El corazón de una persona adulta es capaz de bombear y distribuir más de 200 millones de litros de sangre a lo largo de su vida, desde que nace hasta que fallece hacia los 80 años de edad. Para conseguir este objetivo descomunal, “un milagro diario”, el músculo cardíaco necesita latir alrededor de tres mil …
Bradicardias y taquicardias, latidos arrítmicos del corazón
El corazón de una persona adulta es capaz de bombear y distribuir más de 200 millones de litros de sangre a lo largo de su vida, desde que nace hasta que fallece hacia los 80 años de edad. Para conseguir este objetivo descomunal, “un milagro diario”, el músculo cardíaco necesita latir alrededor de tres mil millones de veces, una vez cada segundo, más o menos.
El doctor Carlos Macaya Miguel, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid, explica los dos tipos de arritmias del sistema de conducción bioeléctrico del corazón: las bradicardias, cuando el músculo cardíaco late a un ritmo inferior a 60 pulsaciones por minuto; y las taquicardias, cuando se acelera en reposo y marca más de 90 o 100 latidos.
Arritmias cardíacas, lentas y rápidas
La sangre, más espesa que el agua, oxigenada y con energía, llega hasta la última célula del cuerpo humano a través del sistema vascular. Luego regresa al corazón para ser revitalizada nuevamente y repetir este proceso incesantemente. El recorrido sanguíneo se consigue con la sístole -contracción del corazón- y la diástole -dilatación del músculo cardíaco-.
“Si el corazón deja de latir durante cinco escasos segundos se comienzan a sentir mareos o un principio de desvanecimiento. A los diez segundos, un tiempo que es nada si lo comparamos con toda una vida, lo habitual es que el individuo pierda el conocimiento, lo que se denomina un síncope –desmayo-. Si la parada cardíaca persiste más de diez minutos la muerte está casi asegurada”, indica el doctor Macaya.
Hasta los diez minutos, sobre todo a partir del cuarto, el corazón sufre daños irreparables.
Para latir y latir ininterrumpidamente, el órgano más noble del cuerpo humano dispone de un sistema eléctrico que genera impulsos de forma rítmica, como si fuera un diapasón musical.
El nódulo sinusal o sinoauricular, donde se crean y regulan todos y cada uno de los latidos automáticos, independientes de la voluntad del individuo, se encuentra en el interior del corazón, en la aurícula derecha.

“Es como un interruptor. Envía estímulos periódicos para contraer el músculo cardíaco de forma rítmica: 60, 70 u 80 pulsaciones cada minuto. Las células disminuyen o elevan el ritmo cardíaco cuando nuestro cuerpo lo necesita”, indica.
Cuando necesitamos un ritmo superior, para que empiecen a funcionar los músculos al subir una escalera, por ejemplo, las células condicionan al corazón para que la frecuencia cardíaca aumente hasta 90 o más pulsaciones por minuto.
“Su tamaño es minúsculo, de dos a cuatro milímetros, y marca un pulso más o menos cada segundo; y sin necesidad de pilas o baterías. Esta señal se conduce por todo el músculo cardíaco a través de una especie cableado con el fin de alcanzar hasta la última célula encargada de la contracción cardíaca”, describe.
Dicho cableado pasa por las aurículas y de ahí a otro nódulo, que se llama auriculoventricular, para luego distribuirse por las ramas izquierda y derecha del corazón.
“Si el sistema bioeléctrico es rítmico, normal a cada edad y a cada esfuerzo, los latidos del corazón tendrán un ritmo sinusal; pero si no se generan suficientes impulsos, el sistema padecerá bradicardias, ritmo lento del corazón; situación que también puede suceder en las vías de distribución y en sus diferentes ramas”, señala.
“Por el contrario -continúa-, si el sistema está anormalmente excitado, tanto en el nódulo sinusal como en cualquier otra zona del músculo cardíaco, y se originan más estímulos de los necesarios, aparecen las taquicardias, ritmo acelerado del corazón. Son focos anómalos generadores de impulsos que compiten con el nodo principal”.
Tanto las bradicardias -lentas- como las taquicardias -rápidas- se diagnostican con un electrocardiograma (ECG) o un Holter.
“En la mayoría de los casos es suficiente con un sencillo y eficaz ‘electro’ que se hace en tiempo real y está disponible en cualquier consulta de cardiología. Cuando las arritmias no se detectan al momento, pero se sospechan, se emplea un Holter, prueba que registra la actividad bioléctrica del corazón durante al menos 24 horas”, apunta.
El doctor Carlos Macaya analiza las principales arritmias cardíacas (bradicardias y taquicardias) y sus tratamientos más innovadores.
Bradicardias del corazón
Enfermedad del seno
El tipo de bradicardia denominada enfermedad del seno se produce cuando el pulso cardíaco se origina correctamente en el nódulo sinusal (SA), se conduce bien al resto del músculo cardíaco, pero es muy lento, entre 20 y 60 latidos por minuto; lo que provoca fatiga, dificultad para respirar al caminar, mareos e incluso leves pérdidas del conocimiento y desmayos.

