Cornadas con trayectorias imposibles, órganos afectados o heridas mortales. Los toreros se recuperan tan rápido de las embestidas del toro que parece que están hechos “de otra pasta”. El cirujano jefe de la madrileña plaza de Las Ventas, Máximo García Padrós, asegura que el secreto está en la fortaleza mental

¿De qué pasta están hechos los toreros?
Saúl Jiménez Fortés es volteado por un toro en 2012. En 2015 ha sufrido dos cogidas: una en mayo, atendido por García Padrós y otra grave en agosto. EFE/Jorge Zapata
  • 20 de agosto, 2015
  • EFE/MADRID/MARÍA MILÁN

Sus cuerpos están cosidos de cicatrices y, en cada nueva cogida, el pronóstico vuelve a ser grave acaparando titulares. Sin embargo, es asombroso el escaso tiempo que los toreros necesitan para recuperarse, cómo salen del hospital con su mejor sonrisa y vuelven al coso para seguir con la faena.

Al matador Diego Puerta le apodaban “Valor” por su tenacidad después haber recibido más de 50 cornadas, aunque ninguna pudo con él, la muerte le llegó en 2012 por una enfermedad, como a cualquier otra persona. Las cornadas del torero Antonio Ferrera van camino de alcanzarle, pues ya supera la treintena.

El pasado 10 de agosto, Francisco Rivera recibió una cornada de 25 centímetros en el abdomen. Llegó a ver sus propias vísceras.

Cinco días más tarde, el cuerno del toro entraba en la base de la mandíbula de Saúl Jiménez Fortés y alcanzaba la base del cráneo. Cogidas espeluznantes que, pese a la gravedad del pronóstico, no han costado la vida a sus protagonistas. ¿Milagro?

Francisco Rivera llega a Sevilla para recuperarse de la cornada del 10 de agosto. EFE/ Jose Manuel Vidal

El doctor Máximo García Padrós, cirujano jefe de la madrileña plaza de toros de Las Ventas, atribuye la pronta recuperación de los profesionales taurinos a la fortaleza de sus mentes y a los avances de la cirugía.

“Los toreros son personas muy mentalizadas en su profesión, están deseando volver a los ruedos y eso facilita su recuperación”, señala el doctor, al que le sigue sorprendiendo que algunos regresen al trabajo “hasta con los puntos puestos”.

El especialista, hijo y padre de cirujanos taurinos, cumplirá en 2016 cincuenta años ejerciendo. Medio siglo en el que “la cirugía ha avanzado enormemente” en las heridas que causa el toro.

“El tratamiento es más rápido y precoz, por lo que la recuperación también es más rápida”, añade.

Cornadas de la cabeza a los pies

El equipo de García Padrós ha toreado cornadas en prácticamente todas las partes del cuerpo. Sin embargo, las más habituales suelen producirse entre el ombligo y la rodilla, especialmente en los muslos o en los testículos por “el propio mecanismo de embestida del toro”, indica el médico.

A esta embestida le sigue que el matador pierda su centro de gravedad, sea zarandeado y golpeado hasta el punto de producir lesiones más serias que la propia cornada.

“Te das con la pata de una mesa y estás una semana fastidiado, pero esta gente se pone de pie y sigue toreando con una cornada hasta matar al toro, en un estado de tensión y adrenalina tremendo”, apunta el cirujano.

García Padros analiza la gravedad de la cornada a los pocos minutos de producirse el percance y en función de las posibles complicaciones posteriores.

El jefe de cirugía de Las Ventas recuerda algunas de las cornadas más impresionantes, como en 1988 la del banderillero Antonio González Gordón “El Campeño”, el único intervenido por el especialista que falleció.

“Entró muerto, lo sacamos vivo y murió siete días después; un palo gordo por las esperanzas que habíamos puesto”, explica.

En 2015, Jiménez Fortes ha sufrido dos cogidas, ambas muy cercanas. Foto facilitada por la Gaceta de Salamanca

Por fortuna, el saldo es bastante positivo y Máximo García Padrós sale por la puerta grande de la Medicina cada vez que salva una vida, como las de Vicente Punzón, Israel Lancho o Julio Aparicio, entre otros.

Una de las últimas intervenciones del doctor fue el pasado mes de mayo cuando Saúl Jiménez Fortés, de 25 años, fue brutalmente embestido por el astado: “el pitón entra por el lado derecho del cuello y sale por el izquierdo, pasando entre la carótida, yugular, esófago y tráquea sin romper nada”, señala impresionado.

Tres meses después este torero acaba de recibir una cornada que también entra por la base de la mandíbula pero con una trayectoria más complicada.

La cirugía taurina, “distinta y urgente”

Máximo García Padrós pertenece a la segunda generación de cirujanos taurinos y hoy en día trabaja con su propio hijo. Una especialidad que engancha, “distinta, de urgencia y en la que tienes que saber qué hacer y qué no en cada momento”, define.

En más de ochenta años de historia de Las Ventas, solo cinco toreros han muerto en la faena: tres en el propio ruedo, dos en el hospital. Un número pequeño si se tienen en cuenta la cantidad de festejos y de profesionales que pasan por esta plaza de referencia mundial cada daño.

El equipo de la enfermería de esta plaza de toros está muy compenetrado. García Padrós detalla el protocolo que se sigue desde el momento en el que el pitón entra y sale del el cuerpo del torero y este llega a sus manos hasta que se estabiliza.

No dejan entrar a nadie salvo que sea “útil”, como el mozo de espadas que desnuda al torero, una tarea “complicada” si este está sudando, mojado por agua o inconsciente. Después, se explora al herido, se aplica la anestesia apropiada y se interviene quirúrgicamente. “El 99% de las operaciones en la propia plaza son definitivas ya que la enfermería está completamente preparada”, añade el cirujano.

En Las Ventas, asegura García Padrós, “siempre se trabaja”, aunque no haya altercados en el ruedo. La enfermería de la plaza atiende también las dolencias del público o de cualquiera de las más de cuatrocientas personas que trabajan allí.

El próximo año, las manos del veterano cirujano taurino cumplirán medio siglo capeando embestidas y heridas mortales de unos profesionales “de otra pasta” que, en muchas ocasiones, vuelven a nacer en el ruedo.

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