Las doctoras Laura Aliaga, Sara Jiménez, Rosario Benedicto y Yolanda Guerra, médicas de Atención Primaria en un centro de salud de una localidad de la zona Oeste de la Comunidad de Madrid, describen como han afrontado y vivido las primeras semanas de la pandemia por COVID-19, su actuación para hacer frente a la epidemia, el seguimiento de casos y la asistencia a los pacientes, y ponen de relieve el valor y utilidad que ha tenido la medicina de familia y su proyección hacia el futuro

La Atención Primaria (AP) de salud en España se ha enfrentado al mayor reto desde que se sentaron las bases de su modelo actual en 1984.
El abordaje de la enfermedad COVID19, originada por el virus SARS-COV-2, ha puesto a prueba no sólo la organización sanitaria en su conjunto, sino también a cada uno de los profesionales integrantes de la misma de forma individual, así como la resiliencia del sistema y la capacidad de coordinación entre los distintos niveles asistenciales y estamentos que lo conforman.
Partiendo de los datos observados en nuestra población, en una zona rural del Oeste de Madrid, hemos intentado entender el alcance de la pandemia, evaluar las acciones realizadas y determinar las necesidades para el futuro. Pero antes de realizar esta reflexión conviene evaluar el contexto en el que se desarrolló el abordaje inicial de los primeros casos.
Febrero de 2020, muchos casos de gripe
En febrero de 2020 se había registrado en Madrid el mayor número de casos de gripe de los últimos cuatro años a pesar de tener también en esta campaña la cifra más alta de vacunación.
Tal y como es habitual proceder en los equipos de AP para abordar las necesidades que se plantean a diario y buscar soluciones consensuadas, el 11 de febrero, ante la presión asistencial a la que estaba sometido nuestro equipo, se organizó una reunión en la que participaron también los responsables de medicina y enfermería de nuestra zona de salud.

Se evaluaron dos riesgos: la saturación del sistema por un aumento de casos inusual de gripe y patología respiratoria y de la demanda sin cita en general, y la posibilidad de resultar afectados por una pandemia que aún no estaba declarada por la OMS.
A pesar de no ser plenamente conscientes de la amenaza que se cernía sobre toda la población, nuestro centro adoptó las primeras acciones dirigidas a una asistencia sanitaria más efectiva y segura: un sistema de valoración de la demanda previa incorporando a enfermería y administración y el uso por parte de los profesionales de guantes y mascarillas para la exploración de los pacientes.
En este escenario, se inició la escalada de casos probables que consultaron en nuestro centro, aunque en ese momento aún no estaban siendo reconocidos como tales.
El 20 de febrero, el Ministerio de Sanidad puso a nuestra disposición el documento técnico “Prevención y control de la infección en el manejo de pacientes con COVID-19”, en el que se indicaba el ingreso hospitalario de los casos probables y confirmados e incluso de algunos contactos.
El SUMA 112 fue designado para asumir la modulación del flujo de pacientes, evaluando cada caso, haciendo test en domicilios y definiendo su derivación hacia AP o atención hospitalaria. De esta manera, inicialmente se orientó el abordaje de los casos hacia el nivel hospitalario.
El 27 de febrero la Comunidad de Madrid ya había confirmado 4 casos ingresados en distintos hospitales y el 3 de marzo el número de casos en la Comunidad alcanzaba los 46, de los cuales 5 estaban ingresados en las UCI. En esta fecha el SUMMA 112 ya había recogido 226 muestras en domicilio de casos sospechosos.
Contactar con la Atención Primaria
No fue hasta el 9 de marzo cuando se transmitió el mensaje de forma oficial de contactar con el médico de AP en caso de tener síntomas o sospecha de contacto, dando un giro así a la orientación inicial en un intento de redireccionar el flujo de pacientes hacia la primaria.
Los centros de salud, que cuentan con la confianza de la población y que desde el principio estaban atendiendo consultas y casos probables, habían continuado implementando medidas para atención a la población afectada, y en esta etapa de la pandemia, conscientes de que la misma había traspasado nuestras fronteras, se tomaron nuevas medidas, que en nuestro centro fueron las siguientes: implementación de las recomendaciones generales de protección individual de la población en los centros sanitarios, establecimiento de un circuito específico para enfermos con patología respiratoria o sospecha de COVID-19, reordenación de la citación en consultas, reorganización de la asistencia domiciliaria para el control de los enfermos crónicos y, finalmente, activación de un sistema de comunicación con la población apoyado por el ayuntamiento de nuestra localidad.
Tres retos
De esta forma, los profesionales de AP hemos debido afrontar tres retos:
- Asumir el abordaje de una enfermedad cuyo tratamiento específico es desconocido y sin acceso a los tratamientos experimentales recomendados.
- Mantener la cobertura sanitaria a todos los pacientes con patologías crónicas, agudas y pacientes en situación terminal, con acceso limitado a las consultas hospitalarias y unos servicios de urgencias al borde del colapso.
- Por último, contribuir a disminuir la presión sobre los hospitales, ampliar camas de UCI y de esta forma garantizar una asistencia adecuada a los pacientes con clínica moderada y grave, dotando al hospital de campaña de IFEMA. El 90% del personal destinado allí fueron los profesionales de AP, en su mayoría voluntarios. Su actuación exitosa ha puesto de manifiesto la excelente formación de los profesionales del primer nivel asistencial de este país, capacitados para tratar una de las enfermedades más desconocidas en este momento.
Afrontar estos retos ha supuesto un cambio de paradigma en la concepción de la asistencia sanitaria desde la AP.
Hemos encontrado fortalezas como la capacidad de reorganización de los equipos, la alta cualificación de los profesionales, la libertad de actuación en cada unidad, que ha permitido ser ágiles a la hora de establecer circuitos asistenciales diferenciados dentro de los centros, y la flexibilidad de los horarios para adaptarnos a la merma de las plantillas.

