Los voluntarios africanos contra la malaria no son médicos pero sí se responsabilizan de hacer las pruebas a los niños, del tratamiento de los casos leves, de informar de los casos graves y de crear conciencia en su comunidad. Ellos luchan contra la malaria que hoy celebra su Día Mundial

Una de estas voluntarias es Madeleine, una vendedora de 35 años y secretaria de organización de la comunidad de la aldea de Moupemou, en la región de Atacora, al norte de Benín, país del África Occidental.
Madeleine forma parte de la ONG Plan Internacional que desarrolla en nueve municipios de Atacora el proyecto Palu-Alafia que tiene como objetivo mejorar la atención de niños menores de 9 años y que coordina la agencia norteamericana Catholic Relief Service.
Con su esfuerzo contribuye a frenar la malaria, una enfermedad causada por el parásito Plasmodium que se contagia con la picadura de un mosquito y que causa unas 600.000 muertes anuales, el 90 de ciento de ellas en África.
Esta enfermedad parasitaria provoca unos síntomas similares a cualquier enfermedad vírica: malestar, cefalea, fatiga, fiebre, molestias abdominales…En el caso de no recibir tratamiento médico adecuado puedo agravarse con anemia, insuficiencia renal o hemorragias, entre otros trastornos.
El trabajo de Madeleine

Madeleine, que ha recibido formación previa como el resto de voluntarios, dispensa medicamentos para los casos leves de malaria y realiza pruebas a los niños, como la de diagnóstico, cuyo resultado se obtiene en 15 minutos.
Las pruebas realizadas para detectar malaria cumplen los estándares de higiene. Los voluntarios siempre se lavan las manos con jabón, usan guantes y limpian los dedos del paciente antes de tomar una muestra.
“Cuando aparece una sola línea en la tira, significa que el niño no tiene malaria y la fiebre que sufre viene ocasionada por otra enfermedad. Cuando aparecen dos líneas, la prueba es positiva. El niño sufre de malaria y puede ser tratado en la comunidad si no es un caso complicado”, explica la voluntaria según Plan Internacional.
Los casos graves son enviados al centro de salud que está situado a más de cinco kilómetros de la aldea. Los niños que han dado positivos son tratados con terapias combinadas de artemisinina.
Para asegurarse de que los padres cumplen las instrucciones, los voluntarios visitan al niño una o dos veces a lo largo de tres días desde el comienzo del tratamiento y vigilan su evolución.

Pero además realizan sesiones de educación comunitaria dos veces al mes en un lugar público y visitas a domicilio para prevenir la malaria que se incrementa en la época de lluvias.
Para reducir los brotes de la enfermedad en este periodo crítico, los voluntarios intensifican las sesiones educativas y las visitas a los hogares, además de distribuir redes protectoras impregnadas en insecticida.

Gracias al esfuerzo de los voluntarios y la distribución de las medicinas a través del Proyecto Palu-Alafia casi 7.000 niños menores de cinco años se recuperan con éxito cada año en Benín.
Plan Internacional, en colaboración con el Fondo Mundial de Lucha contra la Malaria, trabaja en doce países de África Occidental para distribuir mosquiteras con insecticida de larga duración y aumentar la conciencia sobre la prevención y tratamiento de la enfermedad.
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