El 14 de marzo de 2020, hace un año, comenzó el confinamiento en España para frenar la covid. Todos en casa. No fuimos capaces de encontrar otra manera de combatir el nuevo virus. Los hospitales se colapsaron en algunos lugares. Irrepetible es una palabra que no denota ni bien ni mal, ni malo ni bueno. Este último año ha sido irrepetible por catastrófico, tristísimo y doloroso. Doce fotos son una pequeña muestra de los vivido


Las muertes se dispararon en la primera ola de la pandemia a partir de mediados de marzo de 2020. Diversos lugares se habilitaron para almacenar a los fallecidos. En Madrid, epicentro de la pandemia en la primavera pasada, se llegaron a habilitar hasta tres grandes morgues. Una situación dantesca con imágenes increíbles. España contabiliza oficialmente más de 72.000 muertes por el coronavirus, pero el INE calcula, al menos, 20.000 más.

Uno de los grandes símbolos del desbordamiento de la pandemia en los primeros meses, en Madrid, fue el hospital que se improvisó en IFEMA para atender la avalancha de pacientes. Otra imagen increíble e irrepetible que no imaginamos en enero, cuando las cosas se estaban complicando una barbaridad en Wuhan (China), donde también se construyó un hospital de emergencia a toda prisa.

Otro símbolo de la pandemia desde Madrid. Una imagen clásica de la Gran Vía absolutamente vacía por el confinamiento domiciliario que se decretó con el estado de alarma desde mediados de marzo hasta finales de mayo para frenar la brutal crisis sanitaria y los devastadores efectos del virus.

La desescalada permitió salir de casa y hacer deporte, entre otras actividades, y avanzar en la llamada nueva normalidad que, a lo largo de 2020 y en lo que va de 2021, ha quedado desaparecida tal y como estaba prevista tras la irrupción de la segunda ola (otoño) y la tercera (invierno).

Otro símbolo de la lucha contra la pandemia: la OMS. La organización sanitaria de Naciones Unidas jamás se vio en una situación como esta en toda su historia. Alertó a principios de año del peligro del virus y tal vez le faltaron experiencia y liderazgo ante una crisis de este calibre. No ha sido nada fácil. Ha estado en el ojo de la controversia continua, aunque ha dado la cara en todo momento. Ha sido el único organismo que ha actuado pensando en todo el mundo durante este año. No se ha olvidado de los países en vías de desarrollo y está haciendo lo posible para que a ellos lleguen las vacunas que ya se extienden por los países desarrollados.

El verano que no fue. Es la mejor forma de definir lo sucedido en el tercer trimestre de 2020. Pensamos que el virus estaba noqueado al llegar el verano, pero no fue así. Apenas dio tregua y en algunas comunidades ya en julio empezaron los brotes y a continuación señales evidentes de la segunda ola. No sucedieron las cosas como creyeron los políticos.

La mascarilla es uno de los grandes emblemas contra la covid. Tardamos meses en contar con las suficientes para declararlas de uso obligatorio. Hay mascarillas de diferentes tipos. Nos hemos acostumbrado a ellas y nos han protegido de otras enfermedades respiratorias. Gusten más o menos, formarán parte de nuestras vidas, de una manera u otra, tal vez para siempre.

Las ucis han soportado una presión enorme durante las diferentes olas del virus a lo largo del año. Se improvisaron unidades de cuidados intensivos en zonas no preparadas de los hospitales en la primera ola y han asistido a miles de enfermos en la segunda y tercera. En esta última, se llegó al 50 % de ocupación, uno de cada dos pacientes uci tenía covid. Tremendo. En la actualidad, ha bajado esta presión, pero se mantiene por encima del 21 por ciento.

Uno de los símbolos de la lucha acertada contra la pandemia es el relevo que en la presidencia de Estados Unidos se produjo en las elecciones de noviembre. Biden derrotó a Trump. La mascarilla se impuso a la no mascarilla. La sensatez y la cordura doblegaron a la desmesura y la escasa apreciación de la ciencia. A Estados Unidos, como al resto del mundo, le costará superar los brutales efectos de esta pandemia, pero seguramente el coronavirus estaba más tranquilo campando a sus anchas con el antiguo inquilino de la Casa Blanca, su desfachatez, su descreimiento y su ineficaz política anticovid.

Todo se canceló y aplazó con la irrupción del coronavirus. Los eventos empresariales, los actos culturales, los encuentros deportivos, las fiestas y tradiciones populares. Cualquier aglomeración ha sido suspendida y el fútbol, por ejemplo, se celebra sin público. Una muestra de todo ello es la Nochevieja y sus campanadas. La llegada de 2021 fue en escenarios vacíos como esta imagen de la madrileña Puerta del Sol, siempre tan ruidosa y bullanguera.

La gran esperanza de este año han sido las vacunas contra la covid que, a ritmo lento, se van inyectando en millones de personas. En el mundo desarrollado, porque los países que lo están menos permanecen a la cola. ¿Se podrá vacunar en España a la altura del verano, antes o después, al 60 0 70 por ciento de la población para empezar a alcanzar la inmunidad de rebaño? En todo caso, el logro de vacunas en menos de un año quedará como uno de los grandes hitos de la ciencia en la historia de la Humanidad.

Los hospitales han sido el centro esencial para combatir el SARS-CoV-2 en este año de pandemia. Sin olvidar los centros de atención primaria ni tampoco las farmacias, lugares de atención sanitaria desde donde se ha combatido el virus. Las residencias de mayores y los centros sociosanitarios también han desempeñado una tarea crucial. Todo ello no ha impedido que en febrero pasado murieran en España más de 10.000 personas por la covid, ni tampoco han podido evitar la segunda y tercera ola de esta pesadilla que en absoluto ha terminado.
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