El niño que maltrata en el colegio carece de empatía a todos los niveles. Es incapaz de ponerse en la situación de su víctima, aunque es consciente de su sufrimiento y eso le hace sentir superior. ¿Cómo parar al acosador escolar?

El niño acosador: sin empatía, sin escrúpulos
EFE/Ali Ali
  • 29 de agosto, 2016
  • MADRID/EFE/ROSA GALLARDO

Las noticias sobre los niños que sufren “bulling” en el entorno escolar están a la orden del día.  Ahora que comienza el colegio, EFEsalud pone la mirada en el agresor, no en la víctima. No hay mejor solución , que conocer la base del problema y actuar.

Hemos tratado la información con dos psicólogos especializados en el tema, con Valentín Martínez-Otero, doctor en Psicología, y con José Antonio Luengo, vicesecretario del Colegio de Psicólogos de Madrid.

Acoso escolar

Imágen de televisión de un niño pegando a otro. EFE TV
Imágen de un niño pegando a otro. EFE TV

José Antonio Luengo, que ha tratado a niños acosadores, asegura que el “acoso escolar o entre iguales es un comportamiento de violencia de unos contra otros”. Resalta la palabra violencia porque las víctimas sufren “vejación” y “maltrato” físico o verbal.

El psicólogo recalca que prefiere la denominación de “acoso entre iguales” porque ya no sólo se desarrolla en la escuela. Los compañeros pueden agredir en la calle a la víctima y ahora también a través de las nuevas tecnologías.

Existen dos tipos de acoso:

  1. El acoso en el mundo físico: el conocido como bulling, donde lo sufren entre “las cuatro paredes del centro escolar” o incluso “en el propio barrio” de la víctima.
  2. El ciberacoso: este tipo de maltrato se desarrolla utilizando los dispositivos propios de las tecnologías de la comunicación y la información.

El acoso tiene  tres características principales:

  1. Se mantiene en el tiempo: No es una cosa puntual, es algo que se repite en el tiempo. “Son situaciones que se estabilizan, nos hacen ver que los agresores son conscientes de que alguien está sufriendo y sin embargo siguen haciéndolo”, señala.
  2. Intencionalidad: Los agresores quieren hacer ese daño.
  3. Desequilibrio de poder: Entre los agresores y sus víctimas hay desigualdades físicas, psicológicas y sociales.

Cómo actúan:

Actúan con comportamientos que atentan contra la dignidad de alguien. “Es una falta de respeto en estado puro, con insultos directos o indirectos, difundiendo rumores, utilizando la violencia física y verbal, con exclusiones y amenazas”, alerta el experto.

Entorno:

A los maltratadores escolares les rodea dos tipos de niños: los que le siguen la corriente y son cómplices, que lo hacen para alcanzar ese “liderazgo o popularidad”, y los que simplemente ven lo que ocurre y pasan de la situación, algunos de éstos lo hacen por miedo a ser ellos el “objeto de ataque”, y otros porque lo ven “normal”.

Razones del daño

El estudio de la ONG Save the children  “Yo a eso no juego” refleja que cuando se les ha preguntado el por qué lo hacían, la mayoría respondía: “No lo sé, la verdad es que tampoco lo he pensado mucho”.

EFE/ Pilar Mata
EFE/ Pilar Mata

El psicólogo José Antonio Luengo afirma que esta contestación nos dirige a la principal característica de su personalidad: la falta de empatía, la ausencia de habilidades para ponerse en el lugar del otro.

Otras razones con las que el acosador se justifica:

  • Por gastar una broma
  • Por molestar
  • Por tenerle manía
  • Por su aspecto físico
  • Por su color de piel
  • Por su religión
  • Por su orientación sexual

Valentín Martínez-Otero, por su parte, afirma que con frecuencia los agresores actúan por “el deseo de dominar”, para controlar la conducta de los otros y beneficiarse de ello.

Origen del problema

Ambos psicólogos coinciden en que el núcleo del problema radica en el ambiente social donde crecen. José Antonio Luengo ratifica que es un “problema social y no escolar”. Es decir, que los niños ven en su entorno que la violencia está normalizada y es habitual.

Un grupo de niños durante una pelea de nieve. EFE/ANITA MARIC
Un grupo de niños durante una pelea de nieve. EFE/ANITA MARIC

Explica que crecen en un contexto cultural donde es habitual “la resolución de conflictos mediante la violencia, las faltas de respeto, o la banalización de las agresiones”.

“Imitan -apunta- no sólo lo que ven en casa, sino lo que ven en la televisión, en las series, en los comportamientos que hay en la sociedad e incluso en los contenidos que observan por Internet”.

El especialista afirma que el concepto de “loser” o de “pringado” viene “de las series americanas”. Son personas con menos habilidades sociales, más callados, más estudiosos y que no se relacionan mucho con el entorno.

El ser “chulesco o arrogante” está muy asentado. Hay patrones culturales como: “antes de que te pisen, pisa” o “tú tienes que ser el primero” donde se le da “mucha importancia al sobresalir, pase lo que pase”.

También Valentín Martínez-Otero detalla que la causa es “de naturaleza social y familiar”, donde lo esencial “es la educación que recibe el niño”.

Tipo de personalidad

El perfil del acosador se ha ido transformando. “Antes eran los malotes de la clase, pero ahora hay agresores en todas las clases sociales y en todos los rendimientos académicos”, señala Luengo.