Además, también hay que citar la incorporación de procedimientos de coordinación con las farmacias comunitarias para garantizar el mejor control de los pacientes con patologías crónicas, la potenciación de las e-consultas con los especialistas del hospital con el fin de no descuidar a los pacientes más vulnerables y la telemedicina.
Seguimiento de 178 casos
En este contexto, teniendo en cuenta una muestra de nuestra población de 7.217 pacientes, con un equipo formado por 3 médicos, 1 pediatra, 3 enfermeras y 2 administrativos, hemos diagnosticado, tratado y seguido al menos 178 casos durante el periodo comprendido entre el 9 de marzo y el 24 de abril.
Nuestra definición de caso ha tenido que basarse en un diagnóstico clínico y epidemiológico, ya que tan sólo el 13,17 % de todos ellos accedieron a un método diagnóstico específico, test o analítica.
La asistencia a los pacientes se realizó en tres modalidades: consulta telefónica,presencial consistente en una consulta específica habilitada en nuestro centro y asistencia domiciliaria.
Tan sólo fueron derivados al hospital el 16,67 % de los casos en adultos y el 8,3 % de los niños, lo que demuestra que la AP ha sido un pilar fundamental desde el inicio en la lucha contra la pandemia.
Lo aprendido, utilidad a futuro
Hemos aprendido mucho. Si algo caracteriza a los profesionales sanitarios es su infinita sed de saber, nuestro equipo ha permanecido en constante contacto las 24 horas del día compartiendo y actualizando cualquier información sobre evaluación, diagnóstico y tratamiento que pudiese resultar útil en nuestra práctica clínica.
Podemos afirmar que hemos tratado de forma directa al 83,3 % de nuestros pacientes con COVID19, y de ellos ya han sido dados de alta el 58 % de los casos
Esto nos da esperanza y ofrece una información valiosa a la hora de afrontar esta enfermedad en el futuro.
En AP se podrían tratar la mayoría de los casos de COVID19, como ha quedado demostrado, pudiendo valorar incluso la opción de tratar casos más complejos, teniendo los medios diagnósticos y terapéuticos necesarios. De esta manera, la atención hospitalaria quedaría más protegida para que sea realmente eficiente y pueda salvar vidas.
Como reflexión, se puede afirmar que la forma de orientar el abordaje de las patologías y los flujos de pacientes es una de las claves fundamentales del éxito de cualquier sistema de salud.
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