Para la doctora Marta Isabel Castro Rodríguez, especialista en geriatría del Hospital Universitario de Getafe (Madrid), la diabetes mellitus es un factor de riesgo independiente que se suma a las dificultades locomotoras propias de la edad: "Muchas personas mayores no se caen por ser viejitos, se caen por ser diabéticos"

¿La diabetes fractura caderas?
EFE / Armando Babani
  • 12 de noviembre, 2013
  • MADRID / EFE / GREGORIO DEL ROSARIO

La Organización Mundial de la Salud  (OMS) estima que cada año uno de cada tres mayores de 65 años que viven en su casa y uno de cada dos que vive en residencias asistidas sufren caídas con consecuencias importantes, como fracturarse la cadera.

Si el anciano es diabético tienen aún más riesgo; según la OMS un 1,6% se caen más que los no diabéticos, con un aumento del 2% en daños físicos. Asimismo, el 35% de los ancianos diabéticos que se desploman se han caído ya  en múltiples ocasiones.

Y ahí no queda la cosa, el estudio Di@bet.es -datos en España- señala que un 10% de los mayores de 75 años desconoce que padece diabetes tipo 2 o mellitus (DM), aumento de los niveles de glucosa en la sangre o hiperglucemia. Para la doctora Castro, es una enfermedad que "se diagnostica en los ancianos por sus complicaciones".

¿Se cae? o ¡se cae!

La enfermedad produce polineuropatía, lesión que involucra los vasos sanguíneos menores que irrigan los nervios. Se ve afectado el equilibrio por la reducción de la sensibilidad en las piernas, lo que condiciona la marcha y hace que la forma de caminar sea patológica. El anciano, por ejemplo, "tiene dificultad para salvar un mínimo obstáculo y se cae".

La diabetes mellitus origina disautonomía,  un grupo de trastornos provocados por un mal funcionamiento del sistema nervioso autónomo. Nuestros mayores "se ponen de pie, les baja la tensión y se caen".

La pérdida de visión por retinopatía diabética, causada por el deterioro de los vasos sanguíneos que irrigan la retina, o por otras enfermedades oculares, provoca que "el anciano vea mal, tropiece y se caiga más".

También predispone a la enfermedad cerebrovascular, "a tener pequeños infartos", que hacen que el modo de caminar sea anómalo, es decir, que "las órdenes de ejecutar el paso estén disminuidas, y por tanto se incremente el riesgo de caída".

Además, parece que los diabéticos sufren de sarcopenia. En palabras de la doctora Marta Castro: "Puede ser un paciente diabético con obesidad, tener poca masa muscular y la que tiene ser de peor calidad que la de una persona en igual condición pero sin la enfermedad".

"El músculo se contrae más lentamente o tiene menos fuerza. La velocidad de marcha es más lenta, los reflejos reactivos los tienen más enlentecidos, lo que contribuye, sin duda, a un mayor número de caídas".

¿Qué se ha roto?

Para la doctora Marta Castro, ignorar estos datos genera "consecuencias invalidantes" en los ancianos. La enfermedad de la diabetes conlleva ictus, infarto, insuficiencia renal, caídas, fracturas de cadera, desarrollo de la demencia, etc., que afectan gravemente a la calidad de vida de los pacientes.

El 50% de los diabéticos son mayores de 65 años, lo que hace que sea un problema especialmente de viejos y no de jóvenes. La prevalencia en mayores de 75 años es del 30,7 en varones y del 33,4 en mujeres.

¿Y por qué se fracturan especialmente la cadera? Marta Castro indica que los huesos de los ancianos tienen características diferentes. "Aunque en algunos estudios se demostraría que la densidad mineral ósea pueda ser más elevada que la población normal, resultaría ser un hueso de inferior calidad. Es más denso pero se fractura más":

  • Los diabéticos padecen un riesgo más alto de déficit de vitamina D, fundamental para que el calcio se fije al hueso y sea un hueso de buena calidad.
  • Muchos diabéticos tienen insuficiencia renal, como consecuencia de la diabetes, y por tanto se pierde calcio, una serie de alteraciones metabólicas que contribuyen a la osteoporosis y a que el hueso sea de peor calidad.
  • Incluso existen algunos fármacos específicos de la diabetes, hipoglucemiantes, los que se utilizan para bajar el azúcar, que ocasionarían fractura de cadera, según demostraría algún estudio.
La doctora Marta Castro considera que una valoración geriátrica que analice el grado de autonomía del paciente sería una herramienta vital para reducir el número de caídas.
"Los médicos tenemos que cambiar el chip de tal forma que no igualemos la diabetes en ancianos y jóvenes porque la expresión clínica de la diabetes en nuestros mayores suele ser el deterioro funcional. Deja de hacer sus actividades básicas, como cocinar, manejar su medicación o coger el autobús".
EFE / Juan Carlos Cárdenas

Screening anual

La diabetes es asintomática y cuando un anciano pierde capacidades "tienen que saltar las alarmas y tenemos que investigar las causas", asevera la doctora Castro. "A partir de los 75 años de edad, se les tiene que practicar un screening o cribado anual a todos los pacientes, porque la diabetes es tremendamente prevalente".

El método más eficaz es la prueba de sobrecarga oral de glucosa (SOG) que se debe hacer a todos los que tengan la glucemia basal alta, sin llegar al rango de diabetes, o a los que ofrezcan valores alterados en el test de la hemoglobina glicosilada (HbA1c).

"Es un examen más complejo. No se trata de un pinchazo en la yema del dedo para medir el azúcar antes de desayunar.  Una persona joven puede tener una alteración elevada y un anciano puede tener valores normales y sin embargo ser diabético. Con esta prueba se constata cómo se metaboliza el azúcar en el organismo. Se detecta la diabetes".

Si el abuelo o la abuela tropiezan y se caen al suelo, el motivo no tiene por qué ser su edad. Es muy posible que detrás, oculta en la sangre, esté la diabetes, y no debemos esperar a que se fracturen una cadera, pierdan la vista, padezcan una insuficiencia renal o tengan que amputarles una pierna para prevenir o diagnosticar la enfermedad.

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