¿Puede convivir el ritmo de la ciencia con la urgencia de la pandemia? ¿Cómo se gestionan los intereses políticos con la respuesta de la ciencia? ¿Está calando el discurso científico-técnico en los posicionamientos oficiales? ¿En qué medida pueden influir la diplomacia científica y el asesoramiento al curso de la pandemia? En un encuentro virtual organizado por la Fundación Lilly, dos expertos han tratado de dar respuesta a estas cuestiones

Las cuestiones científicas conviven con las políticas a la hora de tomar decisiones que afectan a la salud de los ciudadanos, pero también a otros aspectos como el económico, el educativo y el social.
Por ello, bajo el título “Pandemia, Ciencia y Democracia”, la Fundación Lilly ha analizado, en el último encuentro virtual del ciclo Argumentos Cruzados, el papel de la diplomacia científica y del asesoramiento por parte de los científicos a los responsables de tomar esas decisiones.
Moderado por Elena Lázaro, coordinadora de la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Córdoba y presidenta de la Asociación Española de Comunicación Científica (AECC), este encuentro ha contado con la participación de Pablo Izquierdo, neurocientífico, comunicador científico y director de Política Científica de CERU, y Lorenzo Melchor, especialista en asesoramiento científico y diplomacia científica europea en la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y participante en la iniciativa Ciencia en el Parlamento.
José Antonio Sacristán, director de la Fundación Lilly, explica: “Este tema no podía faltar en el ciclo de Argumentos Cruzados. La ciencia ha sido la protagonista en el último año de conversaciones e hilos en redes sociales y ha abierto los informativos a diario. Esto es una muy buena noticia: la sociedad se ha dado cuenta de su importancia”.
“Sin embargo, aún sigue habiendo cuestiones al respecto, como la política científica o la gestión de los datos -que ha dado lugar a lo que han denominado “populismo epidemiológico”-, que plantean debate, y para eso hemos organizado este encuentro”, añade.

¿Está la crisis de la COVID-19 dándole a la ciencia, por fin, el protagonismo que merece?
Lorenzo Melchor resalta una novedad: “Estamos viendo en primera fila y en directo cómo se desarrolla la investigación científica. Jamás habríamos pensado que en prime time se estaría hablando de cuestiones como qué es un PCR. Que la ciencia participe en el debate público es muy positivo también para atajar otras crisis que están también ahí, como el cambio climático, el futuro energético o el envejecimiento de la población”.
“Ahora es muy importante que la comunidad científica aproveche esa atención que está recibiendo”, añade el neurocientífico Pablo Izquierdo.
Ambos coinciden en que esa presencia mediática continua supone cierta presión para la ciencia a la hora de lanzar resultados, y recuerdan que, aunque debe hacer el mayor esfuerzo para ajustarse a esos tiempos, tiene que seguir los ritmos lentos, claros y de método.
“El ritmo de la ciencia ha cambiado a consecuencia de la pandemia; ha habido un aumento increíble de la producción de artículos. Sin embargo, esa prisa ha llevado a publicar antes de tiempo muchos trabajos. Y, si bien es cierto que en contextos como este es bueno compartir los avances para fomentar la colaboración entre científicos, no debemos trasladar un estudio a la sociedad y a los actores políticos antes de que se verifique y se dé por bueno”, apunta Izquierdo.
El papel de la comunidad científica en España ante la toma de decisiones
“Si hablamos de comunicación científica por parte de expertos y divulgadores, lo estamos haciendo fenomenal. En cuestión de asesoramiento a los gobiernos, yo diría que también. Hay comités de expertos y comparecencias del responsable técnico –Fernando Simón– a diario. Hay un contacto directo entre los organismos públicos y la ciencia”, apunta Melchor.
En este punto, Izquierdo recuerda el papel de las mujeres. “También hay asesoras y científicas; mucho ojo con eso. En un informe reciente de la Fundación Gates se revelaba que, en asesoramiento científico, 8 de cada 10 personas son hombres: en Estados Unidos un 90 %, en Reino Unido un 100 % y en España no se sabe porque no está analizado”, advierte el neurocientífico.
Melchor ha recalcado que, para que exista confianza en las instituciones, es necesario compartir valores entre quienes están interviniendo: científicos, políticos y agentes privados. “Esto es muy difícil de lograr cuando existe un alto índice de polarización en la sociedad. Eso genera una gran tensión e incertidumbre política, que se traduce en que los asesoramientos científicos no lleguen a funcionar del todo”.
Democracia y ciencia en tiempos de pandemia
Como ha considerado Lorenzo Melchor, a lo largo de la última década hemos ido encadenando en la Unión Europea cuatro crisis distintas: la económica, la de los refugiados, la del Brexit y ahora la de la pandemia.
“Esto está generando una gran desconfianza en las instituciones democráticas y propicia el auge de opciones extremas. La democracia actual tiene que aumentar su complejidad para hacer frente a los grandes retos globales”, estima el especialista en asesoramiento científico y diplomacia científica europea.
Para ello, asegura que hay que mejorar y establecer más mecanismos de asesoramiento científico y lograr un diálogo continuo entre ciencia, política y sociedad.
Sobre si el científico puede ser mejor político que otros formados en otras ramas, expone: “Yo creo que hay ejemplos tanto para bien como para mal. Hay una tendencia creciente a que los responsables en materia de ciencia e innovación pertenezcan a este ámbito y eso es bienvenido, pero ser un buen científico no te capacita para ser un buen político”, concluye Melchor.
Debe estar conectado para enviar un comentario.