¿Por qué unos pacientes responden a un tratamiento de cáncer de pulmón y otros no? Esta cuestión es el punto de partida de un grupo de científicos que persiguen un fin: mejorar la calidad de vida de los enfermos. Hoy EFEsalud muestra qué hay detrás del laboratorio de investigación oncológica del Hospital 12 de Octubre

Cáncer de pulmón: ciencia y esperanza se dan la mano

Cáncer de pulmón: ciencia y esperanza se dan la mano

  • 4 de julio, 2013
  • Redacción EFESALUD

Cada persona es un mundo y cada tumor es un satélite. ¿Cómo podemos definir sus características? Para eso está el grupo de investigadores oncológicos del Hospital 12 de Octubre. Una de sus prioridades es buscar el mejor tratamiento para cada paciente en función de sus biomarcadores (es decir, moléculas, genes o cualquier sustancia cuantificable en la sangre o en el propio tumor).

La estrategia del proyecto –centrado en el cáncer de pulmón– que dirige el oncólogo José Antonio López, responsable de la Unidad de Investigación Traslacional y de la Unidad de Ensayos Clínicos en Fases Tempranas en Oncología, pasa por “conocer mejor la variables biológicas que puedan influir en el pronóstico de los pacientes”. ¿Para qué?

“Intentamos localizar a las personas que responderían bien a la quimioterapia clásica e identificar a quienes jamás se beneficiarían de ella para no ofrecérsela”, explica.

Este grupo de investigación aprovecha los tratamientos que ya existen para determinar quién reacciona mejor y peor ante los mismos. “No hay que prescindir de los tratamientos antiguos porque son útiles, pero el beneficio no es universal”, matiza el doctor. Estas son las fases del estudio experimental:

Células tumorales de pulmón creciendo. Imagen cedida por el laboratorio
  • Identificar el problema clínico. “La pregunta sale de la clínica y se traduce en un objetivo de laboratorio”, apunta López. Por ejemplo, los médicos se ponen en contacto con los biólogos para comunicar la alta incidencia del cáncer de pulmón en nuestro país.

    Células tumorales tratadas con el compuesto B. Imagen cedida por el laboratorio
  • Biomarcadores bajo lupa. El siguiente paso es identificar los biomarcadores que permitan clasificar a los pacientes. Tal y como afirma María Teresa Agulló, responsable del Laboratorio de Oncología Traslacional del Centro de Investigación Hospital 12 de Octubre, la intención es “localizar las terapias más beneficiosas o pronosticar si en esa persona puede progresar la enfermedad”.
  • Diseñar el trabajo experimental. “Analizamos los biomarcadores de la pieza tumoral que se ha extirpado al paciente y elaboramos estudios de supervivencia. Así se clasifica a los pacientes con el fin de aplicarles un tratamiento personalizado”, expone Agulló.

¿Y cómo es posible extraer las conclusiones? “Después de experimentar con células, pasamos a la experimentación animal”, aclara Teresa.

Algo más que un ratoncito

No hay mejor modelo que el ser humano para saber si un fármaco es útil o no. ¿Inconveniente? La gran cantidad de tiempo que se requiere. Mientras tanto, los investigadores buscan otros modelos que generen respuestas simples a preguntas simples en apenas unas semanas o meses. Los ratones y las ratas son una buena alternativa.

La científica nos resume el trabajo experimental en tres pasos:

  1. Se inyectan células tumorales en la patita del ratón y esperamos a que crezcan.
  2. Cuando la enfermedad ya se ha desarrollado, los científicos tratan a los animales con quimioterápicos clásicos y combinaciones de fármacos.
  3. El resultado es clave para fijar las primeras conclusiones. “Si ese tumor se cura o ese ratón tiene menos efectos secundarios, podemos comprobar que esas dosis son mejores o más efectivas”.
El ratón de laboratorio recibe anestesia para evitar el dolor. EFE/GRB

Los investigadores deben usar el mínimo número indispensable de animales, no más de seis o siete por grupo de experimentación. “Todos los procedimientos en el ratón están protocolizados y evaluados por un comité de seguridad y bienestar animal. Así se garantiza que el sufrimiento es mínimo o está paliado con sustancias anestésicas”, explica el doctor López.

La experimentación con ratas y ratones suele ser una parte fundamental en la investigación. “Nos permite tener una idea de lo que puede ocurrir en seres humanos y minimizar el riesgo de los efectos secundarios”, indica.

No obstante, “el ser humano no es una rata grande”. La infinidad de variedades genéticas dificulta la tarea de los investigadores. “Nuestra misión es generar la información suficiente para minimizar la incertidumbre”, subraya el oncólogo.

La semilla de la innovación

El estudio de laboratorio no tiene aplicación directa en la clínica. “La hipótesis que elaboramos se traduce en un ensayo clínico, y al final surge el avance”, detalla López. “De momento, ninguna de las modestas contribuiciones que hemos hecho en el ámbito de la oncología ha tenido una repercusión clínica”, añade.

Queda mucho por hacer, pero el rumbo es el adecuado. ¿Qué podría pasar si este pequeño grupo de investigadores alcanza su meta? ¿Hacia dónde apuntan las hipótesis? “Contribuiríamos a definir bien el grupo de personas que mejor o peor reaccionan ante la cirugía del cáncer de pulmón”.

“También podríamos definir qué combinaciones de fármacos son las más adecuadas para personas con un cáncer concreto y una situación molecular concreta”, incide el doctor. A largo plazo, la investigación se traduce en un gran logro: pasar del laboratorio a la cama del enfermo.

“Si se cumplen las expectativas, el paciente de cáncer de pulmón podrá vivir mejor, vivir más años o dejar de estar expuesto a un tratamiento inefectivo”.

Pocos recursos y mucho empeño

EFE/GRB

A pesar de los graves problemas a los que se enfrenta la ciencia en nuestro país, Teresa Agulló y sus compañeros no tiran la toalla: “No cejamos en desarrollar nuevos proyectos a fin de conseguir algo positivo en términos de calidad de vida y curación. Seguimos luchando”.

La falta de medios es un lastre para la investigación española, pero el doctor López persigue la fórmula para hacer de su deseo una realidad. “A veces hay formas imaginativas de emplear recursos limitados, y ese es nuestro valor añadido”, concluye.