El primer informe español sobre tendencias de exclusión alimentaria visibiliza el peligro que entraña renunciar a ciertos alimentos por la percepción social que se tiene de ellos, llegando a desembocar en posibles carencias alimentarias

Por decisión propia, el 40 % de la población española renuncia al consumo de ciertos alimentos o nutrientes.
En la misma línea, un cuarto de los españoles tiene una dieta libre de lactosa, aun cuando en el 61 % de los casos no está justificado médicamente.
Y con aquellos que siguen una dieta sin gluten (8 %) ocurre más de lo mismo: el 72 % de ellos la siguen porque así lo creen oportuno.
Estos son algunos de los datos que recoge el informe “Tendencia de exclusión alimentaria española”, presentado por la Academia Española de Nutrición y Dietética, que, de la mano de la Fundación Mapfre, impulsan la concienciación en lo que a la “autoprescripción” alimentaria se refiere.
Y es que durante los últimos años, la connotación negativa que despiertan ciertos componentes como puede ser el gluten o la lactosa, ha hecho que la población en general modifique su conducta alimentaria, sin que sean conscientes de lo que puede suponer para su salud a largo plazo.
Dieta de exclusión en los españoles
Contando con una muestra de 3.150 encuestados como proporción representativa de la población española, se distinguen tendencias que comenzamos a ver en nuestros entornos.
- Dieta sin gluten o baja en gluten. Según las proporciones que recoge el informe antes mencionado, el 8 % de los españoles excluyen el gluten de su dieta, extendiendo este condicionante a su familia en el 70 % de los encuestados. Lo curioso es que el 72 % lo hacen sin justificación profesional, desconociendo que para sustituir el gluten, en muchas ocasiones se recurre a las grasas hidrogenadas, cuyo consumo es especialmente perjudicial para nuestra salud cardiovascular.
- Dieta sin lactosa: Se trata del régimen de exclusión más seguido por la población española. Claro que, del 25 % de españoles que cumplen esta dieta, tan solo el 39 % lo hace de forma justificada.
- Dieta flexitariana, vegetariana o vegana: En el caso de la dieta flexitariana hablamos de una baja ingesta de carne. Un 7 % de la población renuncia a consumir las proporciones recomendadas y, cuando las consume, prioriza la carne blanca y magra. Por otra parte, los vegetarianos llegan al 4 %, renunciando a todo tipo de carne, pero no a los derivados animales como leche y huevos. Los veganos, tan solo un 0,8 % de los españoles, excluyen de su dieta cualquier tipo de alimento de origen animal.
Flexitarianos, veganos, vegetarianos… ¿sin riesgo?
Los tres anteriores son patrones dietéticos que no derivan necesariamente en problemas de salud, pese a lo que muchos creen. Eso sí, de manera preventiva todos deberían suplementarse con vitamina B12. Y de ser así, no existiría repercusión alguna sobre nuestra salud.
Claro que el presidente de la Academia Española de Nutrición y Dietética, Giuseppe Rusolillo, destaca:
“Solo la mitad de los vegetarianos y veganos dice suplementarse y un bajo porcentaje dice haber recibido asesoramiento”
He ahí el problema. No se trata del tipo de dieta, sino seguirla desde el desconocimiento.
¡Cuidado con trasladar estos hábitos al núcleo familiar!
Estas “nuevas preocupaciones” por el bienestar, el autocuidado de la salud y la calidad de la alimentación incumben en mayor medida a mujeres y, en general, a población de mediana edad.
Pero ahí no queda la cosa: lo más frecuente es que estas restricciones pasen a formar parte del hábito familiar, entrañando un considerable peligro también para los más pequeños.

En este sentido, Rusolillo, matiza.
“No hay pruebas imparciales que dicten que la sustitución de un tipo de leche por otro afecta al crecimiento de los niños, pero sí sabemos que puede suponer un riesgo para la ingesta necesaria de calcio, cosa que sí está relacionado con el crecimiento”
Consecuencias de las decisiones infundadas
La cuestión es que el concepto clave en este contexto no es otro sino el de equilibrio.
Una dieta que contenga los nutrientes indispensables para el correcto funcionamiento del organismo y, así, prevenir las enfermedades asociadas a cualquier descompensación nutricional es la referencia a la que debemos aspirar.
