Esta frase, tan sencilla, tan obvia y tan humana, encierra toda una filosofía de vida para el investigador y epidemiólogo, Joan B. Soriano; una persona que entiende la relación del Homo sapiens con su entorno, nuestro planeta Tierra, como “una oportunidad constante de ofrecer a las generaciones venideras un futuro más longevo y saludable”

Nacido en la Ciudad Condal, en 1967, Joan B. Soriano se doctoró en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y completó su educación epidemiológica en la Erasmus Universiteit de Rotterdam y en la Johns Hopkins School of Public Health, en Baltimore, Estados Unidos.
J.B. Soriano, que vive entre Palma de Mallorca y Madrid, es profesor asociado de Medicina en la Universidad Autónoma (UAM) a la vez que investigador sénior en el Instituto de Investigación Hospital Universitario de La Princesa (IISP) de la capital española.
Además, Soriano es Consultor de Metodología e Investigación de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), y editor asociado de European Respiratory Journal y de The Lancet Respiratory Medicine.
Dedica la mayor parte de su tiempo a escudriñar los pormenores de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y de otras enfermedades relacionadas con el envejecimiento y el tabaco, al diseño de nuevos ensayos clínicos y a la medicina traslacional (del laboratorio a la cama del enfermo).
Con motivo del Día Mundial de la EPOC y del Día Internacional del Cáncer de Pulmón, ambos fijados a mediados de cada mes de noviembre, Efesalud ha entrevistado al doctor Joan B. Soriano, un especialista de prestigio con 230 publicaciones (18.600 citaciones y un índice H de 66) en los campos de la epidemiología clínica y en el tratamiento de las enfermedades respiratorias.
¿La epidemia del tabaquismo está descontrolada?
“Fuman a diario más de 1.100 millones de personas en el mundo, una cifra nunca alcanzada. En el siglo pasado, el tabaquismo acabó con la vida de cien millones de seres humanos; para finales del XXI se estima una mortandad directa o indirecta cercana a los mil millones entre hombres y mujeres”, expone.
Pero la OMS tiene un plan para acabar con este pronóstico. Su iniciativa “MPOWER“ ya ha conseguido que 4.700 millones de personas, de una población total cercana a los 7.400 millones, estén protegidas contra el humo del cigarrillo por alguna medida antitabaco. Aún así, solo un tercio de los países, donde viven cerca de 2.900 millones, cuenta con sistemas integrales de vigilancia contra el consumo de tabaco.
Para el 2030 la Organización Mundial de la Salud pretende que como mucho fume el 5% de la población. De no ser así, se cumplirían las previsiones más pesimistas para esa fecha: “morirán unos ocho millones de personas al año por enfermedades relacionadas con el tabaco”.
En el caso de España, hay un leve descenso anual del tabaquismo en hombres y un mantenimiento mesetario en el caso de las mujeres.
“Las leyes antitabaco que entraron en vigor en 2006 y 2011 han conseguido, de momento, reducir drásticamente el tabaquismo pasivo. La bajada en prevalencia de fumadores activos solo se verá con el paso del tiempo”, dice.
Fuman el 26% de los españoles; un 29% de hombres y un 22% de mujeres… pero se está produciendo un fenómeno inquietante entre los más jóvenes: “Las chicas adelantan a los chicos (9%-8%) y, en la horquilla entre diez y quince años, les superan en dos puntos (4,5%-2,5%)”, apunta.
Son datos que dejan sin palabras a cualquier adulto. La edad media de inicio del tabaquismo se ha situado en 13,9 años. Campañas como #nonsmokingchallenge, que plantea un reto decisivo a los más jóvenes, “ser la generación que acabe con el hábito tabáquico”, no son suficientes.
Aumentar mucho más el precio de las cajetillas y subir los impuestos restaría un buen número de adeptos al humo del tabaco, sobre todo entre las clases más desfavorecidas económicamente. “Para niñ@s, adolescentes y jovencit@s se convertiría en un artículo de lujo”, destaca.
Incluso impedir que los menores soporten los malos humos de sus progenitores en el domicilio o en el vehículo familiar, resultaría del todo impactante para su salud respiratoria.
