Una prostatectomía radical pretende eliminar el tumor maligno y sus posibles metástasis ganglionares, evitar que el paciente utilice pañales el resto de su vida debido a una posible incontinencia urinaria postoperatoria y conseguir que el varón no pierda su potencia sexual, disfunción eréctil, al verse afectadas las estructuras neurovasculares que rodean a la próstata
La hora subyugada del varón: cirugía de cáncer de próstata
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Y estos tres objetivos, directamente relacionados con la edad del paciente, con el estadio evolutivo del cáncer y con la técnica quirúrgica empleada durante la intervención, se cumplen cuando el varón se pone en las manos de médicos sobresalientes como el cirujano Fernando Gómez Sáncha, líder del equipo urgológico ICUA-Clínica CEMTRO, del que también forma parte esencial el robot Da Vinci.
Con la asistencia robotizada de Da Vinci los cirujanos anulan el temblor del pulso humano transmitido al instrumental quirúrgico, se alcanzan giros de 360º con movimientos de máxima delicadeza, siempre en un entorno de visualización del espacio quirúrgico de la pelvis en 3D de alta definición, y se reduce el sangrado.
“No solo hacemos lo que queremos hacer realmente, sino que operamos con absoluta precisión. Cuando empleábamos técnica laparoscópica, por ejemplo, pretendíamos dar un punto de sutura en un lugar exacto y lo dábamos un poquito más allá. Y la exactitud resulta fundamental para no generar incontinencia urinaria o disfunción eréctil permanente”, señala el Dr. Gómez Sancha.
La próstata, que tiene forma y tamaño de una castaña, se oculta en la cavidad pélvica, entre la zona inferior de la vejiga y el recto, último tramo del tubo digestivo; un espacio reducido y de muy difícil acceso, protegido por músculos, tejidos, vasos y arterias, nervios, conductos y grasas acumuladas del exceso de alimentación.
Cirugía prostática para curar un cáncer
Al entrar en el quirófano observamos que el paciente de 61 años ya está sedado y acoplado a la mesa de operaciones, dispuesto para la amputación total de su próstata. Al instante, siento verdadera empatía mezclada con cierta congoja al comprobar el triste destino final que nos espera a la mayoría de los hombres.
A los 80 años de edad padecen cáncer de próstata entre el 70 % y el 90 % de los varones, pero se ha comprobado que el 50 % de los hombres ya tienen neoplasias prostáticas a los 50 años. La supervivencia se sitúa en el 91 % a los diez años del diagnóstico, que debe ser precoz para evitar males mayores, como la metástasis.
“Las revisiones urológicas a partir de la cincuentena, a los cuarenta años si existen antecedentes familiares, no son un antojo médico, sino una necesidad preventiva contra el cáncer o la hiperplasia benigna de próstata (HBP). Los hombres tienen que ir al urólog@ como hacen las mujeres con su ginecólog@“, dice el Dr. Gómez Sancha.
El cáncer de próstata es de crecimiento lento y si llegáramos a vivir 90 años o más, prácticamente todos padeceríamos este cáncer. “Es un dato extraído de las autopsias. Muchos moriremos con cáncer de próstata pero no de cáncer de próstata”, subraya.
A nuestro paciente le palparon nódulos en un tacto rectal y la prueba de PSA (Antígeno Prostático Específico) ofreció valores elevados, solo un indicador de posible prostatitis, HBP o neoplasias.
La biopsia transrectal guiada por ecografía, puncionando la próstata a través del recto, puede dar falsos negativos, ya que no es una prueba concluyente, lo que retrasa el diagnóstico de cáncer, un mal escenario.
Para diagnosticar con exactitud el cáncer de próstata el paciente debe someterse a la potencia de una Resonancia Magnética Nuclear (RMN), que detecta tumores invisibles, y mejor aún si se combina con la ecografía vía transperineal (Biopsee), que elude introducir el palo del ecógrafo por el recto.
Además, biopsee evita las infecciones urinarias y las sepsis, bajando del 3 %-5 % de casos en las biopsias tradicionales al 0 %-0,1 % de la fusión tecnológica.
Este fluido prostático, junto al líquido viscoso de las vesículas seminales, se unirá a los espermatozoides que llegan desde los testículos a través de los conductos deferentes. El semen, ya formado, alcanza entonces la base de la uretra, donde será eyaculado al exterior del pene durante el orgasmo masculino.
El equipo de vanguardia del Dr. Gómez Sancha, compuesto por los cirujanos Moisés Rodríguez-Socarrás, Javier Reinoso Ebers y la enfermera de quirófano Nuria Torrego Barroso, ha abierto pequeños orificios en el abdomen del varón, donde han colocado varios puertos por los que se introducirán los brazos mecánicos de Da Vinci y el instrumental quirúrgico que llegará hasta el último rincón de la cavidad pélvica.
El uso de la robótica Da Vinci obliga a distanciar unos metros al líder del equipo de cirujanos de la mesa de operaciones, donde se encuentra el paciente. La comunicación entre especialistas se establece de forma bidireccional a través de micrófonos y altavoces, de tal manera que exista una coordinación constante durante la intervención quirúrgica.
El cirujano jefe opera con la vista centrada en las imágenes que le ofrecen las minicámaras digitales del robot desde la consola principal. Los brazos robóticos, tanto del líder del equipo como de sus colegas, se manejan con mandos al estilo vídeojuego, una técnica que resulta infalible cuando está en manos hábiles… y buenos pies.
Fases de la cirugía robotizada: entrada del instrumental a la zona quirúgica, preparación y limpieza de adherencias en la zona de acceso a la próstata, linfadenectomía, prostatectomía, sutura del conducto uretral al cuello de la vejiga y extracción de la próstata por el abdomen.








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