Atrapados por una pandemia, así se resume el 2020. El mundo lo despide con 80 millones de infectados y camino de los dos millones de muertos. Las vacunas, desarrolladas en tiempo récord traen un billete a la esperanza con el que olvidar un año teñido por el SARS CoV-2, un coronavirus que ha distorsionando de modo nefasto la realidad sanitaria, social, económica, política y cultural de un planeta pillado por sorpresa
Con más de 25 millones de infectados, Europa ha encabezado junto al continente americano (más de 34 millones) el epicentro de una pandemia, que curiosamente deja a África como el territorio menos afectado.
EEUU, Brasil, India, México, Italia, Reino Unido, Francia, Irán, Rusia, España, Argentina, Colombia y Perú son los que han registrado el mayor número de muertos en este año que todos queremos borrar del calendario.
Según la OMS, solo catorce países están libres o declaran estar libres de la COVID, de los 195 reconocidos por la ONU.
Pero los expertos advierten que la gran pandemia podría estar por llegar y sin salud global todo se viene abajo.
La enfermedad X
Una desconocida “enfermedad X” se colaba en 2018 en la lista que confecciona la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre las bacterias o virus capaces de provocar una epidemia mundial.
Acompañaban a la enfermedad X, algunas tan conocidas y recientes como el ébola y el virus del Zika; y las primas hermanas del actual coronavirus: el MERS- CoV y el síndrome respiratorio agudo grave (SARS).
En la coctelera de los modelos predictivos sobre la enfermedad entraban múltiples factores: desde la crisis climática hasta un posible agente químico, sin olvidar la zoonosis.
¿Era entonces un secreto a voces que nadie quiso escuchar?
Todo parece que comenzó en Wuhan
El caso es que el 30 de diciembre pasado, hace un año, se empezaron a atender en los hospitales de Wuhan (China) pacientes con cuadros de una neumonía extraña.
A partir de ahí comenzó una montaña rusa de acontecimientos que trastocó la vida diaria de millones y millones de habitantes en todo el mundo.
Estados de alarma, de emergencia, confinamientos, prohibiciones de salir de las propias casas; colegios, teatros, bares y comercios cerrados a cal y canto; horarios restrictivos para pasear al perro, a los niños, a los ancianos…
El nuevo virus, que mide una diezmilésima de milímetro de diámetro, comenzó entonces a mostrar su cara y todo apuntaba a que procedía de un murciélago.
La propagación mayor, se alertaría meses más tarde, era por aerosoles. Se imponían las mascarillas, las distancias y los espacios abiertos.
La tesis hoy confirmada, alberga, no obstante, algunas incógnitas: No se conoce al paciente cero, ni en qué fecha exacta comenzó a circular el virus.
Algunas hipótesis se remontan a 2019.
Tampoco se sabe -y es un dato importante- que animal sirvió de hospedero antes de saltar al humano.
Se atribuye a la empresa canadiense BlueDot el primer aviso de que se trataba de un virus, tras analizar, ayudada por la inteligencia artificial, más de 100 conjuntos de datos contenidos en noticias, venta de billetes de avión, datos demográficos, datos climáticos y poblaciones de animales.
Los sistemas sanitarios de todo el mundo, incluidos los más desarrollados se vieron desbordados: Urgencias colapsadas, falta de respiradores, operaciones canceladas y dolencias crónicas o graves eran tratadas de forma telemática cuando se podía.
La Covid-19 resultó además un disparador de mortalidad para pacientes con diabetes o dolencias cardiovasculares.
Entre los muchos que lograron vencer al virus, los hay que refieren todavía tener secuelas físicas, psicológicas, de movilidad o neurológicas que se resisten a abandonarlos.
Aunque los datos registrados reflejan una mayor incidencia entre los hombres, se considera que el mayor impacto sociosanitario recaerá en las mujeres, junto con las poblaciones más desfavorecidas.
También las consecuencias psicológicas más devastadoras del confinamiento recaerán sobre ellas, por el aumento de episodios de violencia sexual, física y psicológica.
FOTO EFE/Chema Moya
Año 2020, imágenes impensables
El año 2020, año de la COVID-19, nos ha dejado imágenes antes impensables:
Miles de personas circulando con mascarillas; hospitales de campaña plantados en mitad de las calles; pistas de patinaje sobre hielo acondicionadas como morgues.
Personal sanitario desbordado y conmocionado, protegido con bolsas de basura a modo de trajes EPIS por la escasez de material al inicio devastador de la pandemia.
Ancianos sufriendo y muriendo, en la más absoluta soledad, en las residencias.
(En España se estima que casi la mitad de las muertes, que alcanzan ya las 50.000 según datos oficiales, se dieron en los centros geriátricos).
Científicos saliendo del anonimato para explicar de que iba todo esto y en horarios de máxima audiencia, algo inaudito en un pasado reciente.
Y las “colas del hambre” frente a los comedores sociales, que ya creíamos superadas….
Atrapados en la pandemia: salud mental
El 58 % de los europeos ha padecido problemas psicológicos durante el confinamiento, con mayores porcentajes en España (69 %), Italia (63 %) y Gran Bretaña (63 %) e inferiores al 50 % en Alemania.
Los datos son de un estudio llevado a cabo por el Elma Research Institute durante el mes de septiembre en Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, España y Polonia.
