Los neumólogos quieren dar la batalla contra la contaminación. El objetivo es frenar las más de 31.000 muertes prematuras que se registran al año en España por una mala calidad del aire, también asociada a una mayor agresividad de la COVID-19

Reducir el progresivo aumento de las infecciones pulmonares es otro de los objetivos que se persiguen con la mejora de la calidad del aire, y aunque no existe todavía mucha evidencia científica, si hay algunos estudios que asocian la alta contaminación a una mayor agresividad de la COVID-19.
Así lo ha puesto de manifiesto la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) en la apertura del año SEPAR (2020-2021) que estará centrado en la calidad del aire, el cambio climático y la salud.
Su presidente, Carlos Jiménez Ruiz, ha defendido la necesidad de que la población sepa y conozca cuales son los riesgos para la salud como consecuencia de respirar un aire que no cumple los estándares de calidad y ha instado a toda la sociedad a asumir un compromiso personal.
En el debate han participado, entre otros, la doctora Isabel Urrutia, coordinadora del Área de Medio Ambiente de SEPAR; Ana de los Ángeles Marín, directora de la Oficina de Estrategia de Movilidad del Ministerio de Transportes; Marta Muñoz Cuesta, subdirectora general de Aire Limpio y Sostenibilidad Industrial; y Pilar Aparicio, directora general de Salud Pública.
Para SEPAR, proteger la calidad del aire y del medio ambiente es “crucial para cuidar de nuestra salud respiratoria y de la salud humana en general”.
En opinión de la Doctora Urrutia ya no hay excusa y ” debemos comprometernos con medidas adecuadas para preservar y mejorar la calidad del aire”.
Neumólogos: batalla a la contaminación
En el “Año SEPAR” 2020-2021, los neumólogos pretenden sensibilizar a la sociedad española y a las autoridades sanitarias y políticas para seguir trabajando contra la contaminación.
También se han fijado como objetivo aumentar el conocimiento de las enfermedades respiratorias entre la ciudadanía con la finalidad de mejorar la salud pública.
La sociedad, han explicado sus portavoces, es consciente que si no cuidamos el medio ambiente, el aire que respiramos, los ríos, las montañas, los campos, los mares… se malbaratan las fuentes de recursos naturales y se deteriora el hábitat, pero hay algo más en juego: la salud.
Inspiramos alrededor de 2.800 veces por día y en cada inspiración además de oxígeno y nitrógeno gaseosos nuestros pulmones inhalan otras sustancias y partículas procedentes de la contaminación de automóviles, industrias, construcción y otras fuentes relacionadas con la actividad humana.
Este “Año SEPAR”, han explicado, será un año especialmente dedicado a desarrollar actividades de divulgación y sensibilización encaminadas a la mejoría de la calidad del aire destacando los riesgos que entraña el cambio climático.
La iniciativa de los neumólogos contra la contaminación cuenta con Boehringer Ingelheim y GSK como socios estratégicos y como colaboradores a Faes Farma, Sanofi Genzyme, Philips y EPHA (European Public Health Alliance).

Material particulado, el malo de la película
El material particulado (PM), junto con el monóxido de carbono, los hidrocarburos aromáticos policíclicos y los óxidos de nitrógeno y de azufre, constituyen el principal contaminante atmosférico.
Las partículas en suspensión pueden variar en función de la combustión de los motores, pero también suma la calefacción doméstica o la agricultura y ganadería intensiva.
El tamaño de estas partículas, por ejemplo las PM10, que son menor o igual a 10 micras, son determinantes para la salud.
Cuanto más pequeñas sean las partículas, penetran con mayor profundidad en las vías respiratorias llegando hasta los bronquios, los alvéolos y el torrente sanguíneo, con el correspondiente daño.
Efectos sobre la salud
De acuerdo con las mismas fuentes, las personas que conviven con un nivel de contaminación alto son más propensas al deterioro prematuro de los pulmones y al desarrollo de enfermedades respiratorias crónicas.
Los altos niveles de contaminación del aire también pueden provocar exacerbaciones en personas con asma o enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
Además, las enfermedades pulmonares relacionadas con la contaminación del aire aumentan el riesgo de trastornos del corazón y de los vasos sanguíneos y pueden aumentar el riesgo de cáncer de pulmón.
Según la OMS, son muchos los efectos a corto y largo plazo que la contaminación atmosférica ejerce sobre la salud de las personas.
La contaminación atmosférica urbana aumenta el riesgo de padecer enfermedades respiratorias agudas, como la neumonía, y crónicas, como el cáncer del pulmón y las enfermedades cardiovasculares.
La contaminación atmosférica afecta de distintas formas a diferentes grupos de personas, pero los efectos más graves se producen en las personas que ya están enfermas.
Los grupos más vulnerables, como niños, ancianos y familias de pocos ingresos y con un acceso limitado a la asistencia médica son más susceptibles a su efectos nocivos.
Contaminación y COVID
De acuerdo con SEPAR, una revisión crítica de 57 estudios sobre contaminación y COVID 19, publicada en Science of The Total Environment señala que “los factores medioambientales influyen de manera significativa en la transmisión de la COVID-19 y viceversa”.
Esta revisión concluye que la pandemia ha tenido un impacto indudable en la sociedad y la economía, pero que, en contrapartida, ha permitido disminuir el deterioro del medio ambiente.
Las acciones adoptadas por los gobiernos para combatirla, consistentes en limitar los movimientos de personas y vehículos, y limitar la actividad industrial, se han traducido en reducciones de la contaminación del aire y una mejora de la calidad del medio ambiente.
En particular en países con una situación más adversa de la pandemia, como Estados Unidos, China, Italia o España.

Así, en Europa los niveles de CO2 han caído en torno a 390 millones de toneladas durante el periodo de confinamiento; en Estados Unidos las emisiones de carbón cayeron un 40 % durante ese periodo debido a la reducción del tráfico rodado.
El hecho es que el periodo de mejora de estos factores ambientales ha contribuido a reducir las cifras de transmisión como de mortalidad de COVID-19, según las mismas fuentes.
En cambio, no hay resultados concluyentes de cómo influye la meteorología y factores como la velocidad del viento, la humedad o la temperatura en la transmisión y mortalidad por COVID-19, aspectos en los que se deberá seguir investigando.
No obstante, algunos trabajos, han encontrado que la calidad del aire de la ciudad de Nueva York aumentó significativamente la diseminación de las infecciones por COVID-19.
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