Todavía prevalece la idea de que las personas con diversidad funcional no pueden experimentar su sexualidad. La falta de aceptación de sus necesidades originan problemas desconocidos. La organización Tandem Team Barcelona (TTB) ilustra cómo la asistencia sexual puede ser un camino para que este colectivo lleve una vida más saludable y sosegada

Intimidad de los discapacitados, un mito al descubierto
Francesc Granja, director de TTB, es autor del libro “Vivir el sexo – El hombre que aprendió a vibrar”, un relato que indaga sobre los diferentes ámbitos en los que se mueve una persona con diversidad funcional (Ed. Luciérnaga). Foto cedida por TTB.
  • 3 de diciembre, 2015
  • EFE/REPORTAJES/LAURA PANQUEVA O.

“Intocable” (2011), uno de los fenómenos más taquilleros de los últimos años, evidencia la vida de un hombre parapléjico que construye inesperadamente una amistad entrañable con su cuidador.

La película francesa, junto con “Las sesiones” (2012) –otra arriesgada apuesta cinematográfica en la que una terapeuta decide ser asistente sexual de un hombre paralítico– inquietan a la audiencia, entre otras razones, porque responden a una pregunta poco tratada en la sociedad: ¿cómo viven las personas con diversidad funcional su sexualidad?

La figura del asistente sexual

De acuerdo con la organización española Sex Asistent Catalunya, un asistente sexual es “[un individuo] que, habiendo superado una formación básica, elige especializarse en el apoyo de la vida sexual de las personas con diversidad funcional, por voluntad propia, requiriendo para ello el conocimiento detallado de las necesidades, [con el fin] de realizar un eficaz acompañamiento de asistencia sexual”.

En España, sin embargo, esta figura no está contemplada en las políticas sociosanitarias, “aunque desde la plataforma Sex Asistant Catalunya, se intenta reivindicar la configuración de la misma”, afirma el documento mencionado anteriormente.

En medio de este debate, otras organizaciones como Tandem Team Barcelona (TTB), han llamado la atención de la opinión pública, pues según refieren “sin ningún interés económico”, está dispuesta a colaborar con proyectos que contribuyan a la defensa de la diferencia y la diversidad en cualquier de los dominios de expresión humana (social, sexual, cultural, laboral o económica).

Encuentro para expresarse intensamente

“La experiencia no la puedo contar yo, pero sí puedo hablar del cambio en la actitud de mi hijo; de la relajación y tranquilidad que se han instalado en él tras la asistencia sexual. Doy muchas gracias por haber conocido estos servicios y agradezco que haya personas dispuestas a compartir su sexualidad”, recalca la madre de un usuario de la asociación TTB.

Este es uno de los tantos testimonios que ilustra la experiencia de quienes utilizan los servicios de la iniciativa que se fundó en 2013. “Nuestra labor –asegura TTB– consiste en proponer métodos y prácticas “ad hoc” para que la persona con diversidad funcional se constituya un ser autónomo”.

El programa de “Tandem Intimity”, reza la descripción, “se ha creado para aquellos individuos con diversidad funcional que desean tener un encuentro íntimo y quieren expresarse sexualmente”. Su única función, entonces, es hacer de puente entre dos personas que quieren compartir un momento erótico.

El director de TTB, Francesc Granja, creó esta asociación después de reflexionar durante varios años sobre su situación personal. En 1994, Granja tuvo un grave accidente de coche que le ocasionó daños irreversibles.

La asociación Tandem Team Barcelona, pionera en asistencia sexual, ofrece talleres de Danza integrada; en los que diferentes personas, con o sin diversidad funcional, tienen la oportunidad de acercarse, conocerse y comunicarse a través del cuerpo. Foto cedida por TTB.
La asociación Tandem Team Barcelona, pionera en asistencia sexual, ofrece talleres de Danza integrada; en los que diferentes personas, con o sin diversidad funcional, tienen la oportunidad de acercarse, conocerse y comunicarse a través del cuerpo. Foto cedida por TTB.

“Hasta el día del choque –cuenta para la revista “Sobre Ruedas”– todas mis relaciones sexuales habían tenido su epicentro en la zona genital. Por esta razón, cuando me quedé tetrapléjico, me descarté como hombre sexuado, es decir como una persona capaz de dar y recibir placer. El tiempo y las experiencias que tuve a lo largo del camino me abrieron puertas que no sabía que existían. Un buen ejemplo de este cambio de paradigma fue el descubrimiento del beso”.

