“Las alergias y las intolerancias alimentarias son cada vez más frecuentes. En ocasiones los términos son empleados indistintamente lo cual supone un error de primera magnitud que puede ocasionar un importante problema de salud. Es, por lo tanto, imprescindible diferenciar la alergia alimentaria de la intolerancia alimentaria”, advierte en un artículo para EFEsalud la endocrina Dolores del Olmo

¿Alergia o intolerancia alimenticia?
Los lácteos y los huevos pertenecen al grupo de alimentos que provocan alergias alimentarias. EFE/ Soledad Contreras
  • 17 de agosto, 2015
  • DOLORES DEL OLMO

La doctora Dolores del Olmo forma parte del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Severo Ochoa de Madrid y es miembro del área de nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

¿Alergia o intolerancia alimentaria?

Por Dolores del Olmo

Las alergias y las intolerancias alimentarias son cada vez más frecuentes. En ocasiones los términos son empleados indistintamente lo cual supone un error de primera magnitud que puede ocasionar un importante problema de salud. Es, por lo tanto, imprescindible diferenciar la alergia de la intolerancia alimentaria.

La alergia alimentaria se produce por reacciones inmunológicas frente a una o varias proteínas contenidas en el alimento. El cuerpo responde de una manera anormal frente a estos alergenos produciendo una respuesta inmune mediada, la gran mayoría de las veces, por inmunoglobulina E (IgE), aunque también pueden estar implicadas otras reacciones inmunológicas.

Por el contrario, las intolerancias alimentarias, por definición, no son reacciones inmunológicas; es decir, se trata de respuestas negativas a la ingesta de ciertos alimentos que no están mediadas por inmunoglobulinas. El término intolerancia alimentaria se utiliza hoy en día de forma muy amplia e incluye cualquier síntoma desagradable relacionado con algún alimento: gases, distensión abdominal, diarrea, cefalea…..

Las alergias alimentarias producen reacciones graves, cutáneas, gastrointestinales y/o respiratorias, habitualmente de forma inmediata, que pueden llevar a la muerte por anafilaxia. Por el contrario, las intolerancias alimentarias suelen ocasionar síntomas inespecíficos, sobre todo gastrointestinales, horas o incluso días después de ingerido el alimento.

intolerancia a la lactosa
El mercado se ha llenado de opciones para los intolerantes a la lactosa.

Un ejemplo de intolerancia alimentaria es la intolerancia a la lactosa: no hay que confundir la intolerancia al azúcar de la leche, es decir a la lactosa, con la alergia a las proteínas de la leche. La falta (total o parcial) de la enzima encargada de digerir la lactosa, la lactasa, es la responsable de la clínica asociada a la ingesta de leche: dispepsia, gases, diarrea… Nada tiene que ver con la reacción alérgica a las proteínas de la leche de vaca, caseína o lactoalbúmina, mediada por IgE.

La enfermedad celiaca tampoco es alergia al gluten, como se dice demasiado frecuentemente, aunque esta situación es más compleja que otro tipo de intolerancias, y sí vemos implicado al sistema inmune, por lo que tampoco podría considerarse una intolerancia común.

La mayoría de las intolerancias alimentarias dependen de la cantidad de alimento ingerido, mientras que una reacción alérgica puede ser incluso mortal con la presencia de cantidades mínimas del alergeno.

Mientras que para las alergias alimentarias existen pruebas diagnósticas específicas (test cutáneos, determinación de IgE…), el único método fiable para el diagnóstico de las intolerancias alimentarias es la recogida exhaustiva de información en un diario, en el que el paciente debe ir apuntando la ingesta de los alimentos y la clínica que aparece tras ella.

Una vez detectado el alimento sospechoso, se puede intentar confirmar la intolerancia con alguna prueba específica si la hay (por ejemplo el test de hidrógeno espirado tras tomar lactosa) aunque la mejor forma de confirmación es excluir el alimento de la dieta y comprobar la consecuente desaparición de los síntomas.

Hace unos años aparecieron unos test que pretendían detectar las intolerancias alimentarias, prometiendo incluso ser útiles para encontrar la causa de trastornos crónicos como la migraña, el colon irritable o la obesidad.

Todas las sociedades científicas de Alergología, y también las de Nutrición, rechazan la utilización de estos llamados test de intolerancias alimentarias. Publicitados a gran escala, incluso en informativos de medios públicos, son absolutamente innecesarios y poco fiables. Mueven importantes cantidades de dinero e involucran a personal, la mayoría de las veces, poco especializado.

Los informes que proponen, absolutamente carentes de rigor, condicionan que las personas se sometan a dietas estrictas y excluyentes que ponen en riesgo su salud.

La base pseudocientífica consiste en analizar los niveles en sangre de inmunoglobulina G (IgG) frente a múltiples alimentos. Sin embargo, la IgG no tiene nada que ver con la aparición de la intolerancia alimentaria, que como hemos dicho al principio, no se produce por ningún proceso inmunológico.

De hecho, la existencia de IgG debe interpretarse como una respuesta normal del organismo frente a los alimentos. Tal es así, que la aparición de anticuerpos IgG es, para los alergólogos, signo de buena respuesta a la inmunoterapia alimentaria que se realiza en algunos casos de alergias.

Algunas enfermedades crónicas de nuestro tiempo, como la artritis, el síndrome de colon irritable, el eccema crónico, la migraña, o la colitis ulcerosa se han relacionado con la existencia de intolerancias alimentarias. Quizá, en algunos pacientes, ciertos alimentos puedan ser factores precipitantes o predisponentes de la aparición de la clínica, pero hasta el momento no se han podido establecer una relación causal firme.

Tampoco en la obesidad estos test sirven para el diagnóstico, ni para el tratamiento. Son muchos los centros en los que se propone su utilización para establecer un plan de tratamiento, dicen que “personal e intransferible”, excluyendo los alimentos a los que se es intolerante, y por lo tanto los que se supone son responsables de la obesidad. En la patogenia de la obesidad hay implicados muchos factores, genéticos, psicosociales, metabólicos, pero ninguno de ellos tiene que ver con la intolerancia alimentaria. Si fuera tan sencillo….