La profesión medica española considera que los 38 siglos de historia que avalan el valor de todo lo que significa y ha significado la relación médico paciente es más que suficiente para lograr que la UNESCO declare esta relación como Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad

Con ocasión de su VI Convención de la Profesión Médica, con más de 600 asistentes pertenecientes a la Organización Médica Colegial (OMC), la propuesta ha sido retomada con la idea de internacionalizar la solicitud para que cobre mayor empuje.
Este reconocimiento serviría para proteger esta relación de las amenazas que hoy se ciernen sobre la misma y para favorecer su promoción, ha defendido uno de los principales impulsores de la idea, el doctor Patricio Martínez, hoy presidente de Honor de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM).
En la introducción del documento que ha servido de base para lanzar la candidatura, se afirma que es evidente que la relación médico paciente, en sí misma, aporta una mejoría terapéutica indiscutible, “acompañando el sufrimiento y el bienestar, mejorando la orientación diagnóstica y reduciendo la necesidad de pruebas complementarias”.
Se afirma asimismo que es innegable que la relación médico paciente “se encuentra amenazada, debido a la intersección de numerosas influencias de índole político, social, económico, industrial e, incluso, de la propia Medicina”.
A juicio de Patricio Martínez hay que luchar para volver a convertir al médico de familia en el centro asistencial de todo un sistema sanitario que se debate hoy entre la tecnificación, la superespecialización y el desconocimiento de quien es el último responsable de la recuperación de la salud del ciudadano.
“Es necesario recuperar en toda su magnitud la cuestión del médico de familia, no le vaya a ocurrir lo que le sucede ahora a la medicina interna que con tanta especialidad se ha quedado vacía de contenido”.
Y en este análisis de la actual situación, el doctor José Ramón Repullo, director de la Fundación para la Formación de la OMC identificó cinco ámbitos:
La aversión al riesgo y a las expectativas inapropiadas de los pacientes: “hablamos de hipocondria, de la demanda excesiva e inapropiada de una cultura donde todo el malestar es susceptible de codificación como enfermedad y amerita tratamiento médico”.
“De la utilización de servicios ante cualquier síntoma, signo o preocupación, y de compulsión a someterse a pruebas diagnósticas y a cribados para reasegurar la ausencia de enfermedad”.
“La equidad desanconseja, y además con razón, poner precio a los servicios, pero su ausencia no modula la demanda inapropiada” e incluso ésta puede ser inducida por agentes comerciales que se benefician del consumismo sanitario.
“La debilidad del médico personal, de ese agente confiable del paciente quita un recurso esencial para evitar expectativas que no sean razonables”.