“No crecerían rodeados de agentes cancerígenos en el aire -tabaquismo pasivo- o pegados a las paredes, a los muebles, a los sillones, a las cortinas o a los juguetes -tabaquismo de tercera mano-. Como mínimo, nuestros hijos e hijas valorarían de forma muy positiva ese ejemplo de responsabilidad materna o paterna”, afirma sin ambages.

¿Y por qué fuma la gente?
“Sigue fumando por la nicotina, que es una droga adictiva, incluso más que la cocaína o la heroína. Para las personas enganchadas es más fácil dejar estos dos productos ilegales que abandonar el hábito de fumar. Es más, el síndrome de abstinencia es más fuerte en el caso del tabaco y las recaídas están a la orden del día”, asegura.
En el decálogo para dejar de fumar publicado por la SEPAR se resalta este círculo vicioso:
La nicotina tarda siete segundos en llegar al cerebro, donde se une a las células nerviosas en unos receptores. Entonces, se libera una sustancia llamada dopamina, responsable de la sensación placentera. Cuanta más nicotina llega al cerebro, más receptores se generan, por lo que el fumador siempre necesita una dosis mayor de nicotina. La ausencia de nicotina en el cerebro produce el síndrome de abstinencia que obliga al fumador a volver a fumar.
El comportamiento general del ser humano, “que gusta de todo lo malo”, ya sean alimentos que engordan, cualquier bebida que desborde sus sentidos o el sexo “sin frenos”, a la vez que las ratios de pacientes registrados en las distintas patologías relacionadas con el tabaquismo, demostrarían esta singularidad psíquica.
“Hombres y mujeres suelen elegir cualquier conducta de riesgo antes que una opción sana. Prácticamente nadie, salvo excepciones de portada periodística, se muere por comer brócoli, por beber agua -potomanía- o por respirar aire puro, libre de cualquier contaminante”, relaciona.
Y el cigarrillo es un arma de destrucción masiva contra los humanos… un producto fácil de consumir que, a su vez, proporciona enormes beneficios a todas las industrias relacionadas con el tabaco o financia parte de los servicios públicos estatales. Eso sí, siempre “bajo la estrategia de la confusión creada por el marketing“, argumenta.
El bum tabáquico se produjo a finales del siglo XIX, cuando el estadounidense James Buchanan Duke empezó a fabricar y distribuir cigarrillos en cantidades industriales. Hasta entonces, esa costumbre que los españoles se trajeron de América cuatro siglos antes, no pasaba de ser eso, un hábito ocasional y relajante para un número ínfimo de personas.
“J.B. Duke masificó el consumo de cigarrillos ayudado por la publicidad y el marketing, inventado a su vez por la industria del tabaco. Con el paso de los decenios, y tras la II Guerra Mundial, el cigarrillo se convirtió en el único dispositivo que mata la mitad de las veces si se cumplen las instrucciones del fabricante“, subraya sin mirar para otro lado.
Ni siquiera existe un umbral de seguridad en relación al número de cigarrillos que se puedan consumir. Todos los estudios, y sus datos, indican que fumar, aunque solo sea un pitillo al día, es perjudicial para la salud… y no solo para la salud de quien fuma.
“Hay daños en el feto que se asocian al tabaquismo activo y pasivo (parto prematuro, bajo peso al nacer, trastornos respiratorios, infecciones). Incluso el perjuicio se produce antes de que una mujer se quede embarazada, ya que los agentes nocivos se acumulan en las células. La clave está y estará en la prevención primaria”, destaca.

¿Y qué enfermedades provoca el hábito tabáquico?
Fumar se ha convertido en la primera causa prevenible de morbimortalidad en el planeta Tierra y al menos está detrás de 200 enfermedades. Según el Centro Internacional de investigaciones sobre el Cáncer (IARC) de Lyon (Francia), organismo intergubernamenal que forma parte de la OMS, “cien de ellas también están confirmadas como consecuencia del tabaquismo pasivo“, apunta.
El humo, producto de la combustión del tabaco, en forma de cigarrillo, puro o fumado en pipa, contiene alrededor de 2.000 sustancias químicas, más de 600 son tóxicas. De estas, en torno a 70 son carcinógenos, muchos de tipo 1 (que existen pruebas suficientes de carcinogenicidad para el ser humano), como alquitrán, amoniaco, benceno o arsénico.
