Comprender la dimensión de la soledad y aportar soluciones son los objetivos que se ha marcado el Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada (SoledadES). El nombre es en plural porque quieren incluir a todos las personas, que, por diferentes circunstancias, sufren desarraigo y carencia de relaciones personales y, en definitiva, se sienten muy solas

La iniciativa la ha puesto en marcha la Fundación ONCE en colaboración con Cruz Roja, Red contra la Soledad no deseada, Federación Española de Municipios y provincias (FEMP), Plataforma del Tercer Sector, Plataforma del Voluntariado, Red de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, Consejo de la Juventud de España, UGT, CCOO, CERMI y Plataforma de Organizaciones de Pacientes.
Se trata de un espacio de intercambio de investigaciones y conocimientos entre administraciones y profesionales que pretende ahondar en la dimensión del aislamiento involuntario para acometer su mejora, y que se estima padece más de un 20 por ciento de la población española.
No olvidemos que existen evidencias que identifican la soledad como un importante predictor de muerte prematura, además de influir negativamente en la salud, tanto física como mental.
En entrevista a EFEsalud, la presidenta de este Observatorio, la ex ministra socialista de Asuntos Sociales, Matilde Fernández, integrante, a su vez, de la Asociación contra la Soledad no Deseada, aboga por desarrollar un plan estratégico con medidas muy concretas y profundamente transversal.
También defiende el trabajo en red y dar cabida a todas las organizaciones implicadas en el tema, y especialmente a las más pequeñas, que cuentan con microproyectos muy cercanos a la población.
Desde su Asociación contra la Soledad No Deseada, integrada por profesionales y cargos que trabajaron en diferentes ministerios (Educación, Trabajo, Sanidad…) y antes de confluir en esta plataforma, ya se habían puesto manos a la obra con la finalidad de sensibilizar a todos los poderes públicos y a la sociedad en general.
La primera tarea de esta organización se centró en analizar las medidas y acciones que se llevan a cabo en otros países como Reino Unido, Francia, Escandinavia, Canadá, Japón….
Matilde Fernández destaca las medidas del Reino Unido, entre otras razones, porque incluye algunas iniciativas muy prácticas y pegadas a las necesidades diarias y básicas de las personas que habitan en núcleos alejados, fomentando además la vida en comunidad.
Analizaron asimismo el funcionamiento de los centros de mayores en España. “Detectamos que muchos de ellos son como burbujas aisladas, no dan cuenta a nadie de lo que hacen, no se abren a la sociedad ni la invitan a pasar y participar”, señala Matilde Fernández.
En este sentido, considera la ex ministra que podría resultar muy interesante incluir actividades culturales, posibilitando además mejoras de empleo y de salidas laborales al mundo de la cultura que lo está pasando tan mal tras la pandemia.
A su vez, la Fundación ONCE había comenzado a darle vueltas a la creación de un observatorio que integrara todas las soledades (mujeres, discapacitados, jóvenes, mayores, pacientes, inmigrantes, refugiados…) y en el que participaran todas las organizaciones que representan estos colectivos.
El observatorio de la soledad empezó a tomar forma después de que los ciegos de Castilla-La Mancha elevaran la propuesta de crear un observatorio de la vejez, etapa de la vida más proclive a la soledad, máxime si hay discapacidad.
Este grupo se apoyó en el dato de que el 50 por ciento de los afiliados a la ONCE son mayores de 65 años, y de que casi ya no se afilian niños ni jóvenes, debido al avance de la medicina, y en cambio se afilian personas mayores que se están quedando ciegas por dolencias como la diabetes u otras.
El guante fue recogido por la directiva de la ONCE, que resolvió abrir el abanico, liderar el tema e invitar a todas las entidades citadas para así poder centrarse en todas las soledades.
En la reciente presentación del Observatorio, Miguel Carballeda, presidente del Grupo Social ONCE, recordó que la soledad no deseada es una realidad “que ya estaba aquí antes de la pandemia” y que constatan cada día los vendedores de esta organización.
Son, dijo, “centinelas de la ilusión” que escuchan diariamente a muchas personas cuando acuden a comprarles productos de juego. “Son psicólogos callejeros que saben escuchar, que no es lo mismo que oír”, agregó.
Y aunque la mayoría de las personas que sufren soledad no deseada son mayores, alertó, hay también jóvenes que, pegados a sus pantallas, no conectan físicamente con los demás y se sienten igualmente solos.
Matilde Fernández puso el foco en el binomio soledad y discapacidad y señaló que más del 60 % de las personas con discapacidad son mayores de 65 años, lo que las hace más vulnerables a padecer soledad no deseada.
Y pese a que la sociedad siente que la soledad no deseada es un problema cada vez mayor, añadió, hay poca información al respecto, lo que ha llevado a las entidades promotoras a la creación del citado observatorio y a impulsar un estudio sobre esta realidad.
Desde esta perspectiva, agradeció a Fundación ONCE “haber tenido el valor de asumir el compromiso de impulsar un gran observatorio” en el que habrá dos grandes protagonistas: la economía social y la administración más cercana a la ciudadanía, representada en los municipios.

