En verano, la hidratación es la asignatura pendiente de muchas personas. Sin embargo, aunque todas las aguas hidratan, no aportan los mismos elementos al organismo. El agua mineral natural y el agua del grifo son dos productos diferentes entre los que elegir para cubrir esta función

El agua del grifo es sana. En muchos lugares de España es de gran calidad. No obstante, desde el Instituto de Investigación de Agua y Salud señalan que, aunque algunas aguas del grifo son muy buenas, nunca garantizan una composición constante de iones que sí aporta el agua mineral natural.
Los embalses y desaladoras son los lugares de procedencia del agua del grifo. Esto hace que los factores climatológicos puedan condicionar su origen, dado que durante el periodo estival, en algunas zonas de climas extremos, se agotan los recursos hídricos habituales y es necesario recurrir a otros alternativos.
Esto hace que el sabor del agua del grifo no siempre sea el mismo ya que su composición puede cambiar a lo largo del tiempo, tal y como explica el doctor Francisco Maraver, presidente del Comité Científico Instituto y profesor titular de la Cátedra de Hidrología Médica de la Universidad Complutense de Madrid.
Agua del grifo, garantía de salubridad
No obstante, el agua del grifo tiene unas condiciones adecuadas de salubridad que la hacen óptima para cocinar, para el aseo o para regar. Esto se debe a que es desinfectada con diferentes sustancias. “La legislación española permite tratarla con más de ochenta productos químicos, bactericidas y alguicidas, algo que está absolutamente prohibido en el agua envasada”, afirma el hidrólogo.
El agua del grifo es, por tanto, apta para el consumo. Sin embargo, la pureza en origen del agua mineral natural, la ausencia de un tratamiento químico y su rica composición en minerales hacen de esta un elemento que va más allá de la mera hidratación, sino que es también una sustancia con nutrientes.
La pureza en origen se la confiere su envase a pie de manantial con condiciones de extrema asepsia. Por este motivo no requiere ningún tratamiento químico ni bacteriológico, dado que está libre del riesgo de contaminación.
El agua mineral natural tiene su fuente en el ciclo hidrológico. El agua de las precipitaciones se filtra lentamente por las rocas de la montaña y comienza un viaje subterráneo en el que va adquiriendo los minerales que la convertirán en única, dado que no existen dos aguas minerales iguales.
Finalmente llegará a un profundo acuífero y su ubicación en el subsuelo la protegerá de la contaminación. La temperatura, el tiempo de permanencia del agua en su reserva y la profundidad a la que se encuentre serán factores que determinarán su composición.
Agua mineral natural como nutriente

El agua embotellada posee gran variedad de minerales, por lo que no solo cubre las necesidades de hidratación, sino que, como explica el doctor Maraver, también aporta nutrientes y oligoelementos muy necesarios para el organismo.
Los principales iones que posee son el bicarbonato, el calcio y el magnesio. “Una buena cultura puede ayudarnos a elegir el agua en función de nuestras necesidades”, afirma el experto.
Si existe un déficit de calcio, “pese a que el mejor aporte de este proceda de la leche y los derivados lácteos, un agua cálcica puede ayudar en un porcentaje muy significativo a ingerir la dosis diaria necesaria”. Por el contrario, ante circunstancias como la hipertensión, en las que conviene tomar agua con baja cantidad de sodio, mirar la etiqueta nos puede ayudar a elegir la mejor opción si tenemos ese conocimiento.
Crear esa cultura del agua es uno de los objetivos principales del Instituto de Investigación de Agua y Salud, una entidad de carácter científico y divulgativo que aspira a concienciar a la población de la importancia de la correcta hidratación. Para ello llevan a cabo la publicación de bases de datos, trabajos propios y recopilación de investigaciones de primer nivel sobre el agua, la hidratación adecuada y los oligoelementos que el agua mineral natural aporta al organismo.
Ante todo, hidratación de calidad
Desde el instituto se destaca que para una correcta hidratación no solo basta con beber agua, sino que es necesario atender a la calidad y el origen de la misma, y afirman que esta queda garantizada si se trata de agua mineral natural. La cantidad, la frecuencia y el modo en que ingerimos este producto también condicionan el éxito de la hidratación.
“Es importante convencer a la población de que la mujer debe beber unos dos litros de agua al día y el hombre unos dos litros y medio”, destaca el doctor Maraver. No obstante, el embarazo y la lactancia requieren incrementar el consumo de agua en mujeres, así como las altas temperaturas o el ejercicio físico, dado que estas condiciones incrementan las pérdidas hídricas por sudor.

“El 60% de nuestro cuerpo es agua, pero el problema fundamental es que el organismo humano es incapaz de almacenarla. Para que funcione correctamente es necesario un buen equilibrio hídrico”, señala el hidrólogo.
El aparato digestivo solo es capaz de asimilar y digerir unos 800 mililitros de líquido cada hora, lo que hace necesario ingerir el agua despacio y a pequeños sorbos. Que esta se encuentre a una temperatura de entre 10 y 15º C facilita su absorción y asimilación.
El agua se pierde diariamente a través de la orina, la transpiración, la respiración y las heces, por lo que es fundamental mantener el equilibrio hídrico entre las pérdidas y ganancias para garantizar el correcto funcionamiento del organismo. Basta un 1-2% de deshidratación para que aparezcan signos como la alteración de los niveles cognitivos y la disminución de la capacidad de atención.
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