Las enfermedades ambientales, que están causadas por múltiples agentes tóxicos y cuya incidencia no para de crecer, representan un reto para la medicina tradicional y una amenaza para los intereses de las industrias químicas, lo que obstaculiza su reconocimiento

Enfermedades ambientales: reto médico, amenaza para la industria
EFE/EPA/Horst Ossinger
  • 7 de diciembre, 2012
  • LAS PALMAS DE GRAN CANARIA/EFE/PATRICIA CORRALES

Esta es la visión de la doctora Pilar Muñoz-Cavero, afectada por Sensibilidad Química Múltiple (SQM).  Ahora ha reconvertido su Fundación Alborada, en Madrid, tras superar una crisis por la que estuvo “entre la vida y la muerte” y que la llevó a dejar de centrar su actividad en la rehabilitación de personas con adicciones para volcarse en este tipo de enfermos.

Son sustancias que encontramos de forma cotidiana en productos “tan normales” como colonias, perfumes, suavizantes para la ropa, cosméticos, cremas, alimentos, el agua que bebemos y el aire que respiramos.

La doctora resalta que este tipo de enfermedades abarca un abanico bastante amplio, en el que figuran la fibromialgia o el síndrome de fatiga crónica, si bien la sensibilidad química múltiple es una de las más desconocidas pese a que su incidencia va en aumento, ya que afecta al 5 % de la población, mientras que un 15 % sufre “síntomas enmascarados”.

Muñoz-Cavero sitúa a la SQM entre las llamadas “enfermedades emergentes” y destaca que en España aún no se ha reconocido como tal, lo que sí ha ocurrido en otros países como Alemania, Austria, Japón y Canadá, algo que no es de extrañar, dice, si se tiene en cuenta que la OMS “tardó 14 años en reconocer la esclerosis múltiple como enfermedad”.

La SQM puede cursar con síntomas tan inespecíficos y múltiples como los neurológicos, la pérdida de memoria o de concentración, mareos, vértigos y migrañas, alergias respiratorias o intolerancia a alimentos, con los que podría sospecharse de cualquier tipo de enfermedad o confundirse con un simple cansancio o un mal dormir.

doctora y afectada Pilar Muñoz-Cavero
La doctora Pilar Muñoz-Cavero, afectada por Sensibilidad Química Múltiple. EFE/Ángel Merino

Ello implica que su diagnóstico sea complejo, aunque, en opinión de Muñoz-Calero, esta complejidad obedece al hecho de que se sigan utilizando métodos hasta ahora conocidos, en lugar de adaptarlos a este “nuevo paradigma”.

“En los 150 años de la historia de la medicina se han ido cambiando los métodos diagnósticos y los tratamientos. Estamos ante unas enfermedades que causan los tóxicos y, como no se buscan esos tóxicos, muchos de los métodos diagnósticos utilizados hasta ahora no sirven”, refiere.

Para tratar de afinar con estos pacientes, la Fundación Alborada realiza el cuestionario QESSI, de la doctora Miller, que se ha validado en algunos países y permite determinar el origen de las reacciones físicas a determinados tóxicos, un método que se complementa con pruebas analíticas.

Pilar Muñoz reconoce que patologías ambientales como la SQM, que se pueden sufrir en grado leve, moderado o severo, “no son compatibles con una vida normal”, ya que pueden obligar a quien las sufre en estados avanzados, en los que no se tolera ni el agua, a recluirse “en una burbuja”.

A estas situaciones se suman los “estigmas sociales” que recaen sobre estas personas debido al desconocimiento que existe sobre lo que les ocurre. Y es que, según la doctora, “los propios médicos son los primeros que desconocen esta patología y los primeros que piensan que es un problema psicológico, porque no la han estudiado en la carrera, por lo que no saben dónde encuadrarla”.

Ese desconocimiento médico se suele trasladar a la familia, lo que genera un “dolor terrible” al enfermo, ya que, además de encontrarse mal, no tiene el apoyo de médicos, familiares y amigos, que, en cambio, sí se da ante otras enfermedades como el cáncer.

Preguntada por si la medicina actual está a la altura de este reto, Muñoz-Calero considera que “hay médicos mucho más abiertos, que tienen en cuenta que el organismo humano y la vida son, en el fondo, un misterio, y que la ciencia se ha ido corrigiendo a sí misma continuamente”.

Así, afirma que “hay profesionales que sí están dispuestos a abrirse y que piensan que no todo está estudiado y sabido, pero hay otros muchos que son mucho más reticentes a todo este tipo de cosas”.

A su juicio, la historia se repite y siempre se encuentran “médicos mucho más pioneros, vanguardistas y valientes, que son capaces de ir abriendo camino, y otros muchos que no creen, hasta que llega un momento en que acaban confirmando y aceptando” la realidad.

Sin embargo, en el caso de las enfermedades ambientales, la doctora cree que “queda muchísimo trabajo por hacer todavía” porque es un terreno en el que “hay demasiados intereses creados para no apoyar su investigación”.

“Estamos denunciando a industrias químicas y farmacéuticas. Ahora mismo casi no existe un lugar en el mundo en el que no podamos hablar de que existan estas sustancias químicas”, ha resaltado.

contaminación industria
EPA/Daniel Reinhardt

Pilar Muñoz afirma que muchas de la sustancias tóxicas que usamos a diario se pueden sustituir por otras naturales, como el suavizante para la ropa por el agua con bicarbonato, que además es antiséptico.

Así, destaca que las cremas pueden tener “hasta 60 ingredientes distintos” y afirma que lo que nos ponemos en la piel “deberíamos poderlo comer”, porque “es una esponja que absorbe todo”.

Muñoz-Calero lamenta que la gente “no se pare a mirar qué come, qué bebe o qué se pone” y considera que se ha perdido la capacidad de crítica y de cuestionar lo que se hace.

A su juicio, argumentar que los productos naturales son más caros obedece a una forma de pensar “un poco patológica porque, al final, invertir en salud es lo más importante”.

La doctora explica que la SQM “no respeta ni edad, ni sexo, aunque es más frecuente en mujeres, porque, como la contaminación puede ser intraútero, también aparece en muchos niños”.

Para tratarla no se usan fármacos, porque los enfermos no los toleran, sino sustancias naturales, como agua filtrada y comida ecológica, y administración, por vía intravenosa, de nutrientes que ayuden a reparar los daños que la contaminación ha causado al organismo, una vez que se ha apartado al sujeto de la exposición a los tóxicos que le hacen enfermar.

Se trata de “volver a una vida mucho más natural, a respirar aire limpio y a vivir lo más próximo al campo, siempre y cuando no haya agricultura cercana que se pueda fumigar”.

Según Pilar Muñoz, padecer una SQM implica un cierto aislamiento para el paciente, pero es una enfermedad que puede ser compatible con la vida en familia, siempre y cuando el entorno del paciente esté dispuesto a no usar una serie de productos y a cambiarlos por otros más naturales.

“El problema surge cuando hay personas que se resisten a dejar de usar una colonia”, agrega.

La Fundación Alborada se constituyó hace 18 años y durante los ocho primeros se dedicó a rehabilitar a más de 400 adictos, una función que Pilar Muñoz cambió hacia el tratamiento de personas con enfermedades ambientales después de sufrir una SQM con la que luchó entre la vida y la muerte en EEUU, adonde tuvo que trasladarse para recibir tratamiento.