Observatorio soledad: los datos
Los datos preliminares del primer trabajo de campo llevado a cabo por SoledadES señalan que un 92,9 por ciento de españoles creen que la soledad es un problema social bastante o muy importante.
Además, un 72,5 % piensa que luchar contra la soledad no deseada debe ser una cuestión prioritaria para las administraciones y más de un 50 % les atribuye la función de velar porque nadie se sienta solo.
En cuanto a la responsabilidad social, un 40,9 % sostiene que debe ser la ciudadanía la que se preocupe por evitar la soledad no deseada; un 4,1 % deja esta responsabilidad en manos de las ONG, y un 2,2 % en las políticas de RSC de las empresas.
Según Plan Cruz Roja Responde, un 22, 1 por ciento de las personas encuestadas manifestaron haber padecido soledad de forma continuada en los dos últimos años.
Para Cruz Roja, la soledad no deseada “es la epidemia silenciosa del siglo XXI: no se ve, estigmatiza a las personas que la sufren, puede afectar a cualquiera y se prevé que aumente exponencialmente en las próximas décadas”.
La última encuesta continua de hogares elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) revela que uno de cada cuatro hogares en España está compuesto por una única persona, una cifra que ha aumentado un 2 % con respecto al año anterior y que implica que el 10,4 % de la población residente en viviendas familiares lo hace sin compañía.
En total, en España había casi cinco millones de personas viviendo solas en el año 2020. De ellas un 43,6 % tenían 65 o más años y, a partir de esa franja de edad, el 70,9 % (1.511.000) eran mujeres.
El 44,1 % de las mujeres mayores de 85 años vivían solas frente al 24,2 % de los hombres.
Los hogares unipersonales de personas de 65 y más años han aumentado un 6,1 %, mientras que los formados por menores de 65 años disminuyeron un 0,9 % y, en estos casos, estaban formados mayoritariamente por hombres (59,1 %).
En general, los hombres que viven solos son solteros (59,7 %), mientras que las mujeres son viudas (45,5 %).
Soledad: los costes
La jornada de presentación sirvió también para debatir los costes de la soledad y cómo abordarla en el futuro y contó además con la participación, por videoconferencia, de la académica británica Noreena Hertz, autora del libro ‘El siglo de la soledad’ (Paidós).
Calificada por The Observer como “una de las pensadoras más relevantes del mundo”, Hertz sostiene que la soledad no es solo un estado de ánimo, es un estado de ánimo “colectivo” que nos está pasando factura a toda la sociedad en su conjunto y que influye en la muerte de millones de personas todos los años y cuesta “miles de millones de euros a la economía mundial”.
Además, considera que la soledad constituye una “grave amenaza” para las democracias solidarias e incluyentes.
Así, defiende la necesidad de que las instituciones se den cuenta de la magnitud del problema e invita a Gobiernos, empresas, sociedad en general y cada individuo en particular a jugar un papel protagonista porque la crisis de la soledad es “demasiado compleja para dejarla en manos de una sola entidad”.

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