“Esta patología es habitual en personas mayores y, dependiendo del grado de enlentecimiento del corazón, se necesitará o no algún tipo de tratamiento, siendo el marcapasos el que soluciona la arritmia cardíaca”, apunta.
En ocasiones, a esta la enfermedad del seno se le denomina síndrome de bradicardia-taquicardia o parada sinusal porque el ritmo cardíaco lento se acompaña de una arritmia rápida, lo que provoca palpitaciones (sensación de percibir los latidos cardíacos).
Bloqueo auriculoventricular
El bloqueo auriculoventricular (AV) es otra bradiarritmia cardíaca que se produce cuando el impulso eléctrico que parte del nodo sinusal y estimula bien a las aurículas no llega adecuadamente a los ventrículos, los encargados de propulsar la sangre por medio de su contracción.

Los latidos ventriculares son lentos, menos de 60 por minuto, y se clasifican en tres grados: primero, retraso del impulso sin bloqueo; segundo -con los subtipos Mobitz I y II-, unos latidos se conducen y otros se bloquean; y tercero, todos los impulsos se bloquean y cada ventrículo se contrae a su ritmo.
La alteración se suele localizar en el nódulo auriculoventricular (AV) o en el Haz de His, ramas izquierda y derecha del sistema bioeléctrico del corazón (caras inferiores del tabique interauricular y del tabique interventricular), aunque también puede ser causado por fallos en otras estructuras cardíacas.
Los de primer grado no suelen requerir tratamiento.
Para el doctor Carlos Macaya “esta bradicardia origina mareos y síncopes, lo que obliga al paciente cardiológico a ir al médico a tratar la arritmia con la implantación de un marcapasos con el fin de evitar las pérdidas de conocimiento”, sobre todo en los estadios dos y tres de la enfermedad.
Bloqueo de rama
El bloqueo de rama, tanto de rama izquierda como de derecha, o completo, es otro tipo de bradicardia del corazón o lentitud en sus latidos.
Se manifiesta cuando el impulso eléctrico, que se origina “perfectamente” en el nódulo sinusal y discurre sin mayor problema por las aurículas y el nódulo auriculoventricular, llega al haz de His, donde el circuito se divide en dos ramas, izquierda y derecha, y se bloquea, provocando un asincronismo en los ventrículos.
Para que los ventrículos izquierdo y derecho se contraigan al mismo tiempo, el impulso, procedente de las dos ramas del haz de His, debe llegar a las dos cámaras de contracción del corazón a la misma velocidad.

