El aceite de palma no solo es el más utilizado por la industria alimentaria y el más perjudicial para la salud cardiovascular, también es un componente de muchos productos cosméticos. Su función es la de un emoliente que reblandece la piel seca o deshidratada y no es perjudicial porque no se absorbe hasta el punto de llegar a la sangre

Otra característica del aceite de palma en cosméticos es que, debido a su composición química y al contenido en ácidos grasos saturados, es bastante habitual su uso como texturizante al aportar poca untuosidad al tejido cutáneo.
El reglamento europeo de usos cosméticos (1223/2009), que entró en vigor en julio de 2013, define como producto cosmético a “toda sustancia o mezcla destinada a ser puesta en contacto con las partes superficiales del cuerpo humano (epidermis, sistema piloso y capilar, uñas, labios y órganos genitales externos) o con los dientes y las mucosas bucales con el fin exclusivo o principal de limpiarlos, perfumarlos, modificar su aspecto, protegerlos, mantenerlos en buen estado o corregir los olores corporales”.
Por tanto, ningún ingrediente utilizado en la elaboración de los cosméticos (activo, no activo, conservante, perfume, …) puede ser absorbido a través de la piel y alcanzar el torrente sanguíneo, por lo que la acción se limita a la epidermis o a la dermis, explica María Jesús Lucero, profesora titular de Dermofarmacia de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Sevilla con experiencia en investigación de productos cosméticos.
“El riesgo del aceite de palma en cosméticos sobre la salud del consumidor es cero porque no se va a absorber más allá de la piel”, precisa la experta.
Sin embargo, cuando el aceite de palma nos llega a la sangre a través de los alimentos, al ser rico en ácidos grasos saturados como el palmítico, láurico y mirístico, afecta a los niveles de colesterol y por tanto a la salud cardiovascular. Pero a pesar de su comprobada insalubridad, en Europa no existen restricciones para su uso en el sector alimentario.
Un aceite, procedente de la palmera Elaeis Guineensis, que no se compra en los supermercados, sino que forma parte de la composición de muchos de los alimentos envasados o procesados que nos ofrece la industria alimentaria y así figura en la etiqueta que debe especificar qué tipo de aceite vegetal es.
“A nadie le va a pasar nada por consumir de vez en cuando productos con grasa animal o aceite de palma pero si lo hacemos todos los días y en grandes cantidades podemos tener problemas a medio y largo plazo con el colesterol en sangre y las enfermedades del sistema circulatorio”, explica Rafael Garcés, investigador del Instituto de la Grasa del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de Sevilla.
Aceite de palma en cosméticos como agente texturizante
El aceite de palma es una grasa que proporciona untuosidad a los alimentos, pero también su textura es adecuada para los productos cosméticos ya que reblandece sin ser tan grasiento como otros aceites.
“En el cuidado de la piel, su interés se centra en sus propiedades organolépticas ya que se trata de un aceite algo más viscoso y menos untuoso debido a su composición de ácidos grasos saturados”, apunta Lucero, también directora del Curso de Especialización en Cosmética Dermofarmacéutica en la Universidad de Sevilla.

Es un aceite, como el de girasol, que en el proceso cosmético se utiliza como agente texturizante o de relleno y no precisamente porque tenga propiedades esenciales para la piel, aunque contenga vitaminas A y E y pueda favorecer la hidratación a través de sus ácidos grasos.
Sin embargo, el porcentaje de insaponificable que contiene no es relevante, señala la experta, quien apunta que insaponificable es un conjunto de sustancias, entre las que se encuentran las vitaminas, el escualeno, los ácidos y los alcoholes triterpénicos, y que contienen todos los aceites vegetales en mayor o menor concentración.
“Porque todos sabemos -añade- que los aceites son buenos por sus ácidos saturados, mono y poliinsaturados, pero también por su contenido en la fracción insaponificable. De esta manera podemos diferenciar su capacidad antioxidante, antiinflamatorias, antipruriginosa…..”
Según la experta, “el aceite de palma no es un activo cosmético de referencia que se publicitaría o se pondría en valor en una reivindicación cosmética, porque no es más que un aceite que mejora la textura y facilita la extensión del producto”.
“Se podría decir -añade- que es muy útil como emoliente y, además, sirve de ingrediente base como alternativa a los aceites minerales. A esto hay que añadir que su precio es muy asequible y no encarece el producto acabado”.
Los derivados del aceite de palma
Existen diferentes derivados del aceite de palma, como el ácido palmítico. Y en la pagina web CosIng, base de datos de ingredientes cosméticos de la Unión Europea, la profesora universitaria ha encontrado 496 ingredientes combinados con otros activos cosméticos.
“El aceite de palma y sus derivados están admitidos por la normativa europea, sin ninguna restricción en el uso cosmético, a diferencia, por ejemplo, de los parabenos que están admitidos con restricciones (el uso recomendado es como máximo 0,4 o 0,8% combinados en el producto acabado).

Otros aceites vegetales
Los aceites vegetales como materia prima es una realidad en la industria cosmética ya que muchos de ellos tienen propiedades beneficiosas, como reducir la inflamación o el picor, además de la hidratación. Los aceites de oliva o de argán, con insaponificables elevados, son claros ejemplos.
Otros aceites tienen mayor capacidad regenerativa de la piel como los de onagra, rosa mosqueta, borraja o almendras dulces ya que favorecen la queratinización.
“Todos los productos cosméticos puestos en el mercado y que cumplen la reglamentación europea son seguros, pero la variedad de ingredientes hace que unos sean más baratos y otros más caros y las firmas comerciales de mayor eficacia, que no tienen que ser las más caras, utilizan los ingredientes que aportan más beneficios para la piel”, apunta María Jesús Lucero.
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