El doctor Pedro Guillén García, traumatólogo jefe de la Clínica CEMTRO de Madrid, nos aconseja que ante una fractura ósea en las extremidades superiores o inferiores solo cabe inmovilizar el hueso y las articulaciones próximas o fijar las partes rotas mediante osteosíntesis sin inmovilizar las articulaciones contiguas. “El hueso roto necesita cierto tiempo de reposo, …

Aquí los huesos, aquí un médico traumatólogo

Aquí los huesos, aquí un médico traumatólogo

  • 21 de noviembre, 2017
  • Gregorio Del Rosario

El doctor Pedro Guillén García, traumatólogo jefe de la Clínica CEMTRO de Madrid, nos aconseja que ante una fractura ósea en las extremidades superiores o inferiores solo cabe inmovilizar el hueso y las articulaciones próximas o fijar las partes rotas mediante osteosíntesis sin inmovilizar las articulaciones contiguas.

“El hueso roto necesita cierto tiempo de reposo, bien sea con apoyo de un yeso, férula u ortopedia, porque consideremos que es suficiente para reducir la fractura; o bien sea con sosiego y paciencia porque hayamos colocado algún dispositivo metálico, como placas, tornillos, agujas o clavos, al restañar la herida mediante cirugía”, dice.

Y siempre es aconsejable cumplir la siguiente regla: “Si operas con osteosíntesis un hueso fracturado, una herida que sangra, no inmovilices las articulaciones próximas; y si inmovilizas con yeso toda la zona, no operes el hueso dañado”, expone.

“Por ejemplo, al solucionar una fractura de húmero con un clavo insertado en el tuétano y con placas de titanio en su parte externa, incluso con injertos óseos extraídos de la pelvis, siempre hay dejar libre de yeso la articulación del codo”, subraya.

“Las articulaciones deben disfrutar de su movimiento natural, sin cargas. Si después de la cirugía se pone una escayola es muy posible que el paciente sufra alguna rigidez posterior en las articulaciones próximas a la fractura del hueso”, insiste.

Decenas de huesos con posibilidad de romperse

Los 206 huesos que conforman el esqueleto humano de un adulto, aparato locomotor que nos relaciona con el resto de seres vivos y que constituye nuestro reservorio metabólico, se componen, sobre todo, de calcio, fósforo y de médula ósea, donde se generan las células sanguíneas.

Pero nacemos con más piezas óseas. Los lactantes tienen alrededor de 215, nueve más por el sacro (3), el cóccix (4) y coxal (2), que terminarán fusionándose y convirtiéndose cada uno de ellos solo en una unidad.

A medida que vamos creciendo y desarrollándonos la cifra se queda en 206 huesos: 80 del esqueleto axial (cráneo, oído, hioides, parrilla costal, esternón y columna vertebral) y 126 del esqueleto apendicular (hombros, brazos, manos, pelvis, piernas y pies).

“Los hay largos como el fémur, que va desde los 36 a los 42 centímetros; los hay cortos, como son los que forman la muñeca, con el semilunar que mide 0,80 centímetros, o la columna vertebral, con vértebras que van de los 4,5 a los 5,80 centímetros; y los hay planos, como son los que forman la parte superior del cráneo, con casi 14 centímetros”, relaciona.

También hay huesos muy pequeñitos, como pueda ser el estribo, que se localiza en el oído interno, con un tamaño aproximado de 2,6 milímetros; o huesos que no se articulan, como el hioides que tenemos en el cuello.

