompañadas por algún familiar, como explica el doctor Manuel Vázquez, vicepresidente de Sociedad Española de Medicina de Urgencias (SEMES), quien pone el foco en la demora con la que se produce acudir a urgencias.
“La sensación de vergüenza y desamparo es común, ligada a cierta permisividad social –mal entendida-, que refuerza ideas como ‘si no te hubieras emborrachado…’, sobre todo en casos de sumisión oportunista”, considera.
Conocer el delito, clave para detectarlo
Las afectadas por delitos sexuales por sumisión química suelen presentar un cuadro clínico que pone sobre aviso al personal sanitario que las atiende.

“La víctima se encuentra desorientada, con síntomas inespecíficos, habitualmente neurológicos y difíciles de identificar, y suele referir amnesia anterógrada, que se produce por la incapacidad de almacenar nuevos acontecimientos en la memoria a largo plazo”, explica la directora del INTCF.
“Es frecuente encontrar lesiones leves, sobre todo extragenitales, y suelen tener la sensación de haber mantenido algún tipo de relación sexual”, agrega.
Junto a este cuadro clínico, la anamnesis, la información recopilada por el médico a través de las respuestas del paciente, es otro de los indicativos claves de la existencia de este delito.
El doctor Manuel Vázquez señala que la víctima suele despertarse desnuda o con la ropa desarreglada, con lesiones o alteraciones inexplicables, en un lugar extraño o junto a un desconocido.
“El hecho de que se encuentre con una persona durmiendo a su lado demuestra hasta qué punto existe la impunidad en este tipo de agresiones”, completa María Dolores Moreno.
Pensar en la posibilidad de que se produzca este delito es fundamental para encontrar pruebas que lo demuestren. Sin embargo, una de las principales dificultades para los profesionales de urgencias es que en España no existe una formación reglada en esta especialidad como sí ocurre en el resto de países.
“El currículo europeo de urgencias dedica un importante apartado a este tipo de problemas, pero en España los médicos y enfermeros suplen esta carencia a base de autoformación mediante cursos, seminarios o sesiones”, denuncia el vicepresidente de SEMES.
Y concluye con la que, para él, es otra de las principales dificultades a la hora de detectar esta agresión: “Mientras que el entorno sanitario suele ser protector con las víctimas de agresión sexual, tiende a culpabilizar directa o indirectamente a las víctimas de agresión sexual en condiciones de sumisión química”.
Conocer el delito es la clave para detectarlo, y los prejuicios una barrera para pensar en esta posibilidad. Sin sospecha no hay diagnóstico.
Debe estar conectado para enviar un comentario.