Médico paciente: la regla del rescate
El segundo elemento sería la regla del rescate y Repullo lo definió así:
“El rescate es un impulso humano y plural, que lleva a tratar de ayudar a la persona identificada y concreta cuya vida está en peligro con independencia de los costes, y produce un oscurecimiento de la racionalidad, una especie de conciencia crepuscular cuando asistimos a alguien en riesgo de morir, con independencia de la inclemencia o inutilidad de nuestra obstinación terapéutica”.
La regla del rescate ”es moralmente aceptable porque responde y escenifica el respeto que damos al valor intrínseco de la vida humana pero es valiosa cuando hay una posibilidad de evitar un fallecimiento”.
“Pero esa regla supone también un debilitamiento de la racionalidad especialmente cuando la probabilidad de sobrevida es muy baja, muy corta o con una calidad deplorable o también cuando los costes crecen exponecialmente.
En tercer lugar, Repullo aludió a las conductas de resarcimiento, que dijo se evidencian “por la hostilidad de los pacientes contra el médico que le presta una asistencia normal, solicitando más recursos, más caros, diferentes, para recuperar lo que ellos suponen llevan pagando como cotizantes o ciudadanos”.
En cuarto lugar colocó la fascinación tecnológica, “complementada con la desintegración de la medicina de los procesos y la eclosión de los procedimientos y diagnósticos terapéuticos como fragmentos autonomizados”.
“Los pacientes expresan con frecuencia crecientes demandas tecnológicas específicas: ´doctor quiero que me opere la próstata con el robot´”.
A su juicio, la fascinación tecnológica lleva a “una predilección acrítica por aquellas intervenciones basadas en instrumentos y equipos sofisticados, caros, realizados en unidades de gran reputación y a ser posible en hospitales terciarios: es la victoria de la alta tecnología sobre el contacto y la proximidad del médico con el paciente”.
Aversión a la incertidumbe
En quinto y último lugar está la aversión a la incertidumbre en la práctica clínica.
Entre los facultativos, según Repullo, se extiende el “patético intento de reducir a cero la incertidumbre para tomar buenas decisiones”.
“La incertidumbre es aborrecida y se intenta obviar con sucesivas e interminables pruebas y análisis en la vana fantasía de hacerla desaparecer….”
Todo esto, ha concluido, colabora a una “gran epidemia diagnóstica y también en ocasiones los estudios inconscientemente compasivos, porque al hacer cosas en los pacientes por inútiles que sean quizás escenificamos ante ellos y ante nosotros mismos que no tiramos la toalla y no les desahuciamos”.
Retos:convivir con los riesgos de la vida
Sobre los retos a asumir en esos cinco ámbitos, José Ramón Repullo ha sostenido que en primer lugar hay que superar la fabulación colectiva de vencer la muerte y la enfermedad y aprender y enseñar a convivir con los riesgos a la vida, controlando la medicalización y medicamentalización del malestar y la vida cotidiana.
En segundo lugar ha defendido que hay que enfrentar la muerte “sin tanatofobia, aprendiendo a crear burbujas protectoras de cuidados paliativos y humanos, donde el paciente moribundo esté defendido de la obstinación terapéutica y de la medicina multiservicios, episódica y atolondrada y donde se le asegure el confort clínico y el acompañamiento profesional y personal”.
También ha abogado por ejercer la “ética de la negativa ante conductas insolidarias, demandas caprichosas o solicitudes de cuidados inapropiados e innecesarios de los pacientes”.
En su opinión el médico debe actuar como agente del paciente pero defendiendo el pensamiento científico y el interés general de la sociedad.
Finalmente ha indicado que hay que “moderar el entusiasmo por innovaciones aún inmaduras”, construyendo un capital de confianza en base al propio medico, a su equipo y no fomentar que ese capital se estructure en torno a procedimientos y tecnologías singularizados, publicitados o de moda”.
Repullo invitó a volver a disfrutar de la buena medicina clínica:
”Hay que aprender a cohabitar con la incertidumbre que plantea cada enfermo” y a enfrentar las decisiones clínicas con una buena formación, con un excelente entrenamiento y “una pasión insobornable por servir al ser humano que sufre”.
Comprometidos con la sociedad
La VI Convención de la Profesión Médica, celebrada en Madrid los días 16 y 17 de noviembre bajo el lema ” Liderando la profesión, comprometidos con la sociedad y con los médicos”, se clausuró con la presentación de conclusiones sobre los temas tratados: profesionalismo en la medicina privada, ley de eutanasia, igualdad de género, y el tema de la candidatura a la Unesco.
Sobre el modelo sanitario privado se consideró que se ha “socializado”, siendo su característica principal los grandes niveles de satisfacción del usuario, el bajo coste de las pólizas y la baja retribución de los profesionales.

Asimismo se dijo que la tendencia es al colapso de este modelo de asistencia debido a que no es atractivo para los profesionales jóvenes, dificultando el relevo generacional y dando lugar a problemas de accesibilidad y a la aparición de listas de espera.
En cuanto a la ley de eutanasia y el suicidio asistido se recordó que la profesión médica está al servicio del ser humano y de la Sociedad y que respetar la vida humana, la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del individuo y de la comunidad son los deberes primordiales del médico.
Se consideró que la eutanasia está en la agenda política dada su trascendencia y complejidad y que la discusión llevada a cabo en esta Convención “suscita la necesidad de una profunda reflexión y un debate interno en el seno de la Asamblea General”.
Sobre la feminización de la profesión médica, la exigencia profesional y de desempeño y la conciliación laboral y familiar se concluyó que se “hacen precisos cambios estructurales y organizativos” para dar respuesta en el contexto biográfico médico a situaciones claramente injustas y discriminatorias que han de ser abordadas con premura.
El ex vicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra fue el encargado de inaugurar este encuentro, en el que también participaron las ministras de Sanidad, María Luisa Carcedo, y Defensa, Margarita Robles.
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