“Cuando no es así, los ventrículos se contraen, pero uno de ellos se toma más tiempo que el otro, normalmente es más frecuente en la rama izquierda. Este retraso suele ser de una fracción de segundo y se refleja en el electrocardiograma con una variación de QRS más ancha de lo normal”, explica el doctor Carlos Macaya.
Un complejo QRS de un electrocardiograma consta de tres Ondas: Q, siempre negativa; R, siempre positiva y de mayor tamaño, la que identificamos claramente con la representación gráfica del electrocardiograma en forma de pico; y S, onda siempre negativa que sigue a la onda positiva.
La duración, amplitud y morfología de QRS no solo determinan arritmias, sino que indican otros trastornos cardíacos.
“Los bloqueos de rama, de izquierda o de derecha, per se, no producen bradicardias, salvo que el bloqueo sea en ambas ramas, lo que se denomina bloqueo de rama completo. En este caso, la disfunción del circuito eléctrico sí puede provocar una bradicardia importante o extrema que precise un tratamiento específico con implantación de marcapasos”, señala el doctor Macaya.
Solución tecnológica a las bradicardias
El tratamiento de los trastornos de conducción eléctrica del corazón que producen diferentes tipos de bradicardia, como la enfermedad del seno, el bloqueo auriculoventricular o los bloqueos de rama izquierda o derecha del haz de His, se lleva a cabo con la implantación de un marcapasos, el sustituto artificial del nódulo sinusal.
Se emplea cuando estas bradicardias, enlentecimientos del ritmo cardíaco por debajo de los 60 latidos por minuto, producen mareos, cansancio sin causa aparente, falta de aire y desmayos -síncopes-, e incluso vahídos, leves y momentáneas pérdidas de conocimiento.
El marcapasos es un dispositivo muy pequeño que ayuda al corazón a latir a un ritmo constante. Sustituye la función eléctrica del nodo sinusal, nuestro marcapasos natural.

“Se compone de un generador de impulsos eléctricos que incluye un circuito integrado que percibe los latidos del nodo sinusal y envía las señales oportunas para normalizar el ritmo cardíaco de forma automática, segura e inteligente”, dice el cardiólogo.
También dispone de uno o dos cables, según la necesidad auriculoventricular del paciente.
“Uno se conduce hasta el ventrículo derecho del corazón, lo más habitual; y el otro, cuando es necesario, hacia la aurícula derecha. En este caso se denominan bicamerales”, detalla.
El marcapasos se mantiene siempre activo mientras su batería conserve la energía. Esta pila se cambia cada seis, ocho o diez años, según el modelo del dispositivo, “aunque su duración es mayor a medida que evoluciona la tecnología”, apunta.
Los llamados “marcapasos a demanda” funcionan solo cuando se produce el ritmo lento o bradicardia. Cuando detectan un ritmo cardíaco acelerado, taquicardia, se desactivan.
El marcapasos, normalmente del tamaño de una caja de cerillas, se coloca en el interior del cuerpo humano, a la altura de la clavícula de uno de los dos hombros.

Existen otros modelos de marcapasos más vanguardistas, que no necesitan cables eléctricos.
“Tienen forma de supositorio, pesan dos gramos y miden 42 milímetros; apenas ocupan un centímetro cúbico en el interior del corazón. Se colocan directamente en el ventrículo y se anclan, todo con la ayuda de un catéter que se guía a través de la arteria inguinal. Su microordenador vigila el ritmo cardíaco y decide cuándo y cómo se liberan los impulsos eléctricos”, informa el galeno catalán.
Taquicardias del corazón
Extrasístole
Cuando una persona siente palpitaciones, sensación de vuelcos en el corazón, quizá padezca extrasístoles o contracciones prematuras normalmente ventriculares, aunque no son de extrañar las auriculares; un tipo de arritmias que se pueden clasificar dentro de las taquicardias, ya que “no son otra cosa que excitaciones eléctricas prematuras e inesperadas en el ritmo cardíaco”, indica.
“Suelen ser arritmias benignas -continúa- y no tienen mayor consecuencia para la salud; pero conviene que los pacientes con extrasístoles se hagan una evaluación cardiológica completa, aunque el resultado del electrocardiograma tenderá a ser normal, sin reflejo de patologías en el corazón”.

