“Hay unos momentos en la vida que no se está más cerca de la propia muerte que durante el nacimiento; situación fisiológica que les sucede, sobre todo, a los bebés que tienen menos de 28 semanas de gestación”, dice el doctor Manuel Sánchez Luna, jefe del Servicio de Neonatología en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid.

El futuro del primer minuto de vida de un bebé

El futuro del primer minuto de vida de un bebé

“A pesar de que nacer parezca algo tan sencillo, desde el punto de vista médico son instantes muy críticos: los bebés realizan una serie de cambios drásticos y espontáneos tanto en la circulación sanguínea, en la adaptación de los pulmones para empezar a respirar como en otras estructuras orgánicas fundamentales”, expone.

El Doctor Manuel Sánchez LunaEl bebé en su hora de la verdad: salir a la vida

El bebé respira a través del cordón umbilical que le une a la placenta materna. Tanto el oxígeno como el dióxido de carbono fluyen a través de la sangre, que en su mayor parte va al corazón para luego circular por el resto del cuerpo.

Al nacer, los pulmones del bebé están llenos de fluido y no están insuflados. El recién nacido respira aproximadamente pasados diez segundos después del parto. Esta primera respiración se efectúa con dificultad en la medida que el sistema nervioso central del recién nacido reacciona al cambio súbito en la temperatura.

Al aumentar el nivel de oxígeno en los pulmones se disminuye la resistencia del flujo de sangre a los pulmones, a la vez que también aumenta la resistencia de este flujo hacia los vasos sanguíneos. Los pulmones funcionan, entonces, de forma autónoma: el oxígeno forma ya parte del torrente sanguíneo y el dióxido de carbono se elimina a través de la exhalación.

El bebé pierde calor al nacer. Los receptores de su piel envían mensajes al cerebro de que su cuerpo tiene frío. El cuerpo del bebé quema grasa parda para generar calor, un tipo de grasa que se encuentra solo en los fetos.

El hígado del nuevo bebé comienza a tener nuevas funciones: produce sustancias que ayudan a coagular la sangre; descompone los productos de desecho, como el exceso de glóbulos rojos, y, con la ayuda de una proteína, también la bilirrubina, pigmento de la bilis que puede provocar ictericia -coloración amarillenta de la piel del bebé-.

Como el sistema gastrointestinal del bebé no funciona bien del todo hasta que nace, puede que elimine las heces o meconio -líquido amniótico, moco, bilis, células de la piel, lanugo- en el interior del útero o al nacer generando una aspiración neonatal del meconio hacia sus pulmones.

El recién nacido podrá orinar dentro de las primeras 24 horas de vida y sus riñones serán capaces de mantener el equilibrio de líquidos y electrolitos del cuerpo. Aún así, los bebés tienen menos capacidad para eliminar el exceso de sal o para concentrar o diluir la orina en comparación con los adultos.

El unto sebáceo -sustancia espesa y cerosa- puede cubrir la piel. Protege al feto mientras se desarrolla en el líquido amniótico dentro del útero. El unto sebáceo desaparece durante el primer baño del bebé.

El sistema inmunitario del bebé, que porta anticuerpos de su madre, se empieza a desarrollar en el feto y madura durante los primeros años de vida, pero tan pronto como nace está expuesto a múltiples sustancias patógenas, como virus y bacterias. La lactancia materna también ayudará a mejorar la inmunidad de un recién nacido.

“La inmensa mayoría de las veces, con el cuidado de su madre y del entorno, estos cambios y otros ocurrirán de forma natural y apenas seremos testigos de los diferentes procesos de adaptación fisiológica al nuevo entorno; pero hay momentos, situaciones o circunstancias en las que esta transición dentro-fuera puede ser crítica”, señala el doctor Sánchez Luna.

La anticipación médica en bebés frágiles o prematuros

Algun@s bebés, por ejemplo, necesitan ayuda para respirar después del nacimiento y requieren reanimación, intubación o cualquier asistencia respiratoria. Es prioritario vigilar sus niveles de CO2 y oxígeno, los niveles de acidez en sangre, las presiones de ventilación y otros factores para asegurarse de que está recibiendo los gases en proporciones adecuadas.

Una respiración deteriorada podría ocasionar lesiones pulmonares, parálisis cerebral, leucomalacia periventricular (PVL), encefalopatía isquémica hipóxica o retinopatía, que conduciría a la ceguera infantil.

“Es por ello que el nacimiento y el cuidado de los niños más frágiles, representados por los que nacen muy pronto, los más inmaduros,  sobre todo los que nacen antes de la semana 28 de gestación con malformaciones respiratorias o cardíacas, debe realizarse, exclusivamente, en centros hospitalarios con los recursos humanos y materiales adecuados”, señala el neonatólogo jefe del Gregorio Marañón.

“La anticipación es decisiva -recalca-. Sabemos mucho más sobre la adaptación de los recién nacidos a la vida extrauterina y sabemos, además, cómo ayudarles a realizar esta adaptación, que debe de ser progresiva y, en muchas ocasiones, espontánea: a mantener la estabilidad de su temperatura, en el inicio de la respiración a través de los pulmones y a que su corazón y su sistema circulatorio se adapten a la vida extrauterina”.

“El desconocimiento de estos cambios fisiológicos puede llevar a agredir y dañar, a veces de forma permanente, a estos pequeños y pequeñas. Debemos ser muy conscientes del lema neonatal de que hacer menos es hacer más. El mejor abordaje es el que se hace desde el conocimiento”, establece.

“Hoy más que nunca tenemos más y más evidencias del apoyo médico necesario tanto para mantener la estabilidad térmica y cardiorrespiratoria o prevenir la crisis metabólica que supone la salida del útero materno y la separación brusca de la circulación placentaria”, destaca el Dr. Sánchez Luna.

En este sentido, el uso de la monitorización adecuada, muy probablemente tan sofisticada como la empleada en las Unidades de Cuidado Intensivo (UCI), va a ayudar a prevenir cualquier agresión y daño en esta transición.

“La monitorización de la temperatura, el retraso de al menos 60 segundos del clampaje del cordón umbilical, la estabilización pulmonar y la adaptación circulatoria, incluso la monitorización de la función cerebral, son claves en esos instantes de la vida; y han de realizarse de forma progresiva y bajo control”, subraya.

Para que no haya pérdida de calor o caída brusca de la glucosa el equipo médico tiene que ser muy consciente de que no hay dos bebés iguales.

“Al igual que no hay dos pacientes iguales, tampoco hay dos nacimientos iguales; y aquí, en el paritorio, esta máxima se cumple con absoluto rigor”, asevera.

El Doctor Manuel Sánchez Luna
“Para que una persona pueda llegar a tener una vida saludable, tenemos que pasar por unos cambios que son trascendentales en el momento de nacer –concluye el doctor Manuel Sánchez Luna-. La prevención de la hipotermia; el clampaje y separación en el momento adecuado de la circulación placentaria, idealmente cuando ya ha comenzado a establecerse el volumen residual funcional de los pulmones y la circulación pulmonar ha comenzado a perfundir las áreas ventiladas del pulmón; o la prevención de cambios bruscos en la perfusión cerebral; son las claves de una adaptación adecuada al nacer. Es preciso, por tanto, obtener la mejor información de la situación del recién nacido y contar con el equipamiento necesario para su estabilización si fuera preciso. El futuro del bebé es nuestro objetivo primordial”. Fotografías de Antonio Herrera