Cerrar los ojos a un mundo conocido. Días, meses, años. Abrirlos a una nueva realidad. Cada cerebro es único, cada paciente también. La causa, la duración y los sistemas dañados son los que determinan cómo vivir después de un coma. Diferentes casos que suponen la alegría de empezar un duro camino para el paciente y su familia

Despertar del coma, regreso a una nueva vida
  • 23 de marzo, 2015
  • MADRID/EFE/ALEJANDRO PARRILLA

Un trayecto que comienza con el roce de una mano conocida o las notas de una música al final del pasillo. La respuesta a un estímulo es la primera señal de que el cerebro empieza a despertar de su letargo. A partir de este momento se inicia la evaluación de las secuelas del coma, en función de su duración y origen.

Causas que el neurólogo y vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN), José Manuel Moltó, relaciona con traumatismos, enfermedades cerebrovasculares, situaciones de falta oxígeno o metabólicas y medicamentos con capacidad para disminuir la respiración.

Principios de un tiempo en volver, que cuanto mayor sea, menores son las probabilidades de recobrar funciones básicas. Por ello, tras el primer sentir, escuchar, oler o hablar comienza la evaluación de la recuperación espontánea y de los sistemas de cognición.

En función de las alteraciones observadas se establecen objetivos. Pequeñas metas cuyo fin es rehabilitar la funcionalidad del paciente.

“Trabajamos para que llegue a hacer una vida cada vez más independiente”, explica Pablo Duque, Vocal del Grupo de Estudio de Neuropsicología de la SEN.

Antes, durante y en el después de esa nueva vida, al lado del paciente se encuentra la familia. Personas “que tienen que mantener la seguridad de que va a poder superarlo”, afirma José Elias Fernández, psicólogo sanitario experto en humor y optimismo.

Notar no poder...

Antes de entrar en coma se puede hablar de obnubilación o tendencia al sueño y de estupor, donde esa tendencia se acentúa y donde sólo se consigue una respuesta con una estimulación enérgica.

Sin embargo, “este estado supone la falta de respuesta absoluta a los estímulos exteriores y la ausencia de un ritmo de vigilia y sueño”, indica el doctor Moltó.

Un estudiante sube unas escaleras circulares rojas en el Zeppelin University de Friedrichshafen, Alemania. Efesalud.com
Un estudiante sube unas escaleras circulares rojas en el Zeppelin University de Friedrichshafen, Alemania. EFE/EPA/Felix Kaestle

Según la causa, el coma puede ser repentino o fruto de la pérdida de respuestas. Primero el habla, luego el sentir, finalmente, sólo se responde a un fuerte estímulo.

Por ello, ante un coma farmacológico que es como un dormirse, se puede utilizar un antídoto que contrarreste el efecto del medicamento o droga. “la cuestión es llegar a tiempo”, remarca el neurólogo.

Días, meses o años en los que sólo cabe una larga espera que se puede alterar con diversas estimulaciones. La música, el tacto familiar, olores del pasado...todo ello son terapias que ayudan, sin llegar a ser una solución definitiva.

Un final a un estado que no se debe confundir con el síndrome del enclaustrado, donde el paciente recibe sensaciones del exterior sin poder comunicarse, o el estado vegetativo, que se produce cuando continua la inconexión con el mundo, pero se recupera el ritmo de vigilia y sueño.

Despertar y volver a...

Regresar a la realidad no siempre supone volver a un mundo conocido. El paso del tiempo en coma puede mermar las funciones perceptivas, el sistema atencional, el lenguaje o la memoria.

Para determinar cuál es el punto de partida a seguir en la neurorehabilitación, tras la recuperación espontánea se analizan los sistemas básicos de cognición. Por ejemplo, si la alteración afecta a la memoria, la exploración clínica se realiza a partir de la capacidad del paciente para memorizar palabras, textos o imágenes.

“Siempre trabajamos con lo que conserva, nunca lo que tiene perdido, para dar mayor calidad a los procesos deficitarios”, señala Pablo Duque.

Un visitante le toma una fotografía a la obra "El Despertar" de J. Seward Johnson, en Washington D.C. (EEUU). Efesalud.com
Un visitante le toma una fotografía a la obra "El Despertar" de J. Seward Johnson, en Washington D.C. (EEUU). EFE/Matthew Cavanaugh

El conseguir una vida cotidiana independiente y con calidad se puede ver favorecido o perjudicado por múltiples factores. El paciente es el fundamental. Un perfil psicológico adaptativo permite afrontar mejor una nueva realidad, mientras que la desconfianza ante médicos y familiares puede llevar a un comportamiento psicótico.

Actitudes compresibles ante una situación extraordinaria. Quién sabría cómo actuar ante casos como el expuesto por el doctor Duque, en el que la paciente “tiene una amnesia de tres años y su pareja la conoció hace algo más de dos, por lo que la mira como un extraño”.

“Lo básico es tomar conciencia del déficit”, añade.

Tras el primer paso, el segundo es apoyar la recuperación del cerebro con rehabilitación. El tercero iniciar un proceso de ganancia de funciones cotidianas. El cuarto, no perderlas por desuso. Sin embargo, estos avances no son una regla matemática, cada paciente es único.

Mientras estabas dormido yo...

Esperar a que responda, a que el médico traiga buenas noticias, a que reconozca tu voz, al fin y al cabo, esperar. Tras superar fechas claves como la quincena o el mes, los familiares deben de reforzar su seguridad sobre un resultado positivo.

“Se piensa que un buen estado de ánimo en una mala situación es ser inconsciente, pero cuanto mejor sea, mejor se verá la realidad”, señala José Elias.

La relajación y el recuerdo del pasado son dos de los métodos utilizados para llegar a una idea: el familiar puede salir del coma, hay mucha gente que lo ha conseguido antes que él.

Aunque es fácil decirlo, pasados treinta días, la esperanza empieza a decaer. Después de superar esta primera fase, el familiar se enfrenta a una meseta emocional, donde los sentimientos se mantienen estancados. Si el tiempo sigue pasando, las fuerzas vuelven a recaer.

Son esos dos momentos claves, en los que la confianza no es la misma que al principio, cuando es necesario el apoyo de la red social o el trabajo psicológico.

Mantener un estado de ánimo estable es importante “para transmitirlo en el hospital, pues no podemos hacer ver aquello que no tenemos”, explica el psicólogo.

Tras el despertar, pacientes y familiares tienen que reaprender una nueva situación. A veces, cuando se ha perdido la memoria, no es fácil. Por ello, “hay que mantener los mecanismos psicólogicos puestos en marcha para, una vez conseguido, no sentir que no se debe hace más y caer en la depresión”, concluye.

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