“Son personas que tienen una falla en su desarrollo afectivo y emocional  que obtienen satisfacción del sufrimiento que producen sobre la víctima”, detalla.

Carecen de empatía hasta el punto de que “no reconocen el dolor y no sienten compasión”. “El agresor no sólo es incapaz de ponerse en la situación del otro, sino que disfruta de ese daño y  le hace situarse en una posición de liderazgo“, afirma el experto.

Para Valentín Martínez-Otero, suelen ser “impulsivos”, en ocasiones “agresivos”, afirma que suelen tener “una elevada ansiedad” y sobre todo resalta “la carencia de habilidades sociales”.

¿Problema psicológico?

La mayor incógnita es saber si estos agresores tienen algún tipo de problema psicológico, el especialista José Antonio Luengo explica que “aunque en sí no es una patología,  existen grandes carencias en su desarrollo emocional y relacional”.

Mirada de enfado de un niño EFE/Rungroj Yongrit
Mirada de enfado de un niño EFE/Rungroj Yongrit

Asegura que todos los individuos deben desarrollar las “habilidades intrapersonales e interpersonales”, pero los agresores presentan fallas. La principal, es que todo lo que hacen está bien, pase lo que pase.

“Un niño puede equivocarse, enfadarse, gritar y hasta pelearse con otro niño, pero lo ordinario es ir creciendo con claves que te permitan reconocer las consecuencias de tus actos y que, por lo tanto, puedas pedir perdón”, declara.

El niño acosador no tiene en cuenta los efectos de su comportamiento, por lo tanto ,”sí que hay un problema psicológico cuando uno es consciente de que hay otro niño sufriendo y sigue con esas acciones”.

Qué hacer para detenerlo

Hay que actuar por dos vías:

Niña con tablet
Niña con tablet

1.Entorno familiar: Los padres tienen que tener una respuesta activa, acciones como:

  • Evidenciar su disgusto y contribuir a que su comportamiento se modifique
  • Explicar y poner consecuencias (incluso imponer un castigo)
  • Lo más importante es trabajar desde el diálogo
  • Estar pendientes mediante la observación de sus actos
  • Supervisar lo que hacen en los entornos tecnológicos
  • Pedir asesoramiento profesional

2. Entorno escolar: Los profesores también son responsables. Cada centro educativo tiene su propio reglamento de régimen interno donde se definen las faltas graves o leves. A raíz de ahí, actuar con maniobras como:

  • Desarrollar estrategias de ayuda
  • Estar pendientes de ellos
  • Facilitar la reconciliación con las víctimas
  • Restaurar los daños
  • Mecanismos de ayuda entre iguales

Cómo detectarlo

  • En el ámbito familiar: Ambos psicólogos coinciden en que es una “situación muy difícil” porque existe una gran falta de comunicación con los padres. Martínez-Otero da algunas claves para averiguar si su hijo es un maltratador fuera de casa:
Un grupo de niños a su llegada a clase. EFE/Emilio Naranjo
Un grupo de niños a su llegada a clase. EFE/Emilio Naranjo
  • Prestar atención a los indicadores básicos de conducta del menor
  • Saber qué tipo de amistades tiene
  • Conocer a qué dedica su tiempo libre
  • Cuáles son sus aficiones
  • Seguir su rendimiento académico. La relación con los tutores es esencial
  • Darse cuenta de si ha cambiado de hábitos de forma brusca
  • Observar si llevan objetos a casa que los padres no le han comprado
  • Prestar atención y supervisar las nuevas tecnologías

El especialista José Antonio Luengo aclara que es “más fácil” detectar a un niño acosado porque muestra “síntomas como el sufrimiento, desgana al comer, falta de sueño, etc”. Por el contrario, el que acosa “se ve fortalecido, mejora su situación de liderazgo y en casa no muestra conductas inquietantes” que lleven a pensar que les pasa algo.

Añade que se debe prestar atención a su comportamiento como “el desprecio, la falta de compasión o la arrogancia” ante alguna crueldad o drama que contemple, por ejemplo, en la televisión.

  • En el ámbito escolar: Valentín Martínez-Otero insiste en seguir “los protocolos antiacoso, tanto a nivel de prevención como de actuación”.  Otras acciones que dan los psicólogos son:
    • Romper “la ley del silencio” para que todos los niños lo comuniquen sin miedo a represalias.
    • Hacer crecer la sensibilidad respecto a esta situación para que si no lo cuenta quien lo sufre, lo haga otro compañero.
    • El tutor debe tener las suficientes habilidades para detectar no sólo a las víctimas, sino saber qué alumnos generan ese maltrato.
    • Promover un clima de convivencia y valores que mejoren las relaciones humanas en las aulas.
    • Concienciar de que esto no es “algo normal” y no es “cosa de chicos”. No normalizar la situación.

Sus víctimas

Una madre intenta consolar a su hijo. EFE/Jesús Diges
Una madre intenta consolar a su hijo. EFE/Jesús Diges

Hay varios perfiles, pero los psicólogos coinciden en que son niños generalmente:

“En definitiva son personas normales que reaccionan mal ante una agresión”, señala Luengo. Añade que aprenden a “no defenderse” y se recluyen en su “ausencia de relaciones”.