Este licenciado en Ciencias Empresariales fundó en la ciudad española de Barcelona, junto con otros tres profesionales (Eva Granja, María Clemente y Ferran Castellarnau), un modelo que defiende, sobre todo, la sexualidad consciente, que Granja define como, “aquella que transcurre entre dos personas que están compartiendo un espacio de intimidad y libertad en absoluta conexión con el momento presente, lejos de urgencias, estereotipos, inercias, miedos o necesidades”.

El protocolo, afirma la psicóloga especializada en neuro-rehabilitación y gerente de TTB, María Clemente, “consiste en recibir la solicitud, y una vez estudiada, la asociación sugiere una entrevista, amenizada con un café, entre asistente y usuario. Ellos expresan sus impresiones a la coordinadora de “Tandem Intimity”, que sugiere o no continuar con la asistencia. Desde ese momento, las personas disponen de total libertad para consensuar la compañía”.

Clemente resalta, sin embargo, que “cada caso es un universo aparte y que por eso, la organización estudia previamente si es necesario hacer otro tipo de consultas, antes del encuentro”.

Especialistas en salud sexual se pronuncian

La educación sexual, reafirma la literatura correspondiente, resulta primordial para desestigmatizar la idea de que la población con discapacidad es “asexuada”. De acuerdo con la profesional de Terapia Ocupacional, Ángela María Granero, “la sexualidad como parte esencial de la condición humana es un aspecto que no se aleja de las personas con diversidad funcional, sino que forma parte intrínseca de ellas”.

Para ampliar esta idea, Granero expone varias investigaciones, entre las que destaca la de la académica Paola Rivera, recibida de Maestría en Planificación Curricular, quien sostiene que, “esta población tiene los mismos pensamientos, deseos, actitudes, fantasías y actividades, relativos a su sexualidad, que las personas que no presentan discapacidad”.

En TTB, la relación entre asistente sexual y usuario comienza, casi siempre, con una entrevista y un café en el que las personas conversan acerca de sus vidas y su interés por conocer otros individuos que les proporcionen compañía, especialmente en el campo de la intimidad. Foto cedida por TTB.
En TTB, la relación entre asistente sexual y usuario comienza, casi siempre, con una entrevista y un café en el que las personas conversan acerca de sus vidas y su interés por conocer otros individuos que les proporcionen compañía, especialmente en el campo de la intimidad. Foto cedida por TTB.

“Esto, no obstante, –evidencia Granero– depende de las características vinculadas a la discapacidad y, también, a las de cada persona, ya que “pueden originarse periodos críticos en el desarrollo de la propia sexualidad”.

Entre algunos ejemplos, la profesional diferencia a las personas con discapacidad visual, en las que “se puede producir cierta demora en la adquisición del concepto de identidad sexual propia y ajena”, y, sobre todo, aquellas que tienen alguna discapacidad intelectual, en las que “se puede desencadenar un desequilibrio entre la masturbación física y la maduración intelectual, especialmente en la etapa de la adolescencia”.

De acuerdo con el médico y autor del libro “Sexualidad y discapacidad” (2005), Jaime Tallis, “al pasar por la adolescencia, los jóvenes intentan vencer la vivencia de eternización en lo infantil, mientras que sus familias tienden a promover dicha situación”.

Por otra parte, María Clemente asegura que, “durante el periodo posterior a la niñez es donde más se necesita satisfacer el campo de la sexualidad y donde menos atendido está. También es donde existe mayor tabú y menor responsabilidad para afrontar diferentes cuestiones. Es decir, que hay un riesgo de frustración”. En estos casos, cuenta, “se pueden encontrar situaciones aberrantes, como que la madre masturbe al hijo”.

Para Clemente, esto no corresponde. Por eso, dice, “aunque algunas personas todavía cuestionen iniciativas como TTB, la realidad es que no existen muchos sitios que cuenten con asistentes sexuales confiables”.

TTB, en sus comienzos desarrolló varias pruebas piloto que, según la organización, “sirvieron para ajustar expectativas sobre una necesidad latente y descartar por completo cuestiones económicas que pueden desviar el debate hacia la prostitución”.

De acuerdo con su director Francesc Granja, ni si quiera la palabra asistente logra definir este rol. “No se trata de asistir, sino de compartir un espacio y una experiencia entre dos personas que desean libremente ejercer sus derechos. Y, aunque parezca paradójico, no siempre es la persona con diversidad funcional la que recibe ‘asistencia’”, dice.