Pierden a un ser querido cuando la muerte apenas forma parte de su realidad. Los niños y los adolescentes necesitan apoyo para superar el duelo pero…¿sabemos cómo enfrentarnos a este drama?

Isabel Calonge, profesora de Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid, afirma que la mayoría de los menores se sobreponen razonablemente a la muerte si cuentan con el calor de su familia y del entorno escolar.
El duelo no debe convertirse en una patología y acudir por sistema al psicólogo, aconseja la experta. Sí es necesario, no obstante, que el especialista esté presente desde el primer momento ante una muerte traumática.
María tenía 7 años cuando su madre murió. La niña no podía entender esta ausencia repentina y decidió escribirle una carta donde reflejaba un profundo dolor y enfado: “¿Por qué te has ido? ¿Cómo me has dejado?”, le reprochaba.
Este es un caso real que comenta Isabel Calonge. Cada niño reacciona de una manera ante la noticia de la muerte, depende de la edad y de la personalidad. Hay menores que no se inmutan, otros que lloran y otros que piensan en sus propias necesidades: “¿Y ahora quién me va a llevar al parque?”, se preguntan algunos.
Con el tiempo, se pueden producir manifestaciones propias de la depresión: tristeza, irritabilidad, conductas regresivas en los más pequeños, bloqueo para hablar del tema…
Y también se produce un sentimiento de culpa. Si la muerte es en accidente de tráfico, por ejemplo, es posible que el niño lo relacione con la frase “no me distraigas, no vayamos a tener un accidente”, mientras que el adolescente vive con remordimiento la desaparición de los progenitores si considera que les ha dado disgustos.
“Los menores de 6 años no entienden qué es la muerte. Nuestra sociedad la evita, es un tabú, y ha apartado a los niños”, explica la especialista.
PAUTAS DE ACTUACIÓN
La psicóloga resume en diez pautas el comportamiento que debe tener un adulto con un menor ante la muerte de alguien cercano.
- Comunicar pronto la noticia, antes de que otros se la puedan contar y…de peor manera.
- Decir la verdad: una mentira se puede volver contra nosotros y contra el niño. Si le decimos que su padre está trabajando y va a estar un tiempo fuera, el niño se sentirá abandonado y se puede preguntar por qué se ha ido sin despedirse de él o por qué no le llama.
- Dar la noticia poco a poco. Los menores tienen su propio mecanismo regulador: harán preguntas, escucharán y en un momento dado cortarán porque hasta ahí pueden soportar. No hay que dar detalles macabros, es mejor contarlo breve y ver cómo reacciona.
- Complementar con apoyo afectivo: siempre que sean las muestras de afecto habituales entre ellos. A veces es más impactante para el menor un gesto no habitual que una simple mano en el hombro.
- Empleo de eufemismos: no es del todo adecuado porque los niños no llegan a entender que el fallecido pueda estar “en un mundo mejor” o que se haya “convertido en una estrella”. Otra cosa es que se mezcle con las creencias religiosas al decir que “está en el cielo” o “está con Dios”, forma parte de la educación familiar.
- Cómo explicar el concepto de muerte: El niño tiene que entender que todos los seres vivos mueren. Se puede utilizar el ejemplo de una mascota, de una película, de un cuento…
- Mostrar emoción delante del niño: está bien porque le damos un modelo para expresar su sentimiento. Pero no debemos perder el control, ni llorar sin poder hablar.
- Ver el cadáver: En nuestra cultura no es habitual que el niño vea el cadáver pero no es tan grave en niños mayores, cuando están educados en la muerte y cuando a los padres les parece correcto.
- Asistir al entierro. Puede ser traumático para un pequeño ver cómo echan tierra encima del féretro. Es mejor el funeral o la incineración al ser actos de despedida en el que reciben apoyo. Pero es importante preguntar al niño si quiere ir. Nunca hay que obligar y sí protegerles con una persona muy cercana que les de la mano. El adolescente se siente más arropado en estos actos si sus amigos están cerca.
- Ventilación de las emociones: Hay que dar al niño/adolescente espacio para que se exprese, pero no forzarle. El adulto debe mostrar disponibilidad para escucharles. Cuidado con consejos y expresiones del tipo “esto es así al principio pero luego se pasa” o “con lo joven que eres dentro de unos años ni te acuerdas”. Les provoca más malestar que apoyo.
SUPERAR EL DUELO
Para afrontar el duelo infantil hay dos frentes: el familiar y el escolar. En el centro se debe explicar a los compañeros cómo tratar al que ha tenido la pérdida. Hay que mostrar disponibilidad, paciencia y afecto pero no hacerle sentir un caso raro. “Lo peor es que llegue a clase y le aplaudan o que se convierta en el preferido del profesor. Hay que tratar al niño como uno más”, argumenta Isabel Calonge.
En el ámbito familiar es fundamental dedicar tiempo al menor. Los padres o familiares más cercanos tienen que estar con él. La psicóloga apunta que ”aunque sea un adolescente respondón, hay que buscar el momento de salir con él” y no practicar el “luto” que impide que el joven se entretenga. El adolescente necesita saber que el adulto está disponible y que le escucha.
La muerte puede crear miedos o traumas y “puede que no”, asegura la especialista. Mientras no se trate de una muerte rodeada de gran dramatismo, “los que sufren una pérdida en la infancia pasan un duelo, pero salen del duelo sanos, lo superan”.