El doctor Pedro Gargantilla, escritor, divulgador, profesor de Historia de la Medicina y jefe de Medicina Interna en el Hospital de El Escorial (Madrid), reflexiona sobre el uso de la tecnología en el control de la pandemia; lanza una pregunta, aporta un análisis y termina con otra pregunta

El motor de nuestra sociedad está centrado en la productividad, por eso desde ciertos sectores se insta a encontrar soluciones socioeconómicas de forma rápida en aras de evitar un mayor descalabro financiero.
La infotecnología, auspiciada por complejos algoritmos matemáticos se muestra como una de las soluciones más eficaces para controlar la desescalada y evitar nuevos repuntes epidemiológicos.
Esta “vacuna digital” tiene a nivel geopolítico sus partidarios y detractores. Hay que tener presente que en los países occidentales prima la libertad, un concepto que en muchas ocasiones anteponemos a los de riqueza o paz, mientras que en Oriente se concede una mayor importancia a la armonía.
Los europeos hemos vivido en una zona de confort durante las últimas décadas, sin un enemigo visible al que tuviéramos que hacer frente. Con el final de la Guerra Fría derribamos las fronteras que protegían nuestra “aldea irreductible” y permitimos una mayor hiperconectividad entre las ciudades.

Por este motivo, una de las medidas que se plantean a nivel de las democracias europeas, para contener la pandemia, es el cierre de las fronteras. Pero, ¿hasta cuándo se debe prohibir el tránsito?
Vayamos al otro extremo. Desde los países totalitaristas, sin embargo, se aboga por la “vacuna digital” como herramienta de control frente a la pandemia. Estos regímenes defienden el empleo de la tecnología –a través de los dispositivos móviles-para conocer donde se encuentra cada ciudadano en un momento determinado.
Hace algunas semanas pudimos valorar la efectividad de este modelo cuando los sistemas de control mostraron que el cuarenta por ciento de los ciudadanos de Lombardía desobedecían las recomendaciones y se saltaban el confinamiento.
A pesar de sus bondades, las sociedades occidentales se muestran contrarias a dejarse seducir por la lógica aparente de los totalitarismos. Una manzana que debemos rechazar porque con ella corremos el riesgo de caer en las redes de un “gran hermano”, de forma que el Estado disponga de una excesiva información sobre nuestra cotidianeidad.
En este sentido, son muchas las voces que alertan de las maldades de los modelos matemáticos basados en el radiomarcaje, las cuales podrían poner en jaque nuestra preciada privacidad.
Pero detengámonos un momento e intentemos extrapolar las enseñanzas biológicas de la pandemia a nuestra sociedad.
Los médicos hemos podido observar a lo largo de estas semanas que las complicaciones y las muertes se producen, en la mayoría de los casos, como consecuencia de una hiperrespuesta de nuestro sistema inmunitario, más que por la propia infección.
Entonces, ¿no nos estaremos excediendo con la respuesta política, económica y social? ¿Es posible que la “vacuna digital” se convierta en desmesurada y dañina respuesta?
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