Porque, de no hacerlo, nos estaríamos enfrentando a serios riesgos para la salud, como:
- Deficiencia de vitamina B12: normalmente asociada a una dieta vegetariana o vegana. Entre las consecuencias que desembocan de esta deficiencia encontramos aquellas leves o moderadas como puede ser el típico cansancio, debilidad o hasta la mala memoria. Aunque también puede acarrear problemas de mayor calibre como
- Anemia megaloblástica: tipo de anemia en el que la médula produce glóbulos rojos agrandados, inmaduros y disfuncionales.
- Problemas neurológicos
- Depresión
- Demencia
- Falta de fibra: prescindir del gluten o bajar su ingesta puede tener consecuencias como la falta de fibra, intrínsecamente relacionada con problemas gastrointestinales.
- Falta de vitamina D: Otra de las consecuencias de realizar una dieta sin gluten o baja en gluten sin diagnóstico profesional.
- Deficiencia de nutrientes (hierro, zinc, magnesio, calcio): desde la clásica anemia por reducir el gluten en nuestra dieta hasta la insuficiente ingesta de calcio en nuestra dieta por renunciar a los productos con lactosa. En el caso de la deficiencia de calcio, hablamos de un impacto incuestionable en nuestra salud y, en concreto, en nuestra salud ósea.
¿Y nuestro bolsillo?
Pero ya no solo hablamos de las peligrosas consecuencias sobre nuestra salud a la hora de seguir tendencias alimentarias que no encajan con nuestras necesidades, sino que a esto le añadimos el sobrecoste de hacerlo.
La coyuntura económica ha supuesto, como norma general, un incremento en los precios de los bienes de consumo alimentario básicos, como son los huevos.
Pero si a esto le sumamos el sobreprecio que supone consumir aquellos productos que específicamente están dirigidos a sectores de la población con intolerancias, estaríamos menguando innecesariamente nuestra capacidad económica.
Pero… ¿por qué nos sentimos mejor?
Claro que, aún sin saber si realmente lo necesitan o no, son muchos los que prefieren pagar de más por esos productos. ¿La razón? la mejoría que notan por el cambio de dieta.
Puede que se trate de una decisión fundamentada en la sospecha, pero es muy común que se hable de una mejoría cortoplacista en este sentido.
Eva Arranz, médico de la Fundación Mapfre, asegura que no se puede obviar el antes para hablar de un mejor después. Al hablar de esta mejoría, indica que depende del tipo de dieta.
“Podemos notar una sensación de bienestar si antes abusábamos de un alimento, pero eso no quiere decir que la solución sea renunciar a él”, señala la experta.
El doctor Rusolillo va más allá y concreta: Al hablar del gluten, por ejemplo, la gran parte de la población tiene algún tipo de intolerancia (como puede ser la hipersensibilidad) y lo desconoce. Eso sí, eso no quiere decir que no sea necesario el diagnóstico de un nutricionista.
La etiqueta de “menos saludable” y el rechazo a los aditivos
Aceite de palma, grasas hidrogenadas o trans, bebidas edulcoradas, bollería industrial… Son muchos los alimentos que despiertan recelo como norma general en el consumidor.
Pero, aunque son muchas las razones que respaldan esta concepción, Giuseppe Rusolillo destaca la contrariedad que supone que, para algunos, los aditivos deban añadirse a esa lista de alimentos o componentes dañinos.
“Son claves para la seguridad alimentaria y el consumo de alimentos en buen estado. Estos aditivos están regulados en dosis y uso por la legislación”, indica.
7 de cada 10 españoles, pese a ello, confiesan evitarlos. Y, como es de esperar, sin ninguna causa justificada.
Nuevas preocupaciones
La forma en la que se lidia con la alimentación ha cambiado a lo largo de los años. La salud es un factor que preocupa cada vez más, pero actuar desde el desconocimiento puede ser tan nocivo como el desinterés.
“Preocuparse por la salud y tratar de modificar aspectos relacionados con el estilo de vida, como la nutrición es un aspecto positivo”, indica la doctora Arranz.
Pero no deja de enfatizar el hecho de que una dieta de exclusión, la nueva tendencia entre españoles, no pueden basarse en el autodiagnóstico, ni llevarse a cabo sin el correcto asesoramiento y seguimiento.
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