Sergio García Soriano prosigue en EFEsalud su Abecedario de la Psicología, y llega a la letra I, para establecer algunas reflexiones sobre el “Ideal del yo”

Ideal del yo, abecedario de la psicología
EFE/EPA/AKIO SUGA

Para poder entender el término “Ideal del yo” primero tenemos que saber qué es el “superyo”, ya que es una parte de él, una parte de la personalidad relacionada con las altas expectativas.

En nuestra “psiquis” hay una serie  de normas que hemos ido incorporando a lo largo de nuestro desarrollo.

Las personas a las que admiramos, tememos, respetamos o amamos durante nuestra infancia o crianza nos enseñan y tomamos de ellos/as indicaciones que nos parecen aceptables para nuestra vida, y por ello, les emulamos.

Nuestra “ley interna” finalmente se construye de esta manera y vertebra sin darnos cuenta nuestro mundo. Aquello que nos dice lo que tenemos que hacer, lo que tenemos que evitar, cómo tenemos que actuar.

Debido a esta instancia, somos capaces de convivir y de no matarnos, o de sí matarnos, de ir a trabajar todos los días aunque  tengamos pereza, esperar a que sea el momento adecuado para satisfacernos sexualmente o no entrar en una rotonda cuando me dé  la gana sino cuando sea conveniente por el tráfico.

En definitiva, postergamos nuestras necesidades individuales  hasta que podamos realizarlas.

No tendremos sexo con un compañero/a del trabajo que ese día consideramos atractivo; y esperaremos para comer a acabar la jornada matutina.

Sin embargo, podemos ver que en muchas depresiones, ansiedades, autoritarismos, sentimientos de inferioridad o conductas rígidas aparece este exceso llamado “Ideal del yo”.

Sergio García psicólogo
El psicólogo Sergio García Soriano/Foto cedida

Y sería cuando reunimos una serie de objetivos que nos obstinamos en hacer aunque no tengamos la base
necesaria para acercarnos a ellos, o ni siquiera estemos convencidos de que sean nuestras metas.

Es la persona que tengo que ser o la persona que he creído ser bajo la “expectativa” de los demás, los seres queridos.

Me alejo de mi interés para constituirme por la exigencia de los demás. Una familia de literatos que sacan sobresaliente en “lengua y literatura” y si el hijo obtiene estos resultados en “matemáticas” piensa que no es inteligente porque en casa le enseñaron a valorar otra asignatura.

O el estudiante  que llora amargamente porque ha obtenido un 9,25 en un examen y él estudió para un 10.

Solo se puede solucionar esta sintomatología con psicoterapia y flexibilizando esta parte de la forma de ser que está haciendo que se tenga una vida diseñada por otras personas y ajena a la propia realidad personal.