Al menos una de cada dos personas sufrirá estas arritmias a lo largo de su vida. Muchos las padecen y no tantos las sospechan, salvo aquellos que sienten vuelcos en el corazón. La mayoría son asintomáticas y pasan desapercibidas por completo.
Cuando las extrasístoles son muy frecuentes, y aparecen agrupadas en tres o más, tanto auriculares como ventriculares, se dice que son taquicardias. Las ventriculares, que se diagnostican más en personas mayores, aumentan el riesgo en pacientes con enfermedades cardiovasculares precedentes, diagnosticadas o no.
Si ya existen cardiopatías (valvulopatías, infartos, insuficiencia cardíaca, etc.) la extrasístoles pueden llegar a generar arritmias más peligrosas, como la taquicardia ventricular o la fibrilación ventricular, causante ésta de la muerte súbita.
En un corazón sano, normal, pueden ocasionar cierto cansancio; y solo se tratan cuando originan síntomas. Algunos medicamentos antiarrítmicos disminuyen este latido adelantado respecto a la frecuencia cardíaca normalizada.
Para prevenir las arritmias por extrasístole hay que abandonar el hábito tabáquico, el consumo excesivo de bebidas alcohólicas, de café, de té y de cualquier otro excitante.
También debemos reducir factores desencadenantes como el estrés o la ansiedad. Además hay que tener en cuenta los efectos secundarios de medicamentos para los resfriados y las alergias, que estimulan el ritmo del corazón.
Paroxística o supraventricular
Si las arritmias taquicárdicas se ponen claramente de manifiesto cuando el corazón late por encima de las 100 pulsaciones al minuto, es frecuente que todos y todas las padezcamos, ya que nuestra fisiología requiere esta velocidad cuando hacemos ejercicio físico o cuando sufrimos, por ejemplo, un proceso gripal: el ritmo del corazón se pone a 110, 120 o 130 latidos por minuto; una normalidad que se convierte en disfunción cardíaca al diagnosticarse una taquicardia paroxística o supraventricular.
“Una taquicardia fisiológica es lo esperado; en cambio -señala el doctor Carlos Macaya Miguel- la aceleración repentina e inesperada del corazón a una frecuencia de 150 o 180 latidos, que el paciente siente en forma de palpitaciones, y que desaparecen súbitamente, solo puede ser el síntoma de una arritmia patológica”.

Las arritmias taquicárdicas paroxísticas o supraventriculares, que pueden llegar incluso a los 250 latidos, “son rítmicas, rápidas y suelen reaparecer de forma periódica -recidiva-“, destaca el galeno. Pero, hasta esa próxima oleada arrítmica, el corazón vuelve a su ritmo normal, enlenteciéndose a 70 u 80 latidos pasados los segundos o los minutos; horas en los casos más graves.
El individuo puede notar palpitaciones, ansiedad, opresión torácica, dificultad para respirar, pulso rápido, sudoración y sensación de desmayo. A pesar de estos síntomas, suelen ser taquicardias benignas y tienen un tratamiento especial.
“A veces basta con el uso de ejercicios vagales para que desaparezcan -maniobra de Valsalva-, aunque conviene acudir al cardiólogo para que la estudie, la tipifique y prescriba el tratamiento más específico y adecuado para este tipo de taquicardia. Fármacos y ablación por cateterismo suelen ser dos de las soluciones más prácticas para solucionar las arritmias paroxísticas graves”, dice el cardiólogo.
La maniobra de Valsalva es una intervención física que provoca la estimulación del nervio vago, lo que a su vez provoca, no en todas las ocasiones, la desaceleración de la frecuencia cardíaca: el paciente, por ejemplo, sopla en una jeringuilla por donde se coloca la aguja, acostado boca arriba, durante quince segundos.
Un electrocardiograma, incluso un estudio electrofisiológico del paciente, serán necesarios para un diagnóstico preciso y eficaz. Y como es una arritmia que va y viene, intermitente, los pacientes tal vez requieran de la prueba añadida del Holter durante 24 o 72 horas.
Cuando las taquicardias supraventriculares (TSVP) o paroxísticas se acompañan de otros trastornos cardíacos, pueden llevar a la insuficiencia cardíaca o a la angina de pecho.
Aleteo y fibrilación auricular
El corazón se contrae y se relaja con un ritmo regular a partir de las señales eléctricas que emite el nódulo sinusal localizado en la aurícula derecha del músculo cardíaco, normalmente a 70, 80 o 90 latidos; pero si estos impulsos pasan a ser rápidos e irregulares, a 160, 170 u 180, estaremos ante una taquicardia de aleteo -Flutter-, que rondará los 300 latidos auriculares, o de fibrilación auricular (FA), que podrá alcanzar unos increíbles 560 o 600 latidos por minuto.

