Casi seguro que el acné apareció de repente en tu cara durante la adolescencia, los expertos dicen que le sucede al 85% de los jóvenes, y casi seguro que todavía puedes encontrar en tu rostro alguna señal de aquellos días desoladores, cuando el mundo se te caía encima al mirarte al espejo cada mañana antes de ir al colegio o al instituto
Sin rastro del acné se vive mejor
Los granos, reflejo enfermizo de un folículo de pelo y su glándula sebácea, miden entre 2 y 3 milímetros de diámetro y tienen forma de comedones abiertos y cerrados –puntos negros y bultitos de grasa-, de pápulas -sin pus-, pústulas -con pus-, nódulos -durezas- o quistes -lesiones redondas con sustancias que pueden ser malolientes-.
La mayor producción de hormonas aumenta la cantidad de sebo y este sebo se sobreinfecta secundariamente iniciando un proceso inflamatorio que desemboca en la formación de las lesiones llamadas de acné. Su intensidad varía de un joven a otro y de una joven a otra.
Aparecen en torno a los doce o trece años de edad en las mujeres y hacia los catorce o quince en los varones. En esta etapa de crecimiento, debido a la formación de la personalidad, el acné puede conllevar, además, cierta pérdida de autoestima y algún grado de dificultad en las relaciones sociales.
Muchos chicos y muchas chicas dejan atrás sus granos y espinillas cuando alcanzan la etapa inicial de la edad adulta; pero una parte de ellos y de ellas, como María Díaz, los arrastran a diario por la universidad o en su ámbito social, incluso por el mundo laboral, sin apenas vislumbrar un remedio definitivo.

“Imagínate el complejo que tenía con los granos que decidí liquidar este asunto con el fármaco ‘Roacutan’ (isotretinoína) que me recetó el médico; y eso a pesar de sus efectos secundarios. Fueron seis meses de tratamiento interminable. Aún así, en mi barbilla, en mis pómulos y en mis mejillas se quedaron las huellas del maldito acné”, describe esta joven, publicista de profesión.
Durante su pubertad, María había llegado a taparse la cara con el pelo, se había maquillado mucho más de lo estrictamente necesario o se había puesto pañuelos para cubrir parte de su rostro; y ahora ya no estaba dispuesta a seguir conviviendo con esos malos recuerdos de por vida.
“Físicamente me había resultado algo muy molesto y doloroso. Siempre tenía la tendencia a rascarme o explotármelos, lo cual aumentaba el número de granitos y, lo que es peor, el número de cicatrices. Las espinillas llegaron a condicionar mi rendimiento escolar y se convirtieron en una barrera social“, apunta.
María vivió atormentada en aquellos días de burka social.
“Los chicos a esas edades se fijan mucho en el aspecto físico y en no pocas ocasiones se burlan de tus granitos o te machacan la moral contando cicatrices”, señala.
Del acné juvenil a las cicatrices del adulto
María se hartó de sus costuras en la piel. Se informó sobre los tratamientos estéticos más eficaces para quitarse estas señales indeseables. Probó con una exfoliación química o ‘peeling’ y, a pesar de notar cierta mejoría, no logró poner fin al problema que hablaba y hablaba de su acné adolescente y juvenil.
Para el dermatólogo Eduardo López Bran, director de la Clínica Imema de Madrid, el ejemplo de María es común a millones de jóvenes.

“Las cicatrices se convierten en una especie de pesadilla de la que no despiertas. Los jóvenes se miran al espejo y recuerdan el impacto emocional que supuso el acné en su adolescencia. Por lo tanto, ellos y nosotros queremos eliminarlas de su cara. Los dermatólogos somos los manos amigas que vamos a borrar ese mal recuerdo“, asegura.
Estas marcas son pequeñas depresiones en la piel; hundimientos provocados bien por el acné que originó a su vez una gran inflamación o bien por el acné que fue tratado de forma inadecuada o con recetas caseras.
Entonces, María decidió probar la tecnología láser como última panacea del mercado.
“Quería recuperar el aspecto normal de mi piel y terminar de una vez por todas con el problema que me dejó el acné… mi objetivo es tener una piel lisa, limpia, sin marcas ni manchas; con una textura adecuada a mi edad”, manifiesta sin ambages.
El Pixel Pro 2940 es una tecnología láser que no trabaja en toda la superficie de la piel, solo en una fracción, creando ‘cuadrículas’ de agresión. La luz penetra en la piel y afecta a un 20% de la superficie. Se crea una micro-herida sin alterar el tejido sano de alrededor.
“La piel robusta acude en su ayuda y regenera todo el tejido al activar los procesos de reparación propios del organismo. Este calentamiento desencadena la formación de nuevo colágeno y elastina. La piel se fortalece y mejora la textura“, informa el doctor López Bran.

El láser se aplica sobre toda la superficie de la cara, no solo donde están las cicatrices.
“Se logra así un rejuvenecimiento uniforme y total del rostro. El tratamiento es fácil y cómodo, a diferencia de láseres antiguos que obligaban a las pacientes a estar un par de semanas alejados de sus cometidos profesionales”, destaca.
María puede tener enrojecida sus mejillas unas tres horas, como si hubiera tomado el sol sin crema fotoprotectora. Quizá tenga un leve escozor en la zona tratada, que se alivia con una gasa empapada en suero fisiológico, y puede que necesite tomar algún analgésico si surge alguna molestia o dolor.
El problema de María se solucionó después de varias sesiones con tecnología láser de última generación. Pero no todas las personas necesitan el mismo número de curas y no todas las cicatrices tienen el mismo nivel de hundimiento en la piel. El láser no obra milagros.

Las cicatrices de María eran leves, como subraya el doctor López Bran: “Solo mostraba pequeñas marcas que afeaban su cara, aunque esta mujer joven es muy guapa con o sin cicatrices… pero a ella le molestaban. Se las he quitado de encima”.
En cualquier caso, el acné, muchas veces inevitable, se puede minimizar; incluso prevenir.
- Limpiar la cara al menos dos veces al día, sin frotar a la hora de secar.
- No hay que abusar de alimentos y bebidas como los que contengan grasas, la bollería, el alcohol, los chocolates, los frutos secos, los quesos fuertes o los mariscos.
- Se debe evitar el contacto del pelo con la piel de la cara. No se recomiendan las melenas largas ni el flequillo.
- Tampoco usar cualquier cosmético, incluidos los suavizantes del pelo que contengan aceites o grasas. Y mucho ojo a las cremas solares grasas.
- Debemos huir del estrés, dormir un mínimo de ocho horas, practicar deporte al aire libre y visitar al dermatólogo de forma periódica.
“Además, no hay que manipular los granos o espinillas con los dedos, unas pinzas o alfileres, causa frecuente de complicaciones“, concluye el doctor Eduardo López Bran, también jefe del Servicio de Dermatología del madrileño Hospital Clínico San Carlos.
Debe estar conectado para enviar un comentario.