“Un robot jamás podrá sustituir a un médico”, afirma con rotundidad el cirujano y dermatólogo Eduardo López Bran, un experto en microtrasplante capilar; declaración que contrasta con la llegada de Artas, un ser electrónico inteligente capaz de extraer miles de unidades foliculares con absoluta precisión y sin dejar una sola cicatriz
Artas, un humanoide anticalvicie
El robot Artas dispone de un brazo mecánico en cuyo extremo se instalan dos cámaras de televisión de alta definición para recoger toda la información del área dadora -zona de extracción- y transmitirla a un procesador informático que analiza hasta 50 parámetros por segundo, como son el ángulo, la dirección, la profundidad o la densidad de folículos existentes en la nuca.
Pero antes hay que preparar al paciente, que suele ser un hombre calvo o con alopecia incipiente en la parte media o anterior de la cabeza. Es el nexo entre médico y peluquero, ya que el pelo de la nuca se rapa al cero con el método ya tradicional. El doctor López Bran es un virtuoso con la maquinilla eléctrica.
A continuación, se administra anestesia local y se pintan las típicas rayas azules. La nuca se queda pelada. Sin embargo, Artas necesita algo más que un rotulador… se delimita el perímetro de extracción añadiendo un dispositivo repleto de circuitos integrados, con forma de marco de plástico y que tensa la piel.

¡A roturar pelos!
El microinjerto capilar se puede comparar con los ciclos de la siembra para obtener un vegetal o un fruto en cualquier tipo de cultivo: se prepara la semilla, se planta y se sustenta hasta que arraigue y crezca.
El @DrLopezBran ya establecía esta relación en el reportaje “Perder la calvicie, pelo a pelo” de efesalud.
Trasplante de pelo robotizado
La robótica evita que no se pierdan hasta un 40% de los bulbos extraídos de forma manual por manos inexpertas o que se tenga que cortar una pieza de cuero cabelludo en la zona de la nuca, técnica quirúrgica sencilla e indolora, pero algo aparatosa.
Artas tiene un margen de error que no sobrepasa el 5%; ¿por qué?… “los humanos fallamos en labores repetitivas y de precisión milimétrica”, considera López Bran.
“El robot respeta al máximo la zona dadora, un área intransferible y finita de la persona. Preservar el mayor número de unidades foliculares es muy importante. Es el camino directo hacia el triunfo del trasplante capilar”.
La innovación tecnológica no tiene límites, pero los humanos, cualificados para diseñar el cerebro del robot, no muestran la misma habilidad a la hora de extraer bulbos a base de bisturí.

No es lo mismo el pulso de un cirujano, sumado al ángulo, a la profundidad y al diámetro en cada incisión, que una ejecución robótica, capaz de definir tamaños a nivel de micras y newtons de fuerza necesarios. Todos son parámetros imprescindibles para que cada extracción sea perfecta, aún más si cabe si el procedimiento se repite hasta 2.000 veces a la hora.
Antes de empezar la intervención, el simulador 3D del robot recoge cinco fotografías de la cabeza del paciente desde diferentes ángulos y proporciona un resultado final virtual. Valora la densidad de la zona receptora -alopecia- y establece el número de injertos, ajustando la inserción del ulterior cabello a la dirección del crecimiento de su raíz. Incluso su software está programado para rechazar bulbos de un solo pelo.
Artas “dibuja” una cuadrícula amarilla dentro del marco de plástico y determina 42 unidades foliculares por centímetro cuadrado. Luego señala con un círculo verde el bulbo piloso que se dispone a extraer, a la vez que marca con un círculo violeta el que extraerá a continuación. Deja en círculos de color azul los folículos extraídos.
Por medio de un botón rojo en un mando a distancia se da la orden de “start” a Artas.


El robot demuestra entonces todo su poder tecnológico: saca su bisturí circular de dos agujas, extrae un folículo marcado en verde y va a por el siguiente marcado en violeta. Se sitúa, extrae y avanza; se sitúa, extra y avanza; se sitúa, extrae y avanza; se sitúa, extrae y avanza… el silencio del quirófano se sustituye por un sonido machacón parecido al de una fotocopiadora. Y así hasta que se completa la extracción de todos los bulbos útiles situados en la cuadrícula amarilla.
El robot es tan eficaz que se para cuando detecta un problema en la superficie de la piel, como pueda ser un folículo desplazado de su nicho. Es más, si el paciente se mueve, aunque sea de forma inapreciable, Artas lo detecta y lo procesa.

