La diferencia de temperatura que hay en verano entre una zona urbana (con menos vegetación, más población y calentamiento del asfalto) y las áreas circundantes es un fenómeno llamado isla de calor urbano y a él se atribuye el 4% de la mortalidad estival en las ciudades europeas. Un tercio de estas muertes por calor podría evitarse aumentando un 30% los árboles en las ciudades.

Esta es la principal conclusión de un estudio sobre la isla de calor urbano llevado a cabo en 93 ciudades europeas, entre ellas las españolas Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga, Palma de Mallorca, Bilbao y Alicante, liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGLobal) y publicado en la revista científica “The Lancet”.
Los resultados del estudio subrayan los destacados beneficios de plantar más árboles en las ciudades para atenuar el impacto del cambio climático.
Los árboles y su efecto contra el calor en las ciudades
De junio a agosto del año 2015, las ciudades fueron en promedio de 1,5 grados más calientes que las áreas circundantes.
Según el estudio, 6.700 muertes prematuras pueden atribuirse al aumento de las temperaturas urbanas, lo que representa el 4,3% de la mortalidad total durante los meses de verano y el 1,8% de la mortalidad durante todo el año.
Un tercio de estas muertes (2.644) podrían haberse evitado aumentando la cubierta arbórea hasta un 30% del espacio urbano, con lo que se reducirían las temperaturas.
En general, las ciudades con mayores tasas de exceso de mortalidad por calor se encontraban en el sur y el este de Europa, siendo estas ciudades las que más se beneficiarían de un aumento de la cubierta arbórea.
El estudio subraya los beneficios sustanciales de plantar más árboles en las ciudades, aunque los autores reconocen que esto puede ser difícil en algunas ciudades debido a su diseño, y que plantar árboles debe combinarse con otras intervenciones como tejados verdes u otras alternativas para reducir la temperatura.
La amenaza del cambio climático
La exposición al calor se ha asociado con mortalidad prematura, enfermedades cardiorrespiratorias e ingresos hospitalarios y no solo con las olas de calor, también ocurre con temperaturas moderadamente altas en verano, según explica el ISGlobal.
Las ciudades son especialmente vulnerables a las altas temperaturas debido a la menor vegetación, la mayor densidad de población y las superficies impermeables de edificios y calles, incluido el asfalto, que provocan una diferencia de temperatura entre la ciudad y las zonas circundantes, el fenómeno denominado isla de calor urbana.
“En vista del calentamiento global y el crecimiento urbano, se prevé que este efecto empeore en las próximas décadas”, apunta este instituto de investigación impulsado por la Fundación La Caixa.
“Las predicciones basadas en las emisiones actuales revelan que las enfermedades y muertes relacionadas con el calor se convertirán en una carga mayor para nuestros servicios de salud en las próximas décadas”, afirma Tamara Iungman, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio.

Un equipo internacional liderado por Mark Nieuwenhuijsen, director de la Iniciativa de Planificación Urbana, Medio Ambiente y Salud de ISGlobal, estimó las tasas de mortalidad de las personas mayores de 20 años residentes en 93 ciudades europeas (un total de 57 millones de habitantes), entre junio y agosto de 2015, y recopiló datos sobre las temperaturas diarias rurales y urbanas de cada ciudad.
En primer lugar, estimaron la mortalidad prematura simulando un escenario hipotético sin isla de calor urbana.
En segundo lugar, estimaron la reducción en temperaturas que se obtendría aumentando la cobertura de árboles hasta el 30%, así como las muertes que podrían evitarse.
“Nuestro objetivo es informar a los y las responsables de las administraciones locales de las ventajas de integrar zonas verdes en todos los barrios para promover entornos urbanos más sostenibles, resilientes y saludables”, explica Nieuwenhuijsen, además de preservar los árboles ya existentes.
Los análisis se hicieron con datos del 2015 porque no se disponía de datos de población para años posteriores, pero, como señala Tamara Iungman, los resultados son generalizables y el estudio proporciona información valiosa para adaptar nuestras ciudades y hacerlas más resilientes al impacto del cambio climático.
“Aquí solo analizamos el efecto de los árboles sobre la temperatura, pero aumentar las áreas verdes en las ciudades tiene muchos otros beneficios para la salud, incluyendo el incremento en la esperanza de vida, la reducción de los problemas de salud mental y mejoras en la función cognitiva de las personas”, añade.
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