¿Nunca te has preguntado por qué tiene tanta importancia el tamaño del pene? ¿Y por qué atraen los pechos de las mujeres? ¿Qué nos diferencia de los animales cuando hablamos de sexo? ¿Cómo hemos evolucionado en la materia? Muchas de estas respuestas parecen descansar en nuestra propia historia evolutiva.

Para entender por qué el pecho y el pene son grandes protagonistas en términos de atracción sexual hemos de remontarnos a miles de años atrás. Una historia que nos explica el doctor y sexólogo Manuel Lucas Matheu, presidente de la Sociedad Española de Intervención en Sexología (SEIS), secretario general de la Academia Internacional de Sexología Médica (AISM), y miembro de la comisión académica del Máster Oficial de Sexología de la Universidad de Almería. Sobre este tema y muchos más habla en su libro “Sed de piel, ¿Feminizar el futuro?”
La evolución del sexo a lo largo de la historia
Si hay una verdadera revolución sexual a través de toda nuestra historia como humanos se produjo en la época protohominida y quien la protagonizó fue la hembra.
Hasta entonces, la inducción sexual de los machos, incluso los primates como los chimpancés, era de tipo neurológico, mientras que en las hembras era hormonal, dependiendo de la época de celo. Por tanto, “se puede entender que el macho desea y la hembra se vuelve deseable cuando tiene las protuberancias de atrás rojas”, explica el especialista.

Por la herencia que tenemos y distintos hechos que iban acaeciendo, como la necesidad de apego, la sexualidad de la edad protohominida (desde el Autrolopithecus Afarensis) traspasó lo meramente procreativo.
“Este despegue de lo reproductivo y lo sexual -apunta-, y sobre todo de lo sexual más dirigido a la piel, a la necesidad de contacto, determina un cambio importante en las hembras de forma que se independizan de sus hormonas y empiezan a tener una respuesta sexual de inducción neurológica cuando se ven atraídas por un macho”.
Por tanto, la capacidad de respuesta sexual en las hembras ya no es dependiente de las hormonas, sino de los estímulos sensoriales.
De alguna forma, en este momento de la historia la hembra pasa a ser deseante y obliga al macho a ser deseable.
La necesidad de contacto tanto de la piel como visual, hace además que las relaciones pasen a ser cara a cara, para lo que se necesitan nuevos focos de atracción distintos a las protuberancias rojas traseras que hacían deseable a la hembra. Además, se añade otro desafío: el macho no tenía protuberancia destacable, algo que ahora sí necesitaba.
Pero, la naturaleza es sabia, y las protuberancias se han modificado a través de la evolución. En el caso de la hembra, pechos, “los más grandes de todos los primates sin tener relación con su carácter funcional”. ¿Y el macho? Podemos decir que en este momento de la historia evolutiva es donde el pene adopta el papel protagonista, pues se agranda para ser la protuberancia que le hará deseable. Así, llegamos a explicarnos por qué estas dos partes del cuerpo, y su tamaño, son muchas veces determinantes en términos de atracción.
El complejo del pene pequeño

Manuel Lucas indica que, pese a que el tamaño del pene es la mayor preocupación de muchos hombres del planeta, no podemos quejarnos respecto a nuestros primos hermanos, pues “el gorila tiene tres centímetros en erección”, señala el experto. Pese a que a mayor tamaño del miembro viril mayor atracción, esta obsesión responde más a ser el más atractivo del reino que a la relación directa con el placer que se puede dar a la pareja de juego.
¿Este pensamiento falocrático puede cambiar en un futuro? El experto señala que parece estar cambiando, y pone como ejemplo un estudio publicado en The Journal of Sexual Medicine en el que, tras entrevistar a 105 mujeres, “de ocho factores que evalúan como atractivos de los genitales masculinos, la longitud se queda en el puesto numero seis, el grosor en el tres, en el uno el aspecto y la estética del pene, y el dos el vello púbico”, explica el sexólogo.
En el sexo… ¿Qué nos diferencia de los animales?
Manuel Lucas subraya cinco diferencias que hacen que nuestras relaciones sexuales no sean tan animales:
1. Respuesta sexual igualitaria. “De carácter neurológico, deseante y por tanto a su vez deseable por ambas partes”, apunta.
2. La sexualidad trascendió lo meramente procreativo, por lo que “las relaciones sexuales están apartadas desde hace miles de años de una finalidad reproductiva”.
3. Intimidad en nuestras relaciones. No hay ningún otro mamífero, ni siquiera los chimpancés, que busquen la intimidad para las relaciones sexuales. Además es algo universal (salvo algunas excepciones relativas a fiestas y rituales), teniendo mucho que ver “con la necesidad de calidad y de calidez, de contacto íntimo y de intercambio mutuo, y por tanto de que no haya ningún elemento exterior que provoque una distracción”. No es cuestión sólo de pudor, sino de crear un clima íntimo.
4. La sed de piel, “que no desaparece hasta la muerte porque siempre necesitamos el contacto físico con los demás”. A través de la evolución, nuestra sexualidad se ha ampliado mucho más allá de lo genital, a todo el resto de la piel y a todo el resto del organismo. Algo a lo que debemos prestar atención porque, según el especialista, en nuestra cultura actual parecemos haber involucionado al centralizar la sexualidad en los genitales, teniendo relaciones falocráticas.
5. La peculiaridad de que la mujer hizo desaparecer su periodo de celo visible, “siendo la única hembra mamífero que no lo tiene”, señala.
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