“Salvo enfermedades genéticas, infecciosas y accidentes traumáticos, aunque se den casos de heridos y muertos por el solo acto de fumar durante la conducción de un vehículo, el tabaquismo provoca un buen número de enfermedades en personas fumadoras, exfumadoras o que inhalan el humo de forma pasiva; incluso menoscaba la salud de nuestras mascotas y otros animales”, manifiesta.
El monóxido de carbono (CO) es el agente principal de numerosas enfermedades cardiovasculares; el alquitrán y las nitrosaminas sacan pecho ante los múltiples tumores que ocasionan (30% del total), especialmente cáncer de pulmón, cáncer de cabeza y cuello o cáncer colorrectal; y las sustancias oxidantes, como los radicales tóxicos del oxígeno, suspiran por la afectación broncopulmonar.
Causa el 90% de los casos de enfermedad pulmonar obstructiva crónica, la EPOC, es un factor agravante del asma, y en pacientes fumadores aumenta el riesgo de neumonía, tuberculosis o gripe.
Pero también arrastra a los fumadores hacia la disfunción eréctil, hacia el colesterol malo, hacia el reflujo gastroesofágico, hacia la diabetes, hacia la la degeneración de los ojos, especialmente la retina, hacia la destrucción del sistema de masticación, hacia las hemorroides, hacia la osteoporosis y hacia el insomnio, entre otras.
Además, disminuye el rendimiento físico, produce mal aliento, afecta a la piel y a las uñas, se pierde el gusto y el olfato, genera enfrentamientos innecesarios entre fumadores y no fumadores, acorrala o estigmatiza y, para más inri, convierte al planeta en un cenicero gigante.
Y afecta por igual a hombres y mujeres. Todos somos iguales ante los efectos nocivos del tabaco.
“La diferente prevalencia entre ambos sexos se explica por la incorporación tardía de la mujer a este hábito insano, sobre todo a partir de los años 80 y 90, como sucedió en España. Además, hasta el día de hoy, en ningún país del mundo han fumado más las mujeres que los hombres; si acaso se han igualado los indicadores en Australia, Nueva Zelanda o Canadá”, informa.
Este logro maquiavélico del ‘marketing tabacalérico’, siempre al servicio del poderoso caballero don dinero, “ha logrado fascinar con el derecho a decidir”, ocultando, incluso, la perversión enfermiza de los lights, los extrafinos o los mentolados.
“Fumo porque quiero… asumo el riesgo… es mi libertad… son ideas en gran parte programadas”, rotulo en mi libreta al escuchar sus palabras.
Este veneno se disfraza de heroína, revestido con una capa blanca y delicada, y se le estampa una firma como si fuera una especie de obra de arte efímera… el mal entra en el organismo a través de los sentidos, con una suavidad tan revolucionaria y romántica que consigue impregnar a las células más cándidas… luego llega la incuestionable realidad patológica… y finalmente la muerte.
Cáncer y EPOC son la herencia primogénita del tabaquismo.
Por culpa del cáncer de pulmón fallecen 1,4 millones de personas en el mundo; 20.000 en España (18.000 hombres y 2.000 mujeres). Por culpa de la EPOC sufren disnea -ahogo por falta de aire- alrededor de 174 millones, según las cifras más actualizadas. Solo en España muren 50 personas cada día.

¿El tridente epidémico del humo, ceniza y colillas liquidará nuestro mayor tesoro, la longevidad?
“Las enfermedades cambian como cambian las especies que sobreviven en la Tierra. Surgen, proliferan y, muchas de ellas, desaparecen. Los cambios medioambientales y sociales, tanto en la población como en el individuo, pueden considerarse partícipes de la salud planetaria y son factores de riesgo”, opina.
“La pandemia del tabaquismo, igualmente, se puede y se debe limitar, podría casi desaparecer, pero jamás nos podrá destruir; a lo sumo acortará nuestra calidad de vida y nuestra longevidad”, continúa.