Recogido por el Colegio Oficial de Psicólogos, el informe destaca los trastornos del sueño (media europea 19 %; España 25 %); la falta de energía o debilidad (media europea 16 %; España 19 %); tristeza o ganas de llorar (media europea 15 %; España 21 %).
Apunta asimismo a las preocupaciones excesivas y temores (media europea 14 %; España 19 %), falta de interés en hacer cosas (media europea 14 %; España 15 %); ataques de pánico y ansiedad (media europea 10 %; España 11 %).
EFE/EPA/MORRY GASH / POOL
Vacunas: 16.000 millones de dosis
Pero el año 2020 termina con una buena noticia: ya hay vacunas. Harán falta más de 16.000 millones de dosis para cubrir a la población mundial. La logística descomunal de su distribución no ha hecho más que comenzar.
El tiempo récord en que han aparecido es considerado un hito histórico. Las primeras en llegar al mundo occidental son las de Pfizer y Moderna, pero hay otras muchas que ya enfilan la recta final como la de Oxford.
Rusia ya tiene la suya, la Sputnik V, y China, que ya ha inmunizado a un millón de ciudadanos, anuncia una producción a gran escala.
La vacuna aprobada en Europa, afirman los expertos, es segura y no hay otra alternativa, pero quedan algunos interrogantes:
No se sabe todavía si será efectiva ante la nuevas variante del virus detectada en Reino Unido, o las que estén por venir, aunque se presume que sí.
También se desconoce si podrá impedir los contagios o si solo evitará que el vacunado desarrolle la enfermedad.
Y no se sabe aún cuánto tiempo durará la inmunidad.
La decisión de las autoridades en la mayoría de los países es vacunar primero a los mayores, también a los más vulnerables, y al personal sanitario.
De hecho, los últimos días del 2020 nos han brindado imágenes emocionantes de los primeros ancianos y médicos vacunados, tanto en Europa como en el continente americano. Algunos sin poder contener el llanto en recuerdo de los compañeros muertos.
El reto es que para antes del otoño de 2021, un porcentaje elevado de la población esté vacunada; con un 70 por ciento se podría empezar a hablar de inmunidad colectiva.
Pero se teme que este ritmo de vacunación no sea el mismo para los países menos desarrollados.
El caso de África
En entrevista a EFEsalud, Antoni Plasència, director general del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y médico Consultor en Salud Internacional en el Hospital Clínic, no duda en apuntar que con la situación actual es imposible, mirando el mapa del mundo, obtener una foto fija.
La situación es de montaña rusa, y donde la primera ola fue controlada (Alemania o Portugal) hoy asisten a una segunda mucho más acentuada, e incluso a una tercera.
Antoni Plasència, director general ISGlobal
“Siempre hemos tenido situaciones de riesgo de pandemias, la diferencia es que ahora por las características de nuestro mundo fuertemente interconectado, interdependiente, y además la velocidad a la que se mueve, digamos que el riesgo queda más amplificado, y vemos que puede afectar a todo el planeta en días o semanas”, valora Plasència.
“Y de cara al futuro advierte que hay que tener en cuenta que esta pandemia no es necesariamente la gran pandemia que podría llegar”.
Sobre África, que de momento es la menos afectada aunque el virus también circula, refiere que hay varias hipótesis para esta baja incidencia:
Una más demográfica que apunta a su población muy joven, mas que en otros continentes, y por lo tanto la afectación es menor.
La segunda hipótesis es mas sanitaria: poca capacidad diagnóstica para confirmar situaciones de COVID.
La tercera interroga hasta qué punto la historia de infecciones en África, la exposición a un espectro amplio de patógenos, estaría explicando algunas capacidades inmunitarias.
Pero, a su juicio, es un poco pronto para extraer conclusiones.
Hay que “estar muy vigilantes hacia este continente o otros países muy vulnerables”, especialmente a algunos de América Latina, estima este experto.
Con las vacunas “es previsible un cierto cambio, no radical, pero si un cierto cambio del escenario, y habrá que seguir manteniendo medidas de rastreo y seguridad individual y social”, hasta lograr un porcentaje alto de inmunidad.
También una “cierta resiliencia social, en el sentido de entender las complejidades del momento y no dejarnos llevar por la fatiga pandémica”.
Concluye Plasència que es pronto para hacer una foto del impacto, pero sí considera que la factura mayor será el agravamiento de las desigualdades en términos de salud, en España y fuera.
China y algunos países asiáticos vecinos, “nos han enseñando que ellos sacaron lecciones del SARS CoV-1, y nosotros tendremos que hacer los mismo con el 2, para estar mejor equipados para la siguiente pandemia sea del SARS o de lo que sea “.
Reconocer las incertidumbres
Los expertos de ISGlobal – plataforma de investigación médica y académica impulsada por la Fundación La Caixa- apuntan que otra lección importante a aprender es la necesidad de comunicarse a tiempo y de una forma transparente con las poblaciones afectadas, y de empoderarlas para que tomen sus propias decisiones.
La crisis de la COVID-19 ha subrayado en este año 2020 la necesidad de proporcionar una comunicación clara y en el momento adecuado, “y algo muy importante: la relevancia de reconocer las incertidumbres relacionadas con un nuevo virus y una nueva enfermedad”.
Esto es algo que solo puede lograrse si se han establecido con antelación protocolos y canales de respuesta y de comunicación tempranas, y el impacto que ejerzan dependerá en gran medida del grado de confianza pública en la ciencia y en las autoridades.
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