La preocupación por la salud y la seguridad del paciente es más antigua que la propia medicina, y las relaciones entre pacientes y médicos han sufrido una gran transformación en la última década. Estas y otras cuestiones se debatieron en unas jornadas celebradas en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid que reunieron a más de 400 expertos para hablar de calidad y seguridad de la asistencia médica
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La seguridad del paciente, a debate en el Ramón y Cajal
La relación médico-paciente y la comunicación con éste tras un evento adverso, una de las grandes controversias éticas de la práctica clínica, son dos cuestiones que han irrumpido durante la última década en la complejidad de la medicina.
Esta es una de las reflexiones destacadas durante las II Jornadas Ibéricas de Calidad Asistencial y Seguridad del Paciente celebradas la semana pasada en el Hospital Universitario Ramón y Cajal, junto con la Universidade Nova de Lisboa y la Universidad Internacional de La Rioja.
Este encuentro entre clínicos, investigadores y gestores hospitalarios persigue un intercambio de impresiones para mejorar la seguridad del paciente en el sistema nacional de salud, tanto en las instituciones públicas como privadas.
“Hay que tener en cuenta que si juntamos profesionales muy capacitados, técnicas de práctica clínica muy desarrolladas, pero a la vez muy complejas, y pacientes muy vulnerables, cabe la posibilidad de que ocurra un resultado no deseado”, afirma Jesús María Aranaz, jefe del Servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública del Hospital Ramón y Cajal y coordinador de estas jornadas.
La bioética en la práctica clínica
La primera mesa redonda de la jornada se centró en la bioética -ética aplicada a la vida-, una disciplina bastante reciente.

Las relaciones entre pacientes y profesionales sanitarios han sufrido una gran transformación en el último cuarto de siglo. “Hemos logrado avances que hace 25 años ni se contemplaban, pero todos han sido muy paulatinos, como dar entrada al paciente como un miembro más del equipo asistencial”, explica Aranaz.
En este contexto cobran especial importancia los principios y la bioética.
- Beneficiencia: obrar en función del mayor beneficio posible para el paciente.
- No maleficiencia: no hacer daño al enfermo: no matar, no inducir sufrimiento, no causar dolor, no privar de placer, ni discapacidad evitables.
- Autonomía: cada persona es autodeterminante para tomar sus propias decisiones, el consentimiento informado es la máxima expresión de este principio.
- Justicia: tratar a los demás de manera que se reduzcan lo máximo posible las situaciones de desigualdad a nivel ideológico, social, cultural, económico.
Otro de los temas que se trataron fue la dificultad que tienen los profesionales para comunicar convenientemente un resultado negativo y cómo esto afecta a las emociones, no sólo del paciente y su familia, también del profesional sanitario. “Si yo tengo un enfermo que está en sus últimas consecuencias y que en breve va a fallecer, el eterno dilema es: ¿se lo digo o no? ¿cómo, dónde y en qué momento se lo digo?”, indica Jesús María Aranaz.
Uno de los ponentes explicó cómo se había organizado el sistema de seguridad en la Toscana, que se debió a un serio fallo en la atención sanitaria que supuso que tres pacientes recibieran un órgano para trasplante de un donante fallecido portador del VIH.
La buena noticia es que al detectarse el fallo, inmediatamente se tomaron medidas preventivas y ninguno de los pacientes desarrolló el virus. “No cabe duda de que ese sistema que entonces no fue seguro, hoy lo es, al menos, muchísimo más”, valora Aranaz.
La seguridad del paciente
En la última década han proliferado un gran número de trabajos y experiencias que han posibilitado un avance extraordinario en este ámbito. El primer informe de referencia en España sobre la seguridad del paciente es el estudio ENEAS realizado por el Ministerio de Sanidad en el año 2005.

Para Jesús María Aranaz, uno de los logros en la seguridad del paciente de los últimos años es la toma de conciencia de que el fallo del sistema o el error del profesional es un serio problema por su magnitud, frecuencia e impacto.
“Si yo me centro exclusivamente en intentar que los profesionales hagan de la mejor manera la prescripción de un medicamento citostático (farmacos empleados en la quimioterapia) para un enfermo oncológico, será más difícil que produzca efectos secundarios nocivos más allá de los razonables de una terapia de riesgo de estas características”, ejemplifica el experto.
“Para aplicar un determinado citostático que tiene más riesgo que otros, voy a plantear que haya un doble chequeo de la indicación de ese fármaco y cuatro ojos verán mejor la realidad que dos”, completa.
Aranaz también pone en valor el hecho de que esta cuestión esté en la agenda de todas organizaciones sanitarias nacionales e internacionales, gracias, en parte, a la estrategia envolvente que ha seguido la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Ministerio de Sanidad en España y el conjunto de las comunidades autónomas, conscientes de las iniciativas del Instituto de Medicina de Estados Unidos, que predicaba que la seguridad del paciente tenía un impacto clínico extraordinario, pero también económico y social.
La jornada también se acercó a las nuevas tecnologías con la presentación de un vídeo realizado por los profesionales de este hospital y un taller de simulación que recreó una intervención quirúrgica con fallos que los participantes debían identificar.
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