Reene Bergestrom y Asha Ismail son dos de las más de 200 millones de mujeres y niñas que han sido mutiladas. Después de haber sido silenciadas por la vergüenza y la estigmatización, ambas rompen su silencio para concienciar de la mutilación genital femenina. Una situación, advierten, que pasa la barrera de los continentes y el color de piel. En España, por ejemplo, existen experiencias de discriminación y estigmas

Mutilación genital femenina, más allá del estigma

Mutilación genital femenina, más allá del estigma

Con 3 años, a Reene Bergestrom la mutilaron en el seno de una familia cristiana estadounidense. A Asha Ismail con 5, en Kenia. Tras años de silencio y desconcierto, ambas son activistas contra la mutilación genital femenina (MGF) y alertan de que “es un problema global que no se limita a un continente o a un color”.

Más adelante, cuando supe lo que realmente había pasado, me sentí confusa“, confiesa la doctora norteamericana Bergestrom, quien también recuerda como su madre reconoció que había sido un error, pidiéndole, acto seguido, que nunca debían hablar de ello.

“Mi corte se hizo porque me estaba tocando, no sé si a esa edad se puede llamar masturbación, pero mi madre estaba preocupada y me llevó a un médico que practicaba su religión con bisturí. En su religión la masturbación era un pecado y me quitó el clítoris”, cuenta Reene Bergestrom.

Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), se estima que más de 200 millones de mujeres y niñas (entre 0 y 14 años) han sido mutiladas en el mundo.

Después de la mutilación

Entre las circunstancias que rodean al silencio de las víctimas están la voluntad de proteger a sus familias, la vergüenza, la estigmatización y “no saber quién va a ser compasivo y quién va a juzgarte”, coinciden ambas activistas.

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Exposición “Mi lucha, nuestra lucha”, realizada por Camila Espinel Ramírez/EFE/Cedida por Médicos del Mundo Madrid

Cuando Reene Bergestrom intentó romper el silencio ante algunos compañeros de trabajo, le dijeron que no volviese a compartirlo o arruinaría su carrera. “Eso me silenció de nuevo”, lamenta.

El no hablar sobre esta práctica, ni siquiera en el ámbito hospitalario, puso la salud de Bergestrom en riesgo en el momento que fue a dar a luz. Ella ni siquiera sabía que iba a ser un problema para el parto.

Si no hubiera estado con un médico muy cuidadoso podría haber muerto, como otras muchas mujeres”, relata la doctora norteamericana, a quien tuvieron que practicar una episiotomía extensa (incisión que se hace en el tejido entre la abertura vaginal y el ano) que tardó meses en curar.

Y es que, según los expertos, la MGF conlleva graves consecuencias para la salud sexual y reproductiva, como hemorragias, infecciones, lesiones de órganos, fracturas, anemia o trastornos psicológicos. Además, detallan, puede provocar complicaciones durante el parto como cesáreas, hemorragias, desgarros o episiotomías.

Por eso envían un mensaje de aliento y acompañamiento a todas las mujeres que quieran romper su silencio: “estamos dispuestas a escucharlas”.

Impacto de la COVID

La llegada del coronavirus, además de agravar el diagnóstico y tratamiento de otras enfermedades, también fomentó “un bufet libre de forzar a las niñas”, según Asha Ismail, presidenta de Save a Girl Save a Generation.

Desde la Unfpa advierten que, debido a las restricciones para contener la pandemia, unas dos millones de niñas más podrían sufrir mutilación genital femenina en todo el mundo hasta 2030.

“Todas las medidas para contener la pandemia han tenido un tremendo impacto en la violencia de género en niñas y mujeres y particularmente en lo relacionado con la mutilación genital en África“, explica Silvia Frías, presidenta de la ONG Amref Salud África, que trabaja para prevenir la mutilación en Kenia, Tanzania, Senegal y Etiopía.

Convencida de que el trabajo de los últimos años ha servido para luchar contra la mutilación, basado en educar y romper estereotipos, Asha Ismail señala que aún “queda mucho por hacer”. Ahora, el reto está, explica Ismail, en llegar a más personas.

Experiencias en España

Con sus testimonios, las activistas aseguran que sus objetivos son ayudar a romper el silencio y pedir que no se estigmatice a las mujeres africanas ni a un continente, porque “se trata de un problema global”.

Según detalla la ONU, esta práctica se concentra en cerca de 30 países de África, de Oriente Medio, Asia meridional y persiste en poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda.

España es uno de estos países en los que todavía existen experiencias de discriminación y estigmas. Ocurre, indica un estudio de la Fundación Wassu de la Universidad Autónoma de Barcelona (FW-UAB), en el ámbito educativo y hospitalario.

En el abordaje de esta problemática, especifican las autoras, “no sólo interactúan las políticas públicas y el área legal, sino también los conocimientos y discursos que tiene la sociedad en general, en relación a esta práctica”.

Dentro del proyecto ‘Atención sin Estigmatización: análisis de factores discriminatorios en la intervención preventiva de la Mutilación Genital Femenina (MGF) en España‘, el estudio tiene la finalidad de “contribuir a la cohesión social e integración de las comunidades migrantes por ser las más afectadas por esta práctica tradicional perjudicial”.

“Sanidad blanca para personas blancas”

Dentro de la sanidad, algunos profesionales se han percatado de que no hay recursos ni conocimientos suficientes para poder atender a pacientes con una cultura diferente a la que existe en occidente.

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Una ginecóloga habla con una paciente de Mauritania/EFE/Andreu Dalmau

No tenemos traductores ni en primaria ni en especialidad, ni siquiera en hospitalaria. Es decir, no hay traducciones, con lo que las personas son tratadas como ignorantes porque no te entienden”, subraya una trabajadora social de la comunidad valenciana, quien opina que en España existe una sanidad blanca para personas blancas.

Por otro lado, este informe indica que los prejuicios también entorpecen los objetivos del estudio, pues muchos profesionales con tan solo ver el origen del paciente, lo tratan de forma distinta.

Sí, hay una estigmatización, porque piensan que la gente que practica la MGF, o las víctimas, provienen de unas etnias muy bestias, muy sucias, muy salvajes. Incluso te consideran salvaje, porque esto es una salvajada“, plantea un enfermero wolof de Senegal en un vídeo filmado por la fundación.

Pacientes como una joven de 24 años de familia gambiana, que ha participado en el estudio, también han percibido este problema.

Han visto que venía de una familia negra y la profesional, con sus prejuicios, nos ha tratado como si fuéramos tontos o inferiores. Incluso la manera de dirigirse, la manera de hablar, la manera de tratarnos… era como si fuéramos tontos“, narra.

Las investigadoras concluyen que la falta de conocimiento, de recursos, la presión asistencial o los recortes en sanidad, son algunos de los motivos que influyen en la falta de una atención a la diversidad.