La cosecha de bulbos pilosos
Artas se detiene y retrae el instrumental. Es el turno del equipo del doctor López Bran, que ha comprobado en todo momento la precisión del trabajo de Artas. Recogen “la semilla recolectada“, que sobresale en la superficie de la piel, y la preparan para el injerto.
Con un microscopio analizan las unidades foliculares y las depositan, de una en una, en un líquido que mezcla suero y sangre del propio paciente. Se conservan “frescas” hasta la segunda fase de la operación de trasplante.
Para el doctor López Bran todo el proceso ha resultado muy satisfactorio; “pan comido para Artas“, dice, mientras nos enseña un folículo que sujeta con una pinza. A su paciente, Alberto, le ha extraído 1.500 que se transformarán en 4.000 pelos aproximadamente.
La alopecia incipiente
“Mi pelo es mi carta de presentación”, nos cuenta Alberto Arnal Mengod, licenciado en Administración y Dirección de Empresas y deportista de elite. Es un joven de 33 años que mide 1.90 de altura y disfruta de una complexión atlética.
Tiene una buena zona dadora, de 26 centímetros de oreja a oreja. Cuando la alopecia se extendió por su cabeza, no se lo pensó dos veces; quizá por influencia del yudo, donde si te lo piensas demasiado terminas con la nuca y la espalda en el tatami.
“La imagen es muy importante en el entorno socioeconómico en el que vivimos y nunca está de más prevenir futuras carencias en mi cabello. Además, el trabajo del robot Artas ha sido muy eficiente. No he sentido ni uno solo de sus pinchazos“, asegura.



La zona estética más importante de la cabeza es el tercio anterior del cuero cabelludo, en donde vemos las entradas. Con 1.500 unidades foliculares se densifica este área propensa a la alopecia y hombres como Alberto “nunca más volverán a ser calvos“, incluso cuando llegue a perder los folículos sanos que todavía conserva en el área receptora. Será suficiente”, atestigua el doctor.

Aunque si necesitas un pelo frondoso “conviene repoblar las partes que se vayan quedando sin pelo”.
Por eso Alberto acudió a IMEMA, un centro “de vanguardia”, según López Bran. Le avalan 25 años de resultados; no en vano España es líder mundial de trasplantes de pelo con tecnología robótica, solo disponible en un centenar de clínicas repartidas en apenas cinco decenas de países.
De momento, el robot Artas solo trabaja a media jornada, durante la obtención de los folículos pilosos, la base del cabello. Ahora tiene que microevolucionar y completar todo el proceso: injertar folículos pilosos en la cabeza. Todo un reto para un humanoide del siglo XXI. Los seres humanos lo consiguieron en el siglo XX.
Sembrar bulbos a mano
En la zona calva o receptora se inyecta anestesia local para evitar el mínimo dolor y un poco de suero para distender la dermis y poder colocar el mayor número de folículos por centímetro cuadrado. Con una aguja hipodérmica se practican miles de incisiones, donde se insertarán cada uno de los bulbos extraídos por Artas.

¿Y cómo se colocan?… Se coge la unidad folicular con una pinza especial de microcirugía y con otra se abre el orificio. Se introduce en la cavidad y se deposita en su interior. De forma inmediata se establece la unión entre el bulbo y el lecho receptor de manera que, en muy poco tiempo, resulta imposible que se desprenda. Cada folículo generará uno, dos, tres o cuatro pelos; de forma extraordinaria cinco.
Alberto quiere terminar pronto para irse a casa a descansar, pero aún debe sumar algunas horas de “pelo a pelo“. Al menos se contenta con saber que el postoperatorio será liviano.
Muchos hombres y mujeres desean peinarse canas hasta que el cuerpo aguante. Alberto Arnal Mengod ya lo ha conseguido. Su pelo irá creciendo poco a poco y en unos cuantos meses se podrá mirar al espejo y contemplar su imagen soñada. Una ilusión más gratificante gracias al robot Artas.

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