El psicólogo Sergio García indaga en los sentimientos que genera la pandemia cuando entramos en la última parte de 2020 y la situación sigue sin resolverse, y conecta la tristeza con el coronavirus

Tristeza y coronavirus
EFE/EPA/Enric Fontcuberta

“La tristeza es un sentimiento oceánico que nos conecta con lo nuevo”

En  La peste de  Albert Camus vemos diferentes  ritmos del sufrimiento humano en condiciones de miedo, enfermedad y limitaciones. El doctor Rieux el 16 de abril sintió por primera vez que pisaba una rata muerta en su rellano. A mediados de agosto, cuando la peste “se lo había tragado todo”, el estado de ánimo preponderante “era la separación y el exilio, con lo que eso significaba de miedo y de rebeldía”.

Los que regresaron de la cuarentena empezaron a prender fuego a sus hogares, convencidos de que la plaga se había asentado en sus paredes. Camus observó el sentimiento de extrañeza de la población.

La pregunta sería ¿cómo nos sentimos nosotros en plena pandemia? ¿Hay diferentes velocidades o sensibilidades sociales frente a lo que estamos viviendo?

Como nos enfrentamos al presente y al futuro depende de diferentes variables. Desarrollar un trastorno por estrés traumático también. Si hemos estado expuestos al virus, si han fallecido familiares nuestros o si somos personas de “riesgo” tendremos una mirada más pegada a la realidad que si tenemos otras circunstancias u otras biografías.

Los reporteros de guerra comentan que cuando están en primera línea de batalla, es posible estar en un hotel cenando y bailando hasta altas horas de la madrugada para al día siguiente  recorriendo apenas 20 kilómetros estar entre balas y bombas.

psicología ansiedad
El psicólogo Sergio García Soriano/Foto cedida

Por lo que nuestra idea de la contienda alimentada por las películas bélicas o por el diario de Ana Frank se resquebraja.

En un mismo bloque de vecinos podemos encontrar a personas mayores aterradas con salir a la calle o que, queriendo salir a la calle, sus familiares se lo impiden argumentando las cifras de contagio de la pandemia.

Y pueden ser vecinos de imprudentes que no toman ninguna medida de seguridad (Las 3 M: limpieza de Manos, 2 Metros de distancia, Mascarillas).

Por lo que el estado de ánimo de la población depende de la perspectiva desde donde se vea la situación.

Ofuscación y tristeza

No obstante, la pandemia ha venido a ser un punto y aparte en nuestras vidas. Ha modificado nuestras maneras de relacionarnos y de expresar los afectos.

Por ello, se perciben dos emociones básicas de manera clara: la ofuscación y la tristeza.

La tristeza por todos aquellos que han sido derrotados por el coronavirus. Por la gente mayor que pasará sus últimos años de vida encerrada. Y la tristeza también entendida como sentimiento oceánico que nos conecta con una nueva sociedad que tenemos que producir y donde se nos abren las máximas incertidumbres.

¿Tendrán sentido todos los sacrificios que hemos hecho las personas civilizadas o hubiese sido mejor relajar nuestro comportamiento hacia las medidas de control de la epidemia?

Y esta pregunta nos lleva a plantearnos si pensamos que tenemos control sobre nuestras vidas o nos pensamos como juguetes del azar y del destino.

La ofuscación hacia las administraciones que no nos dan una línea clara de respuesta y tenemos que elegir quien nos dice la “verdad” siendo una situación que nos genera malestar ya que en época de crisis donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer se necesitan voces que lideren la sociedad, palabras que alienten a las personas.

Claridad de pensamiento que pueda transformar el miedo y la crispación en colaboración y valentía.

Según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud de Estados Unidos, aproximadamente 1 de cada 12 adultos estadounidenses reportaron síntomas de trastorno de ansiedad durante esta época en 2019, hoy la tasa supera 1 de cada 3.

Y detrás de cada cuadro clínico,  de cada reporte de ansiedad, podemos ver emociones, sentimientos de extrañeza y tristeza por lo está por llegar.

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