“Tanto el ‘flutter’ como la fibrilación auricular son dos arritmias muy prevalentes en el mundo, y ambas se caracterizan por un ritmo caótico en las aurículas; patología de una persona adulta que sería incompatible con la vida si dichas frecuencias se mantuvieran a nivel de los ventrículos”, dice el doctor Carlos Macaya.
“Afortunadamente para los pacientes de aleteo o FA, el nódulo auriculoventricular, que reparte los pulsos cardíacos a los ventrículos a través del haz de His y las ramas izquierda y derecha del corazón, solo transmite uno de cada dos, tres, cuatro, cinco o seis latidos provenientes de las aurículas”, añade.
Estas frecuencias auriculares provocan, en cualquier caso, latidos del corazón por encima de los 150 al minuto, “sobre todo cuando la arritmia cardíaca ha sido muy reciente”, señala el doctor Macaya.
El paciente podrá sentir, o no, palpitaciones, dolor en el pecho, mareos, sudoración, falta de aire, cansancio sin haber hecho ejercicio físico, ansiedad e incluso síncopes.
“Tanto el aleteo como la FA se controlan con tratamiento farmacológico o cardioversión eléctrica, pero el uno y la otra convivirán con el paciente cardiológico de por vida. Serán arritmias crónicas, aunque no necesariamente como taquicardias constantes, sobrepasando los 100 latidos por minuto, salvo que falle el tratamiento médico”, subraya.
Más de 40 millones de personas padecen fibrilación auricular a nivel global, según la OMS. Un millón de ellos y ellas solo en España, 90.000 de los cuales todavía están sin diagnosticar. Afecta a un 2% de la población general en Europa, dato que aumenta hasta el 12-15% en mayores de 70 años.
Las taquicardias por aleteo y fibrilación auricular aumentan el riesgo de accidentes cerebrovasculares, deterioro cognitivo, insuficiencia cardíaca y muerte prematura, máxime si hay una hipertensión previa. Es más que un motivo perfecto para acudir sin pausa a las Urgencias hospitalarias.
Según un estudio publicado en British Medical Journal, la FA aumenta el riesgo de sufrir un evento cardiaco un 55% más en las mujeres que en los hombres.
Una investigación divulgada en The Official Journal of the Heart Rhythm Society afirma que el género y la edad influyen en la percepción de las arritmias.
“Son las mujeres y las personas de edad más avanzada las que subestiman los síntomas y afirman que tienen menos episodios de los reales, ya que los electrocardiogramas muestran un 90% más de fibrilaciones registradas que las percibidas”, se detalla.
Además de ser una epidemia cardiovascular creciente en el siglo XXI, y una de las principales causas de morbimortalidad, hasta el 65% de los casos se producen sin que se noten los síntomas, lo que inevitablemente aumenta el riesgo de infarto o accidente cerebrovascular.
Por tanto, es determinante que los pacientes con FA controlen todos los factores de riesgo, especialmente la hipertensión arterial. También hay que dejar el tabaco, reducir el café y evitar el consumo de alcohol.
Taquicardia ventricular
Si el nódulo sinusal deja de controlar los latidos de los ventrículos y esta función de marcapasos del corazón se lleva a cabo en las vías inferiores de la conducción bioeléctrica, en el músculo cardíaco ventricular, aparecerán las peligrosas taquiarritmias ventriculares, con sus impulsos que llegan hasta los 200 por minuto; contracciones que te llevan directamente a las Urgencias del hospital más cercano.

