El psicólogo Sergio García analiza en un nuevo artículo para EFEsalud por qué atraen las teorías de la conspiración, al tiempo que examina el virus de la información tóxica

¿Por qué nos gustan las teorías de la conspiración? El virus de la información tóxica
EFE/EPA/Felix Kaestle

La sobreabundancia de información (alguna rigurosa y otra no contrastada o falsa) sobre un tema se denomina INFODEMIA.

El término infodemic es el usado por la Organización Mundial de la Salud para definir un exceso de información acerca de un tema, mucha de la cual son bulos o rumores que dificultan que las personas encuentren orientaciones profesionales y fuentes fiables.

Para luchar contra la infodemia del coronavirus, la OMS ha creado una página web “EPI-WIN”.

También el Ministerio de Sanidad en España usa su página web para ello.

No obstante, ¿por qué prende en la mente humana esta noticia? ¿por qué un bulo se propaga más rápido por las redes sociales?

Sabemos que hay un vínculo entre el estrés y la credibilidad de las teorías de la conspiración, por lo que en momentos históricos o personales donde se siente más ansiedad o angustia se tiende a ser más proclive a creer esta
“información”.

Después, desde diferentes trastornos, la interpretación de lo leído o escuchado va a tener un sesgo determinado.

Quien sufre ansiedad, usará el contenido de los medios de comunicación para irritarse, de manera que satisface una excitabilidad previa y la noticia complementa un estado anímico anterior.

En la depresión, existe una visión catastrofista del mundo y por lo tanto, se recibe con “agrado” cualquier dato o detalle de confirmación.

Es decir, el aparato psíquico es conservador, no quiere que haya nuevos “imputs” que desbaraten su estructura, su manera de pensar.

Esto se ve muy bien en la información política; hacemos una disonancia cognitiva cuando nuestro candidato se equivoca o tiene comportamientos  reprobables, tendemos a minimizarlos, y a la inversa, cuando nos disgusta otro candidato y tiene actos favorables a nuestros intereses tendemos a no ponerlo en valor. Es decir, pensamos dentro de nuestra zona de confort.

El “frame” o el marco conceptual con el que interpretamos la realidad siempre es muy similar y tendencioso con
todos aquellos elementos que no le sean “conocidos o familiares”.

Por otro lado, podemos no ser ni depresivos ni ansiosos y si conspiracionistas.

¿Qué se pone en juego en nuestro “yo” en ese momento? Se satisface una manera de ver el mundo, pensamos que
moralmente somos más inteligentes que los demás.

psicología ansiedad
El psicólogo Sergio García Soriano/Foto cedida

En ese afán de control sobre la realidad, encontramos una teoría sin aristas y sencilla. Lo científico ofrece planteamientos complejos y sus conclusiones se enmarcan en un plano determinado, sobre lo estudiado.

Sin embargo, lo conspirativo ofrece certezas que se pueden extender a varios ámbitos, nos salvan de la realidad que nos amarga, nos calma una gran certeza, de una manera absoluta y tajante.

Y moralmente, nos sentimos superiores puesto que hemos sido los elegidos para conocer “la verdad”.

Además, estamos tutelados por un gran orden mundial que nos miente.

Sabemos que el humano como especie fue negacionista, negó los conocimientos de Darwin, negó a Galileo.

Cada uno de nosotros, en diferentes facetas, también los somos.

En concreto, recordemos que cuando empezó el coronavirus, nos cercó un sesgo optimista y narcisista que nos decía que esto no nos iba a pasar a nosotros y que era una situación ajena y lejana. Hasta que fuimos “afirmacionistas”.

La solución no es fácil y no es exclusivamente educativa ni como exponen los investigadores Ball y Maxmen poner barreras a la información lo detendría.

Si bien es necesario contrarrestar los bulos con información didáctica que desmonte las “fake news”, aún a sabiendas de que si la ciencia tuviese más peso en los planes de estudio, estaríamos mejor vacunados contra esta plaga.

Debemos conocer que el nudo psicológico del negacionismo obedece a cuestiones emocionales. Existen negacionistas de todas las edades, estamentos económicos y educativos.

El ser humano no es racional ni tiene una memoria cronológica, existe el “fenómeno de Mandela”, donde un grupo de población considerable responde a una pregunta con total seguridad siendo errónea históricamente.

Cuando dieron la noticia de la muerte de Mandela, muchas personas recordaban que había fallecido hacía años y recordaban haber visto televisado su entierro.

Esto quiere decir, que un contraste de argumentos posiblemente polarice más la convicción obsesiva del conspiranoico.

Para poder atender dicha característica, hemos de saber que se está negando una situación para no aceptar otra.

Por ejemplo, muere mi madre de coronavirus y niego la enfermedad, el virus, para no aceptar lo que ello conllevó.

Aceptar la realidad te permite un grado alto de eficacia en el día a día. Y los negacionistas se han quedado detenidos en un tema personal del cual no pueden salir sin ayuda psicoterapéutica.

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