Bajo este título, el psiquiatra norteamericano Allen Frances nos presenta un mundo sanitario en el que las empresas farmacéuticas han jugado con la difusa línea de la normalidad para expandir los diagnósticos y convertir a la mayoría de la población en enfermos mentales; en este planteamiento, pide a los pacientes que jueguen un papel más activo

¿Somos todos enfermos mentales?
Proyección de vídeos con antiguos pacientes psiquiátricos en el Museo de la Mente de Roma. EFE
  • 12 de septiembre, 2014
  • MADRID/EFE/ALEJANDRO PARRILLA

Allen Frances, catedrático emérito en Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Durham, Carolina del Norte, revela en su nuevo libro “¿Somos todos enfermos mentales? Manifiesto contra los abusos de la psiquiatría”  (Ed. Ariel) un complejo panorama de la salud caracterizado por lo que denomina inflación diagnóstica, donde lo diferente significa estar enfermo.

“El problema es que no hay una definición de normal. La normalidad es una construcción social”, señala.

Desde su actividad como presidente del grupo de trabajo del DSM IV (Manual Diagnóstico y Estadístico), donde se clasifican los trastornos mentales, ha podido observar como los límites de la enfermedad mental se han expandido. Ello hace que “mucha gente reciba medicación psiquiátrica que no necesita y gente que la necesita, no tiene acceso a ella”, afirma.

Esta sobrevaloración del paciente no diagnosticado frente al que ha sido definido de forma errónea es fruto de un contexto en el que el poder de las compañías farmacéuticas determina la relación entre médico y paciente.

Las personas son más fuertes de lo que creen

Cada día los ciudadanos se enfrentan a problemas propios de la vida diaria, a los que se suma un entorno de crisis económica, que pueden generar una sensación natural de desmoralización.

Este aspecto no es nuevo, lo innovador es la conversión de los problemas sociales del día a día en trastornos mentales duraderos mediante el marketing realizado por las empresas farmacéuticas.

“Es muy importante que la gente tome conciencia y se informe antes de aceptar un diagnóstico y tomar una pastilla psiquiátrica”, afirma.

Fotografía del psiquiatra Allen Frances. Efesalud.com
Allen Frances, autor del libro “¿Somos todos enfermos mentales?”. EFE-Foto cedida por la agencia de comunicación Argumentaria

Los componentes químicos de una pastilla, si bien son recomendables para enfermos graves con síntomas persistentes, en el resto de personas supone un autoengaño. Si se experimenta una mejora tras tomar una pastilla, se considera que los beneficios son fruto del medicamento, olvidando la importancia de la resistencia humana, el tiempo y el apoyo familiar en la mejoría física y psíquica.

Como señala el psiquiátra Allen Frances, la prueba de ello es que “el rango de respuesta del placebo para los problemas más ligeros es más del 50% y con la medicación la respuesta es de un poco más, sólo un 65%”.

“Un paciente informado es la mejor protección contra la medicina comercializada, no sólo en la psiquiatría sino en toda la medicina”, destaca.

En la configuración del paciente informado, internet cumple un papel importante debido a la cantidad y el acceso a la información, pero a la vez limitado debido a que “esa información está controlada por las empresas farmacéuticas”.

Por tanto, según señala el catedrático Allen Frances, el compromiso de un paciente activo con su propio estado de salud debe considerar la fuente de la información, crear un juicio sobre la enfermedad, hacerse preguntas y trasladas a su médico esperando respuestas “claras y de sentido común”.

El médico, mucha responsabilidad y poco tiempo

Más allá de la profesionalidad de los médicos, el principal problema está en la despersonalización de la medicina, en la que el poco tiempo que pasa el paciente con el doctor impide conocer al primero como persona, convirtiendo la receta de una pastilla en “la forma más fácil para que el paciente salga de la consulta”.

“Hipócrates, el padre de la medicina, dijo hace 2500 años que es más importante conocer al paciente que tiene la enfermedad que la enfermedad que tiene el paciente”, explica.

Frente a este sistema de atención médica, Allen Frances propone la realización de un “diagnóstico escalonado” formado hasta por seis visitas previas a un diagnóstico definitivo, aceptando “la incertidumbre antes que apresurarse y emitir un juicio erróneo”:

  1. Fase. Recopilar datos básicos.
  2. Fase. Observar si es un problema real.
  3. Fase. Evaluación continua del problema.
  4. Fase. Intervención mínima mediante consultas y terapia.
  5. Fase. Asesoramiento breve.
  6. Fase. Diagnóstico y tratamiento definitivo.

Junto a este sistema de evaluación, Allen Frances considera que la salvaguarda de la calidad del sistema sanitario pasa por un control a los profesionales médicos, de tal manera que los que receten medicamentos narcóticos en exceso sean “educados y disciplinados”.

“En Estados Unidos tenemos más muertes por los medicamentos recetados que por las drogas que están en la calle”, señala.

Las farmacéuticas, empresas de salud

Las empresas farmacéuticas son compañías que se deben a sus inversores, cuyo interés se encuentra en generar beneficios. El problema llega cuando un negocio se sitúa en el ámbito de la salud, donde la obtención de más clientes pasa por expandir los diagnósticos de los trastornos mentales.

Pastilla E-Lite utilizadas de manera informal en San Salvador para adelgazar. Efesalud.com
ACAN-EFE/EL DIARIO DE HOY/ Manuel Orellana

La búsqueda del beneficio económico a través del marketing y la inflación diagnóstica ha provocado que las empresas farmacéuticas “hayan ido demasiado lejos”, perdiendo la legitimidad de tener entre sus bases la salud de los pacientes.

“Un ejemplo es el medicamento de la hepatitis C, ya que el mismo tratamiento que cuesta en Estados Unidos 84.000 dólares, vale 900 en Egipto”, afirma.

Ante el enorme beneficio de estas empresas, fruto de precios marcados dentro de un monopolio, Allen Frances muestra su esperanza de que esta forma de actuar lleve a un mayor control mediante acciones como:

  • Controles sobre profesionales que recetan medicamentos narcóticos en exceso.
  • Un sistema informático entre farmacias para evitar la venta repetida de medicamentos narcóticos a un mismo paciente.
  • Una política social que proteja a grupos de riesgos frente a una medicación excesiva y no convierta los problemas sociales en problemas médicos.
  • Un aumento de la crítica periodística sobre los abusos de la práctica farmacéutica.
  • La implicación de las asociaciones profesionales a través de programas como “elegir sabiamente”, que determina que tratamientos se están aplicando de forma inapropiada.

Como señala el propio Allen Frances, el objetivo es huir de la sociedad distópica del libro “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, en la que todos se toman una pastilla de la felicidad cada día, olvidando que “no podemos solucionar cada problema en la vida con un medicamento”.