“Son taquicardias muy graves que ponen realmente malito a quien las sufre. Cuando golpean en el pecho, el paciente suele padecer ya un problema cardiológico o anatómico previo, como antecedentes de infarto y miocardiopatías, no solo una arritmia por sorpresa”, señala el doctor Macaya.
“Normalmente -continúa-, las taquicardias ventriculares (TV) generan insuficiencia cardíaca, palpitaciones, falta extrema de aliento, tensión arterial baja e incluso mareos y desmayos. Las personas acuden rápidamente a un centro hospitalario, donde los médicos tienen que actuar con mucha diligencia, ya que las TV pueden provocar la muerte súbita del corazón”.
Por este motivo es conveniente acudir a un centro de urgencias que esté especializado en patologías cardiovasculares. El diagnóstico se efectúa, cómo no, a través de un electrocardiograma.
“Su frecuencia alcanza los 200 latidos por minuto. Los ventrículos -contracciones-, van muy rápidos; razón por la que son muy mal toleradas por el músculo cardíaco. Estas taquicardias requieren un estudio urgente de la enfermedad que ha originado el problema, con un diagnóstico muy preciso de la patología asociada, y un tratamiento agresivo, ya que esta arritmia puede acabar con la vida del paciente o provocar la muerte súbita”, subraya.
Las taquicardias ventriculares se originan en diferentes zonas de los ventrículos. Los pulsos se quedan dando vueltas por el corazón y los cardiólogos necesitan saber por dónde circulan, para poder atacar sus puntos vulnerables.
Cuando estas arritmias duran menos de 30 segundos se denominan autolimitadas y su pronóstico es parecido al de las extrasístoles ventriculares -excitaciones eléctricas prematuras e inesperadas-, muy frecuentes en la población.
Las TV de más de 30 segundos se califican de sostenidas. Su gravedad depende de los síntomas que producen y de la existencia de cardiopatías ocultas.
En ocasiones, las taquicardias ventriculares derivan en fibrilación ventricular, un golpe mortal al paciente, por lo que debe ser resucitado o reanimado de inmediato.
Los pacientes de TV suelen ser tratados con la implantación corporal de un desfibrilador automático, un aparato que aplica descargas eléctricas para restablecer el ritmo cardíaco normal.
Fibrilación ventricular
Si los síntomas de una taquicardia ventricular te conducen directamente a las Urgencias de un hospital, la fibrilación ventricular, la arritmia más grave y caótica que pueda padecer un corazón humano, “donde ningún latido es igual al siguiente, y con frecuencias registradas de hasta 300 pulsaciones por minuto”, te desploma allí donde te encuentres en unos pocos segundos.

