Las situaciones de guerra resquebrajan las creencias de seguridad de los seres humanos, y los niños y adolescentes no son una excepción. De pronto, el mundo ya no es un sitio seguro en el que vivir y las otras personas ya no son amigos/as, sino que pueden y quieren herirnos intencionadamente

Guía psicológica para atender a los niños ante la guerra
FOTO EFE/Biel Aliño

Para los que la están sufriendo en Ucrania, desde sus casas y refugios, para los que huyen de ella recorriendo miles de kilómetros, para los menores que están ya aquí en España con nosotros y para nuestros hijos e hijas que ven las imágenes y escuchan nuestra preocupación, el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid ha publicado una guía “para crear un paraguas de protección psicológica que nos ayude a todos”.

El texto va dirigido a padres y madres, a familias de acogida, pero también al personal que trabaja recibiéndoles en los puntos de llegada de los diferentes países y, desde luego, a los profesionales de la educación, cuyo papel va a ser clave en este proceso.

Con este fin proporciona pautas específicas para explicar, acompañar y acoger a los niños, y ayuda a los adultos a reconocer y saber diferenciar la normalidad de lo que puede empezar a ser preocupante, y cómo actuar en cada caso, para saber que hacer con tanta imagen de guerra en la televisión .

Guía psicológica: pautas para actuar con los niños

En primer lugar el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid aconseja mostrar tranquilidad y el mayor grado de control posible.

“Demostrar que estamos tranquilos/as. Es importante dejar claro que tenemos un grado de control sobre la situación. Si no cumplimos este requisito, mejor no hablar con ellos/as sobre sus miedos y preocupaciones en ese momento”.

Desgraciadamente, la realidad es la que es, pero guardar silencio sobre lo ocurrido y/o sus consecuencias, “no protegerá a su hijo o a su hija de lo que sucedió, sino que solo les impedirá que puedan entenderlo y afrontarlo”, advierte el documento.

También invita a los adultos preguntar antes de hablar, porque “antes de dar detalles o explicarles nada, es importante saber qué conocen o qué idea tienen sobre lo que está pasando”.

Esto, explican los psicólogos, nos ayudará a saber qué información hay que completar y qué información corregir porque a lo mejor ha sido malinterpretada, “y evitará que les demos explicaciones que generen nuevos temores que ni siquiera habían anticipado”.

Preguntarles qué quieren saber. No se trata de darles toda la información disponible sino de contestar a esas preguntas que les tienen intranquilos.

Asimismo recomienda que nos mostremos disponibles para futuras dudas o preocupaciones. “En cualquier momento que quieras hablar dímelo, me encantará ayudarte/me gustaría poder ayudarte…”

Portada de la guía del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid

El mensaje según la edad de los niños

Y algo muy importante es adaptar el mensaje en función de la edad y proporcionar información clara y concisa.

Para los niños menores de 3 años la guía psicológica recomienda ofrecer un mensaje corto y concreto, y mantén rutinas estando todo el tiempo que puedas a su lado.

Para 3-6 años, nos insta a preguntarles cómo se sienten y responder solo a lo que quieran saber de forma concisa. Puedes poner ejemplos de la vida diaria. Genera instrucciones que permitan respuestas automatizadas de seguridad por ejemplo: “baja al refugio” “coge tu muñeco”.

En cuanto a los de 6-11 años, aconseja entablar conversaciones en las que se pueda hablar de sentimientos junto con información que responda a sus preguntas sin entrar en detalles innecesarios.

De 12 años en adelante hay que mostrar nuestra confianza en ellos, en sus opiniones y propuestas, dar valor a sus emociones y a sus contribuciones y ofrecerles información hasta donde ellos quieran saber.

Y sobre todo no olvidar terminar con mensajes tranquilizadores. Fomentar sensación de tranquilidad con mensajes del tipo “lo que has oído son noticias que están pasando en otro país, eso no está ocurriendo aquí”.

Guía psicológica: ¿Qué hacer con las imágenes de televisión?

Explican sus autores que las imágenes que se trasladan en los medios de comunicación suelen contener “información explícita y terrible” sobre pérdida de vidas humanas, sobre personas gravemente heridas o testimonios desgarradores de personas atrapadas en el conflicto bélico.

“La exposición repetida y continuada a este tipo de imágenes puede generar un impacto en la salud o el bienestar psicológico de la población en general y de los/as niños/as, preadolescentes y adolescentes en particular”.

No podemos olvidar, continúa la guía psicológica, que, en contra de la idea extendida de que los/as menores no comprenden el alcance que tienen estas noticias e imágenes y que por ello no les afectan, somos conocedores de que la exposición repetida a esta información puede provocarles importantes reacciones emocionales de miedo, angustia, ansiedad o estrés.

“Es por ello que no podemos dejar de mencionar en este punto que una de las principales y más consensuadas recomendaciones, tiene que ver con evitar en la medida de lo posible la exposición a este tipo de imágenes, y abstenerse de comentarlas transmitiendo miedo intenso o falta de control sobre la situación”.

Esto no quiere decir, concluyen a este respecto, que no se les informe de lo que está ocurriendo, sino más bien que esta información provenga de los padres y madres, sin que sean los niños/as o adolescentes los que accedan a imágenes terribles y las interpreten.

Señales de alerta

Incluye la guía psicológica de atención a los niños, cuales son algunas de las señales emocionales ante las que el adulto debe estar alerta para poder actuar y/o acudir al especialista:

1.- Está tan activado que no puede dormir, no puede seguir órdenes, se mueve mucho sin parar ni para actividades que antes hacía quieto o está muy irritable.

2.- Continúa activado/a mucho tiempo en situaciones de mayor tranquilidad o seguridad como, por ejemplo, cuando se está en refugios o lejos de las zonas de bombardeos.

3.- El niño o la niña se paraliza por el miedo de forma frecuente, incluso en situaciones de “no peligro”.

4.- Estados de tristeza la mayor parte del tiempo. Frases desesperanzadoras de manera frecuente.

5.- · Llanto incontrolable y frecuente.

6.- No mantiene contacto ocular y no responde cuando se le habla o ante estimulación externa. No parece conectado con la realidad.

7.- Se hace daño a sí mismo o a los otros.

8.- Su juego se vuelve agresivo.

9.- No quiere jugar, no interactúa con los demás y deja de hablar.

10.- Tiene muchas rabietas casi todos los días.

11.- Problemas frecuentes en la relación con iguales o familiares. Muestra oposición a las peticiones u órdenes de sus padres, no responde a sus intentos de acercarse o se muestra hostil e irritable frecuentemente.

12.- Se comporta todo el tiempo como si fuera un niño/a más pequeño/a.

13.- No come o se reduce mucho la ingesta de comida o verbaliza no tener apetito.

14.- Tiene pesadillas repetidas y no descansa durante varios días o tiene serias dificultades de sueño, con prolongados periodos de vigilia.

15.- Miedo irracional e intenso ante situaciones o lugares desconocidos, incluso cuando ya se encuentra desplazado en una zona segura.

16.- Problemas somáticos, quejándose frecuentemente de dolores de tripa o cabeza, dolores musculares, vómitos, mareos, espasmos.

17.- Recuerdos frecuentes de las situaciones traumáticas vividas, que le generan una gran activación sostenida en el tiempo, incluso cuando ya se encuentra desplazado en una zona segura.

18.- Preocupación por la situación vivida, generándole problemas de atención y concentración que pueden observarse en el rendimiento académico cuando ya está desplazado y escolarizado en otro país.