Desde el punto de vista deportivo, los huesos que más se fracturan serían:

  • La clavícula, en ciclistas, jinetes y esquiadores.
  • Luxación de hombro, en el baloncesto, el balonmano o voleibol.
  • En la articulación del codo, epicondilitis en el tenista o dolor en la cara externa.
  • También es frecuente la fractura de la cabeza distal del radio por caídas en diferentes actividades.
  • En las muñecas, la fractura del escafoides en deportes que proporcionan grandes golpes en la mano, como el patinaje sobre hielo. En los metacarpos, de igual manera, como en el boxeo.
  • En la cadera, lesiones sobre todo en accidentes de tráfico y grandes traumatismos del deporte, como los saltos de esquí, el ciclismo o el motociclismo.
  • En la rodilla, además de los esguinces, lesiones importantes al nivel de la rótula, con los meniscos y los ligamentos, que solidarizan el fémur con la tibia y el peroné. Muy frecuentes en el fútbol.
  • En el tobillo, la lesión más frecuente en todos los deportes, al ser muy necesario para el desplazamiento del tren inferior y superior.
  • “En triple salto o salto de longitud sufren mucho las articulaciones y menos los huesos”, menciona.
  • En el tórax, las fracturas costales suelen deberse a los golpes y contusiones. “He visto, incluso, lesiones en las costillas de un golfista por el ‘swing’ tantas veces repetido”, recuerda.
  • “Los fisuras en los huesos de las costillas se curan con y sin médico siempre y cuando no haya consecuencias en los lóbulos pulmonares. Sentiremos, eso sí, molestias o dolor al respirar o toser”, comenta.
  • En la cara, por codazos y golpes, suele fracturarse el arco zigomático. No es raro de ver en el Rugby, el baloncesto o fútbol, donde es habitual ver a un jugador con la mascarilla para protegerse la zona lesionada.
  • “En un deporte como el fútbol, que se juega con los pies, es muy habitual la sustitución de un jugador por sangrado de la nariz o por hundimiento óseo en su rostro”, censura.

Las fracturas de huesos pueden ser abiertas o cerradas, cuando no se observa músculo y masa ósea.

“Si vemos la carne y el hueso a través de la piel resquebrajada estamos ante una situación que prejuzga gravedad, ya que tejidos y huesos pueden entrar en contacto con gérmenes externos (saprofitos de nuestra piel y del medio ambiente). Hay que cerrar la herida cuanto antes para que los microorganismos no nos colonicen”, manifiesta.

Un hueso, una función vital

Cada hueso cumple una misión específica y ayuda a todo el conjunto, siempre en relación con las piezas óseas más próximas. La trascendencia en el organismo es absoluta, ya que sin ellos no se podrían sostener los órganos, los músculos o los tejidos.

El hueso, “duro, un poco elástico y frágil ante movimientos desmesurados”, es definitivo para la carga y el desplazamiento.

El músculo y las articulaciones, junto a los tejidos tendinosos, modifican su flexión, extensión, supinación… “consiguen algo aparentemente tan sencillo como llevarnos un bocadillo a la boca”, apunta el doctor Pedro Guillén.

Además, los huesos contienen en su interior calcio, fósforo y otras muchas sustancias “importantísimas para el metabolismo general del ser humano”.

El esqueleto es una estructura imprescindible para el ser humano, pero la pérdida de dureza condiciona su naturaleza.

“Con la osteoporosis -disminución de sales minerales de calcio-, los huesos se debilitan, pierden elasticidad y resistencia, y se rompen con facilidad. No pueden cumplir su misión principal de carga, sostén, movimiento y desplazamiento; más en mujeres que en hombres”, relaciona.

Con el paso del tiempo, unos huesos son más quebradizos que otros.

“Las personas de mayor edad sufren fracturas en los huesos de la cadera, en los huesos de las muñecas, en el extremo distal del radio, fractura de Colles, en el húmero a nivel del hombro y el hundimiento de las vértebras”, observa con el fin de solicitar más y mejores cuidados de los huesos de nuestros mayores.

El hueso, con otras dos estructuras (músculo e hígado), son las únicas que se regeneran. “Se rompe y se forma otro hueso de igual dureza. No así la piel, donde se forma cicatriz”, señala.

Para un admirador del conjunto óseo de nuestro esqueleto como el doctor Pedro Guillén, “los huesos condicionan nuestras relaciones con el resto de seres vivos y se tienen que preservar al máximo. Los huesos nos dan la vida”.