Los recuerdos que todas las personas guardamos de nuestra infancia y adolescencia pueden ser tristes o felices, gratos o no tan gratos. Todos están cargados de emociones…Pero qué sucede cuando son recuerdos falsos, magnificados, reconstruidos y se convierten en un trampolín para hacer el mal

En situaciones extremas, los recuerdos pueden terminar tan lejos de la realidad que podemos llegar a creer que hemos sido víctimas o testigos de un crimen que nunca tuvo lugar, o que perpetramos un crimen que nunca ocurrió.
Así lo asegura la psicóloga criminalista Julia Shaw en su libro Hacer el Mal (Planeta), escrito “para ayudar a comprender por qué la gente hace cosas terribles”.
Shaw cuenta la historia real de un catedrático universitario que acuchillo a su padre. Ya en prisión se dio cuenta de que le había matado a causa de un falso recuerdo.
El catedrático afirmó que, mientras se sometía a terapia para salir de su alcoholismo, los trabajadores sociales le repitieron en numerosas ocasiones que de niño debieron abusar de él.
Mientras acudía a esta terapia cuidaba a su padre anciano.
Falsos recuerdos: ira y venganza
“Se sentía exhausto y cuando se le arremolinaron todos los recuerdos, lleno de ira y como acto de venganza, cometió el asesinato”, relata Shaw.
Los falsos recuerdos, explica, son memorias que se sienten como si fueran reales pero que no corresponden a algo que haya ocurrido en realidad:
“Suena a ciencia ficción, pero los recuerdos falsos son más comunes de lo que pensamos”, asegura en su libro.
Para la autora, el verdadero entendimiento de lo que llamamos mal hay que encontrarlo en la intersección de disciplinas tan diversas como la criminología, la psicología, la filosofía, el derecho y la neurociencia.
Personalidades oscuras
Y en esta intersección para comprender por qué hacemos el mal y qué tipo de personalidades estarían, en teoría, más inclinadas, la experta alude a algunos estudios que hablan de las personalidades oscuras: psicópatas, sádicos, narcisistas y maquiavélicos.
Las personalidades oscuras, refiere, “son capaces de arreglárselas (incluso florecer) dentro de un ambiente de trabajo, académico o en la comunidad”.

El psicópata
Algunas características definitorias de la psicopatía son: encanto superficial, facilidad para mentir, falta de remordimiento, un comportamiento antisocial, egocentrismo y, sobre todo, falta de empatía.
Para ser clasificado de psicópata se necesita alcanzar una puntuación de entre un 25 y un 30 de un total de 40 en la lista de control de la psicopatía.
El narcisista
La personalidad narcisista, refiere Shaw, se caracteriza por tener puntos de vista inflados del yo, la grandiosidad, el autoenfoque, la vanidad y la prepotencia.
Pero los investigadores apuntan a que también existe un tipo de narcisismo vulnerable, que son vistos como amargados y siempre a la defensiva y esta tipología parece ser un poderoso motor de ira, hostilidad y comportamiento agresivo.
El maquiavélico
En cuanto al maquiavelismo, los expertos lo definen como un estilo interpersonal doble, una indiferencia cínica por la moralidad y un enfoque en el interés y en las ganancias personales.
En lugar de carecer de empatía como el psicópata o de sentirse superior, esta es una estrategia social “más funcional”.
Según Shaw, “todo se refiere al poder y a la ganancia personal”.
El sádico
El sadismo está íntimamente ligado al placer que se siente cuando se agrede o se hace daño a personas o animales, especialmente indefensos.
Al parecer, expone la autora en su libro, muchas personas “normales” están dispuestas a ser sádicas.
Los esquemas del asesinato, la psicología de la sed de sangre, la ciencia de las desviaciones sexuales, la psicología del pensamiento colectivo o la ciencia de la la conformidad son analizados por Shaw también en su libro
La autora sostiene que cualquier persona puede ser peor de lo que se cree, concluye que todos los cerebros son un poco sádicos, que todos somos capaces de asesinar, que todos los monstruos son humanos y que la tecnología pude amplificar la crueldad.
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