Más de de 46.000 militares españoles formaron parte de la misión española destinada a Bosnia Herzegovina, primero bajo la bandera de la ONU, luego de la OTAN y posteriormente la Unión Europea. Durante los 18 años de su presencia ininterrumpida murieron 23 militares del contingente español. EFEsalud ha entrevistado a dos médicos anestesiólogos que estuvieron allí: la teniente coronel Elvira Pelet y el comandante Ricardo Navarro

Medicina de guerra: entre bombas y bisturís
El doctor Ricardo Navarro (2 izqda) atiende a un herido por arma de fuego en el hospital militar español de Herat, en Afganistán.Foto cedida por Ricardo Navarro
  • 9 de junio, 2016
  • MADRID/EFE/PILAR GONZÁLEZ MORENO

El miedo, el espectro de casas agujereadas por obuses y metrallas, las calles vacías, los hospitales destrozados y saqueados, y una población civil devastada psicológicamente por las atrocidades cometidas, permanecen en su recuerdo.

¿Pero a que se enfrenta un médico militar cuando hoy, en pleno siglo XXI, tiene que abandonar un hospital de un país en paz, para atender a los heridos de un territorio en guerra?

La situación táctica influye notablemente en el despliegue sanitario y en la asistencia a las bajas. La climatología, la estación del año y la evolución del conflicto provocan una gran repercusión a la hora de planificar las distintas operaciones.

Para Elvira Pelet las situaciones más duras se dan cuando tienes que tratar a un compañero o atender a un niño.

La evacuación a España de una niña de apenas 3 años, con el 80 por ciento de su cuerpo quemado, fue probablemente una de las experiencias más difíciles a las que se enfrentó Pelet durante los tres periodos alternos que le tocó trabajar en Kosovo.

Natural de Zaragoza, 47 años, y 23 en el Ejército, Pelet tuvo que afrontar también evacuaciones de amputados y atender a una población civil, escondida en refugios, con patologías crónicas neumológicas, diabéticas o psiquiátricas

Personas con problemas de visión, amputados con prótesis que ya no se podían poner, o niños mal alimentados.

Este es el resumen que hace de su estancia en Bosnia, donde llegó en 1995, con el conflicto en punto álgido, y donde algunos compañeros murieron por balas de francotiradores: ”Se pasa miedo”.

La carreteras eran “muy malas y estaban minadas; los hospitales absolutamente vacíos y destrozados. Se viven situaciones muy complejas y de gran tensión, como el intercambio de cadáveres entre bandos enfrentados”.

Puesta en escena de la Batalla de Borodino entre las tropas de Napoleón y el Ejército ruso EFE/SERGEI ILNITSKY
Puesta en escena de la Batalla de Borodino entre las tropas de Napoleón y el Ejército ruso EFE/SERGEI ILNITSKY

El triaje

La organización es primordial, porque los heridos llegan en oleadas y hay que tener en cuenta que las hemorragias siempre son la mayor causa de muerte en las guerras.

Pueden llegar, por ejemplo, siete heridos por una explosión, a la vez.

Hay que evaluar rápidamente sus heridas y gravedad para establecer quien necesita ser atendido primero.

Esta selección, es conocida con el nombre de triaje. El primero en utilizar este término fue el barón Dominique-Jean larrey (1766-1842), médico cirujano militar y jefe de los servicios sanitarios del Ejército de Napoleón.

Tras esta selección, hay que empezar a operar para estabilizar al paciente, que es probable que tenga que volver en horas posteriores al quirófano.

Pero no se le interviene quirúrgicamente durante varias horas continuadas de todas sus heridas, porque hay otras seis personas detrás que se pueden morir en ese intervalo.

Así la primera intervención busca ser rápida y eficaz, con el fin de salvar su vida. Es una cirugía muy específica para solventar el problema mayor y que permite mantener al paciente estable para posteriormente, en un segundo o tercer tiempo, volver a operar.

Quien así lo cuenta es Ricardo Navarro, 39 años (Cuenca). De todas sus misiones destaca las de Afganistán como un “punto de inflexión” en su carrera como médico, militar y persona.

Cerca de 30.000 militares españoles participaron durante 14 años en la misión en Afganistán, donde murieron 102.

En el hospital de Herat, recuerda Navarro, se atendieron unos 900 heridos por arma de fuego. La mayor de las afectaciones se suelen dar en miembros inferiores. A veces hay que amputar. La tasa de mortalidad entre los heridos por arma de fuego ronda actualmente el 6 por ciento.

Navarro, quinta generación de médico y primer militar en su familia, explica que desde el punto vista médico es un reto: ”Es un tipo de patología que no te encuentras, es un enfermo muy complejo, auténtico reto desde el punto de vista médico y tiene un condicionante emocional muy potente puesto que son compañeros”.

“La sensación de que tienes la muerte muy cerca no la tienes cuando ejerces la medicina en tiempos de paz. Es cuando verdaderamente te late el corazón fuerte”.

En su opinión, Afganistán fue un antes y un después para la sanidad militar, “donde verdaderamente aprendimos mucho y llegamos a un nivel muy alto”.

A la vuelta, coinciden ambos , el “choque es tremendo”,  hay que volver a reubicarse. Todo resulta extraño: conducir por calles llenas de automóviles, ir al supermercado o hablar de lo que echan por la tele…