El caso de Patricia Aguilar, la joven de Elche (Alicante) hallada en la selva peruana tras ser seducida por un gurú, corresponde al perfil típico de víctima de una secta: joven, inquieta y captada a través de internet. El psicólogo experto en sectas Miguel Perlado explica que para su recuperación psicológica es necesario “desmontar el adoctrinamiento” al que ha sido sometida

Perlado, con una experiencia de más de 17 años con víctimas de sectas, coordina el Grupo de Trabajo sobre Derivas Sectarias del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña que, entre otros cometidos, forma a distintos perfiles profesionales para que logren identificar y atender a perfiles como el de Patricia Aguilar.
Esta joven de 19 años se marchó de casa cuando cumplió la mayoría de edad para viajar a Perú atraída por un hombre, un gurú, Félix Manrique, con el que mantuvo contacto desde los 16 años a través de internet.
La policía peruana halló a la joven española, junto con su hija de apenas un mes, y a otras dos mujeres y otros cuatro niños, que vivían en un poblado de la selva de Perú con Manrique, quien ha sido detenido por trata de personas con fines de explotación laboral y sexual.
Aislamiento físico
La familia de Patricia Aguilar espera poder encontrarse con ella en Lima donde permanece en un centro de acogida mientras se realizan los trámites policiales y judiciales. La intención es traerla de vuelta a España, pero puede que su mayoría de edad y la voluntad de permanecer allí se conviertan en un inconveniente.
Para el psicólogo Miguel Perlado, ante una situación como la de esta joven, la primera pauta es el aislamiento físico del “foco de influencia” y eso se conseguirá si finalmente Patricia regresa a España.
El segundo paso es trabajar con antelación con familiares y amigos para preparar el terreno antes de tratar a la afectada.
Cuando la terapia ya se centre en la joven, la línea de actuación será desmoronar el adoctrinamiento al que ha sido sometida para luego poder acceder “a un diálogo más íntimo y directo”.
“No hay posibilidad de poner en marcha un tratamiento psicoterapéutico si antes no se ha desmontado todo el sistema adoctrinal”, apunta el experto.
Derribar esa ideología que ha instalado este gurú en la joven y poner en orden la reinterpretación que ella puede hacer de la realidad, de sí misma y de las relaciones familiares “porque al final el daño es a múltiples niveles, sobre todo en la percepción que tiene de sí misma y en los vínculos emocionales con los demás“, manifiesta el especialista.
Patricia es ahora “una persona desconectada”, indica.
Los escollos del camino

Si finalmente Patricia regresa a España, el hecho de no haber salido de la secta de forma voluntaria puede ser un escollo para estar abierta a recibir ayuda, “representa una falta de consciencia del trastorno generado y eso puede hacer que el periodo crítico se pueda alargar a más de un año con el riesgo de querer retomar el contacto” con la secta.
Además, en ese proceso de recuperación la persona puede negar partes de su vivencia y que las oculte, otra dificultad para conseguir su plena recuperación.
Otro de las trabas podría ser la animadversión a sus propios familiares, un odio inoculado por el propio gurú .
Por eso, el riesgo de recaída es una amenaza real, como lo son las secuelas que pueden permanecer a raíz de una experiencia vivida durante tres años por esta joven, tanto por internet desde los 16 a los 18 años y más de un año en convivencia con el gurú en Perú.
Y una de las consecuencias de esa vivencia ha sido para Patricia convertirse en madre fruto, supuestamente, de la relación con su captor. Una circunstancia que también puede influir en la recuperación de la joven.
Miguel Perlado considera que hay que analizar en qué contexto se produjo ese embarazo y qué lugar ocupa el bebé en ese grupo sectario.
“En este caso podría ser una herramienta de control para el captor, entremezclado con algún mensaje pseudomesiánico, un escogido”, indica. En otras sectas, precisa, el bebe es el resorte que puede ayudar a la madre a salir del grupo llevada por un instinto de protección.
El perfil de Patricia Aguilar
Una adolescente de 16 años, captada a través de internet, que ha sufrido una pérdida familiar importante para ella, que se deja envolver y se engancha a un hombre que va preparando el terreno para que, cuando cumpla la mayoría de edad, lo deje todo y vuele a Perú para unirse a él y a su causa.
“El de Patricia es un perfil habitual, hay casos muy similares. Se trata de una situación tipo”, subraya el responsable del grupo de sectas del Colegio de Psicólogos de Cataluña, quien recalca que en este caso se trata de un grupo reducido manipulado por un individuo.
En general, ser captado por una secta puede ser una consecuencia de una crisis personal de la víctima. Jóvenes preparados, con estudios y con una cierta tendencia a la obsesión es el perfil que más interesa a las sectas detrás de las que hay intereses de poder, económicos y sexuales.
Y en la era digital, las sectas hacen uso de estos recursos tecnológicos no solo para captar miembros, sino también para reinventarse.
“Surgen sectas digitales lideradas por una o dos personas -explica Perlado- que ofrecen productos o servicios online como cursos, talleres, seminarios…y se va generando una burbuja a través de ese vehículo digital hasta que se produce la entrada física en el grupo”.
El perfil de Félix Manrique responde, por su parte, a “un gurú a pequeña escala” cuya personalidad patológica y “burda” le impide organizar un grupo más grande.
Miguel Perlado recomienda que Patricia Aguilar sea tratada por un psicólogo experto en sectas “no por desmerecer el trabajo de otros colegas”, sino porque el profesional debe saber cómo trabajar sobre unos parámetros que “toquen las fibras necesarias para liberarla de ese adoctrinamiento”.
“Hemos tratado casos similares” que no han saltado a los medios de comunicación, dice el psicólogo quien subraya: “Toda persona que entra en un secta desaparece no solo física, sino mentalmente. Sus familiares no les reconocen porque ya no son como eran”.
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