“Más nos vale, si sobreviene, que seamos resucitados antes de los diez minutos con un desfibrilador externo o con maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), ya que de lo contrario lo único que se puede esperar de esta taquiarritmia ventricular es la muerte súbita del corazón”, dice el cardiólogo jefe del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
Para el doctor Carlos Macaya Miguel, la FV, semejante al aleteo o ‘flutter’ y a la fibrilación auricular (FA), salvo por las consecuencias instantáneas en el paciente y el número de afectados a nivel mundial, “equivale fisiológicamente a una parada cardiorrespiratoria. Lo más normal es que se necesite una descarga eléctrica desfibriladora para poder sobrevivir”.
En la fibrilación auricular (FA) los latidos acelerados y caóticos se consiguen filtrar en el nódulo auriculoventricular, con lo que llegan a los ventrículos muy disminuidos. En la fibrilación ventricular (FV), los impulsos eléctricos se sitúan en los dos ventrículos, al igual que en la taquicardia ventricular. El corazón, con ausencia de latidos efectivos, bombea muy poca sangre al cerebro y al resto del organismo.
Hay una serie de patologías cardiovasculares que son detonantes de la fibrilación ventricular y para cardíaco posterior, como una angina de pecho, un infarto, cardiopatías congénitas, debilidad del músculo cardíaco, ciertos medicamentos, cirugías previas en el corazón o en las arterias coronarias, incluso por electrocución.
También existen factores de riesgo, básicamente el tabaquismo, la hipertensión arterial, la obesidad y la diabetes; pero hay que evitar el consumo perseverante de bebidas alcohólicas, la ansiedad y el estrés.
La fibrilación ventricular, contracción incontrolable de fibras musculares cardíacas de los ventrículos, si no se trata eficazmente, reduce sensiblemente la esperanza y la calidad de vida de los supervivientes, ya sea por coma -pérdida de conciencia de tiempo indefinido-, ictus cerebrales o daños cardiológicos a corto, medio y largo plazo.
El tratamiento de vanguardia de las taquicardias
Extrasístoles, paroxísticas, de aleteo o ‘flutter’, por fibrilación auricular, por taquicardia ventricular y fibrilación ventricular… el ritmo acelerado del corazón ocasiona muchos tipos de arritmias, tantas como la gráfica resultante del electrocardiograma de cada paciente.
Estas arritmias taquicárdicas e puedan tipificar y tratar en su conjunto con prevención, medicamentos, con ablación por calor o frío mediante técnica de cateterismo y, en los casos más apremiantes, con un desfibrilador automático implantable muy cerca del músculo cardíaco.
“Cualquier tratamiento de las taquicardias dependerá de las peculiaridades de la arritmia diagnosticada que acelera los latidos del corazón y del estado de salud del sistema cardiovascular de cada paciente”, asegura el doctor Carlos Macaya Miguel, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
Los fármacos antiarrítmicos “son poco eficaces en general” -destaca el galeno-. Se usan para suprimir o prevenir las alteraciones de los impulsos bioeléctricos. “Tienen que ser descritos, utilizados y seguidos por los cardiólogos debido a sus efectos secundarios, ya que solo están indicados para determinadas taquicardias”.

Lo más eficaz para acabar con una arritmia cardíaca es una sacudida eléctrica, una cardioversión, que vuelve a poner el corazón a un ritmo regular.
“La ablación es el tratamiento de elección de las taquicárdicas paroxísticas, que no es otra cosa que la quemadura del foco ectópico que origina la arritmia. A través de un catéter especial se entra en el corazón y se aplica energía, calor o frío, sobre el foco arritmogénico, inutilizándolo”, explica el doctor Macaya.
La fibrilación auricular (FA), por ejemplo, afecta en España a cerca de un millón de personas, la mayoría con edades superiores a los 70 años. Además, la FA aumenta el riesgo de sufrir un evento cardíaco un 55% más en las mujeres que en los hombres.
La ablación eléctrica y la crioablación solucionan el 80% de las arritmias por FA en personas con 40, 50 o 60 años de edad. En otro 35% de los casos se consigue que los medicamentos sean eficaces.
“En el caso de las arritmias severas, que pueden amenazar la vida del paciente, como son las taquicardias ventriculares (TV), e incluso en aquellos pacientes que han padecido una fibrilación ventricular (FV) y han tenido la fortuna de ser resucitados de la parada cardiorrespiratoria, se emplean los desfibriladores automáticos implantables”, señala el cardiólogo.
Un DAI es similar a un marcapasos. Se coloca debajo de la piel en el tórax, en la zona de la clavícula, con cables de electrodo que van a una o a dos cámaras del corazón a través de las venas del hombro o de la base del cuello. La batería del dispositivo suele durar hasta siete años.
“Estos aparatos son tan inteligentes y precisos que son capaces de detectar las taquiarritmias malignas y producir una descarga eléctrica que devuelve el ritmo cardíaco adecuado al corazón del paciente sin la necesidad de llamar a los Servicios de Emergencia”, apunta.

El doctor Carlos Macaya, también presidente de la Fundación Española del Corazón (FED) y profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), “espera y desea que con esta serie divulgativa sobre las arritmias, bradicardias y taquicardias, alteraciones lentas y rápidas del sistema de conducción eléctrica, tod@s l@s internautas conozcan un poco mejor el funcionamiento del motor más noble del organismo humano”.
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