Los cálculos más optimistas indican que algunos Homo sapiens conseguirán llegar a edades de entre 140 y 150 años en un futuro cercano. La OMS habla de centenarios a partir de los 100 años y de supercentenarios desde los 110 cumpleaños. Se estima que viven 350 o 400 supercentenarios, aunque solo conozcamos a unos 45 de estos ancianos.
A día de hoy, el chileno Celino Villanueva Jaramillo, con su nacimiento el 25 de julio de 1896, le podría disputar a la francesa Jeanne Calment (122 años y 164 días de vida, científicamente comprobado) el honor de ser la persona más vieja del mundo… “a pesar de Noé y Matusalén, dos personajes bíblicos que vivieron más de 900 años; algo que se asume en la historia como un dogma de fe”, recuerda.
“La ciencia y la investigación, unidas a la prevención en salud e higiene, consiguen incrementar la longevidad media; de momento, hasta un máximo biológico posible, ya que es consustancial a la vida humana convivir con las enfermedades, algunas de ellas mortales”, añade.
Además, poseemos unos códigos genéticos por ahora inexpugnables (con el permiso del equipo de la científica e investigadora María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), que persigue con ahínco desvelar los secretos de los telómeros y la telomerasa, protagonistas del envejecimiento).
La longevidad, sinónimo de salud, depende del espacio y del tiempo, como las epidemias, y también de la interconexión en red de muchos elementos.
“La teoría Gaia, de James Lovelock, establece que nuestro planeta es un ser vivo y que si le duele algo se queja y reacciona… y la Tierra somos todos los que la habitamos, hasta su última bacteria o su más pequeño trozo de piedra. Formamos parte de la Medicina Planetaria”, comenta.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) acaba de publicar su informe bienal sobre la salud y los sistemas sanitarios. España, con 83 años, solo por detrás de Japón (83,9), es uno de los países con mayor esperanza de vida (85,8 en mujeres; 80,1 en hombres).
México es, con 75 años, el tercer país por la cola, solo por delante de Letonia (74,6) y Lituania (74,5).
En cambio, el Estudio Global de la Carga de Enfermedades (GBD) 2016, publicado en The Lancet, donde J.B. Soriano es coautor, recoge que España ha suspendido en hábitos tóxicos: ha pasado del séptimo puesto al veintitrés de 130 países por culpa del consumo de alcohol (10 puntos de 100), del tabaquismo (25/100) y de la obesidad (36/100).
“A pesar de estos datos, nuestra esperanza de vida en salud plena -sin enfermedad relevante- rebasa los 70 años (71 en mujeres y 74 en hombres) y ocupamos el cuarto lugar (Japón, Corea del Sur y Francia nos anteceden). La clave está en mantener y superar esta posición controlando los factores de riesgo”, remarca.
Rusia, por ejemplo, ha obtenido un malísimo resultado por culpa de las bebidas alcohólicas, y Egipto no le ha ido a la zaga debido al virus de la Hepatitis C.
“La salud planetaria, que no solo está determinada por la población, es el resultado de la combinación de los hábitos saludables, del control de los hábitos tóxicos, de los ecosistemas y de los sistemas nacionales de salud exitosos o fallidos. El de España, muy eficaz, es la envidia de gran parte del mundo”, dice con orgullo médico.
Pero si todas y todos pretendemos que nuestros descendientes nos lleven eternamente en su corazón tenemos que aprender a no maltratarnos y, de paso, a cuidar hasta el último rincón de nuestro entorno.
“Los pequeños gestos, como subir y bajar escaleras, reciclar las bolsas y botellas de plástico, no arrojar colillas al suelo -tabaquismo de cuarta mano-, pasear en vez de coger el coche para ir a la esquina, montar en bicicleta, practicar ejercicio adaptado a la edad, disfrutar de la dieta mediterránea, beber con moderación o no fumar, dependen de nosotros mismos”, concluye el doctor J.B. Soriano.
Como diría él, no tenemos que esperar a que las autoridades sanitarias o los gobiernos nos digan lo que debemos hacer… “muchos poquitos hacen un muchito y cada cigarrillo que no se fuma es una colilla menos en el horizonte del futuro planetario“, robo la idea con descaro para finalizar la entrevista.
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