En la UCI su trabajo es estar junto a los enfermos más críticos. Y no solo cuidan de sus cuerpos, también tiran de ellos para que se aferren a la vida. Enfermeras como Concha de Juan, Marina Sepúlveda o Salomé Díaz sobrevuelan los límites de la realidad a diario

UCI, donde los ángeles se ganan las alas
  • 2 de octubre, 2012
  • MADRID/ EFE/ GREGORIO DEL ROSARIO

Y no se arrugan. Se enfrentan a todo tipo de patologías, postoperatorios o accidentes muy severos. Cuando un paciente entra en el box de una UCI “no se pierde un solo minuto”. Son profesionales con mucha experiencia, aunque a veces necesiten “un instante para renacer como el ave Fénix”.

Marina, todavía impresionada, recuerda una ocasión en la que se quedó “paralizada”. Atendió a una niña que se había caído de un caballo. “No podía ser… tan joven… no podía vivir. Era imposible”. Quizá fue el minuto más largo de su vida. “Mis compañeras me sustituyeron inmediatamente. Allí no tenemos tiempo para el asombro”.

El Hospital de la Paz de Madrid se ocupó de 20.365 pacientes críticos en 2011. La atención médica es constante y la eficacia de las enfermeras es trascendental para su recuperación: “sabes lo que tienes que hacer, y lo haces”.

24 horas al pie de una cama

Los enfermos trasladados llegan inmunodeprimidos, monitorizados e intubados. Se despiertan desorientados y “no distinguen si es de día o de noche”. Se ven rodeados de alta tecnología: luces y pitidos de monitores digitales; sonidos del sistema de oxígeno; aparatos de ventilación mecánica y bombas de perfusión.

“Es fundamental la comunicación y el entendimiento. Los pacientes no son un número más, son personas asustadas -opinan las enfermeras-. Se sienten indefensos y debemos evitar que se pongan nerviosos y que el nerviosismo se transforme en agresividad”.

Una enfermera de UCI dosifica un medicamento en un gotero junto a la cama de un paciente en la zona de urgencias del Hospital La Paz de Madrid
Una enfermera regula un dosificador medicinal en la UCI. Fotografía facilitada por Comunicación del Hospital de La Paz

Mientras solucionan las complicaciones postoperatorias de una intervención de válvula aórtica o de pulmón, las enfermeras se adaptan a cada paciente e intentan llegar a su corazón. “Cada persona es diferente -reflexionan- y están entre la vida y la muerte”.

La Paz trató el año pasado en la UCI a 17.178 pacientes de reanimación, 859 de coronarias, 733 de medicina intensiva, 346 de quemados, 681 de pediatría y 568 de neonatología. Las enfermeras se transforman en su cuerpo y en su alma.

“Les das la mano para que sientan el calor humano y les miras a los ojos para que te hablen de sus sentimientos. Y si es necesario les cantas canciones -comentan- o les gastas alguna broma”. Cualquier técnica es válida para que los pacientes “salgan adelante” y recuperen su vida.

El espíritu de superación en la UCI

Pero hay pacientes que dejan una huella imborrable, como el caso de un joven que se quedó tetrapléjico. Se fracturó el cuello después de zambullirse en una ola e impactar contra el fondo marino. “No quería seguir viviendo y tuve que tratarlo con muchísimo… muchísimo cariño”, nos cuenta Marina Sepúlveda.

“Solo podía mover la cabeza y le habían practicado una traqueotomía. Yo le animaba… pero él se abrazaba a la tristeza. Le hice ver que la vida continúa. Así siete horas, todos los días; al lado de su cama. Hablándole, leyendo en sus ojos, mirando en su interior. Al menos conseguí que tuviera cierta alegría”.

La mayoría de los pacientes de cuidados intensivos se recuperan de forma satisfactoria, en La Paz un 88%… algunos regresan de visita al hospital y elogian a las enfermeras: “tiene usted el cielo ganado”. Ellas responden: “solo es mi trabajo”… Entonces suena una campanilla en la UCI.