“Si exceptuamos miocarditis y encefalitis ocasionales, la principal afectación del virus SARS-CoV-2 en el sistema cardiovascular se ciñe prácticamente a las vasculitis, inflamación de los vasos sanguíneos, que pueden venir acompañadas de coágulos de sangre; lo que a su vez puede ocasionar infartos de corazón e ictus cerebrales”, destaca el doctor Carlos Macaya Miguel
¿Cómo daña el coronavirus el sistema cardiovascular, analizada ya la experiencia clínica?
“Por este motivo -dice el jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico Universitario San Carlos de Madrid-, a estos pacientes, siempre diagnosticados de coronavirus, tengan o no patologías cardiovasculares previas, les tratamos con fármacos anticoagulantes orales (NACOs)”; moléculas vanguardistas de fácil administración y de igual efecto antitrombótico que el veterano pero eficaz sintrom”.
“Debemos tener muy en cuenta que los pacientes con patologías cardiovasculares son más propensos a desarrollar los síntomas del virus; síntomas que tienen, además, un peor pronóstico. Y eso es lógico porque son personas que sufren, muchos de ellos, estadios avanzados de su enfermedad, como congestión pulmonar -acumulación de líquido- u otros problemas que vinculan al pulmón con el corazón”, añade.
En cualquiera de los casos, no hay que generalizar estas afirmaciones para la inmensa mayoría de los pacientes cardiovasculares contagiados por coronavirus.
“No tod@s, ni mucho menos, van a tener un mal pronóstico. Ha pacientes coronarios que solo han sufrido una angina de pecho o infartos agudos de miocardio leves, tratados por ejemplo con la colocación de estents en sus arterias coronarias, lo que no conlleva necesariamente tener un peor pronóstico”, subraya el Dr. Macaya en una entrevista concedida a EFEsalud.
Aún así, el principal daño de la covid, neumonía bilateral, lleva al corazón a sus límites: ante la falta de aire, trata de bombear más sangre hacia los órganos vitales, especialmente el cerebro. Este esfuerzo lastima, sobre todo, a los corazones más débiles, que son aquellos que dan vida a las personas mayores con diferentes comorbilidades.
Sistema cardiovascular y coronavirus, una relación “más afortunada” para el corazón
Por la pandemia se han contagiado a día de hoy más de 34.250.00 personas, de las que han fallecido más de un millón en todo el mundo, según datos de la Johns Hopkins University&Medicine. Los datos ministeriales en España establecen 778.607 casos confirmados por PCR, mientras que serían 31.973 los muertos contabilizados.
Por tanto, analizada la experiencia clínica de los efectos físicos en millones de personas tratadas en hospitales públicos y privados, pasados ya suficientes meses desde que China informara de la existencia del virus de la Covid-19, cabría asegurar a estas alturas pandémicas que el daño que provoca el coronavirus en el sistema cardiovascular es mínimo y que no se han observado secuelas relevantes, salvo excepciones.
“Es cierto que se han descrito casos puntuales y llamativos de afectación directa del miocardio que han ocasionado miocarditis -inflamación de las fibras miocárdicas-, al igual que se han comunicado otros casos en los que el virus ha afectado al cerebro generando encefalitis, un proceso de inflamación muy acusado del tejido cerebral”, expone.
La miocarditis provoca que la sístole ventricular, latido del corazón que expulsa la sangre hasta la última célula corporal, deje de funcionar correctamente.
“La bomba cardíaca funciona muy mal y se puede llegar a generar un encharcamiento pulmonar, incluso la muerte si no se logra revertir el proceso agudo de inflamación del tejido cardíaco. Afortunadamente, son muy pocos los casos”, señala.
Pero sí es más frecuente que el coronavirus afecte a los vasos sanguíneos.
Aunque tenga bastante mejor pronóstico, esta vasculitis suele venir acompañadas de trastornos de la coagulación sanguínea: pequeñas masas de sangre que pueden desprenderse de las paredes venosas y emigrar a otras partes del sistema circulatorio.
“Si los coágulos se forman en las venas podrían llegar al pulmón y formar embolismos, proceso que causaría disnea primero y asfixia con una falta de aire brusca después, provocando la muerte por la formación de una embolia pulmonar masiva. Si los trombos se formaran en las arterias se generarían ictus o embolias periféricas”, explica.
Por este motivo, a los enfermos que están diagnosticados de covid-19 con sintomatología añadida, generalmente con ingreso hospitalario, se les medica con fármacos anticoagulantes orales durante las semanas que el enfermo padece la acción maligna del virus.
¿La covid-19 afecta por igual a personas con y sin enfermedades cardiovasculares?
La capacidad de contagio es similar en ambos casos. Por este motivo es obligatorio el uso de mascarillas de protección, la higiene de manos, el distanciamiento social y el resto de medidas de prevención según indican las autoridades sanitarias. La diferencia se establece una vez que se ha producido el contagio.
“L@s pacientes con patología cardiovascular previa son más propensos a desarrollar síntomas y, además, estos síntomas tienen un peor pronóstico puesto que son pacientes que sufren la enfermedad en estadios avanzados muchos de ellos. Y no hay que olvidar, además, la íntima relación que guardan todos los órganos entre sí, más aún dos órganos principales como el corazón y el pulmón”, argumenta.
Si a esta patología previa le añadimos el coronavirus, el pronóstico del paciente infectado será mucho peor.
“Cuando se analizan las series de personas afectadas por SARS CoV-2 que padecen enfermedades como la hipertensión arterial, diabetes u obesidad vemos que son pacientes con mayor riesgo de sufrir consecuencias graves, como la posibilidad de fallecer por coronavirus… y es pertinente e importante subrayar que tienen que ser pacientes con afectación cardiovascular severa los que tienen el peor pronóstico“, recalca.
¿Se ha observado algún tipo de secuela cardiovascular en ambas grupos de pacientes después del alta hospitalaria?
“Realmente se han descrito muy pocas secuelas. Cuando la infección ha ocasionado neumonía bilateral y ha sido muy agresiva, en algunos casos de pacientes sin patologías cardiovasculares sí ha quedado afectación pulmonar en forma de fibrosis, a pesar de haber sido tratados en la UCI”, señala.
“Cuando los pacientes tienen enfermedad cardiovascular previa no tienen por qué quedar secuelas, especialmente debidas a dicha patología, salvo que se haya producido algún tipo de embolismo o trastorno de la coagulación que haya ocasionado, a su vez, un infarto o un ictus secundario a la infección”, aclara.
En líneas generales, la mayor parte de los pacientes se recuperan del coronavirus perfectamente, sin ningún problema añadido.
¿Y continúan quedándose en casa las personas que sienten síntomas de ictus o infarto?
Durante la primera oleada del coronavirus, hasta un 40% de las personas que estaban sufriendo un infarto de miocardio en España prefirieron aguantar el dolor intenso en el pecho antes que acudir a un hospital, saturado o colapsado por pacientes con síntomas de coronavirus.
El doctor Macaya nos recuerda que las personas que llegaron al hospital con infarto no solo llegaron tarde, sino que el beneficio que obtuvieron durante la intervención fue menor al solucionar su patología coronaria o cardiovascular.
“De hecho, la mortalidad de los infartos durante la primera era covid también registró otro 40% más de fallecimientos si se compara este dato con la situación anterior al estado de alarma”.
Entonces, las razones que explicaron este fenómeno señalaban, básicamente, al confinamiento, al pánico a contagiarse en los hospitales tanto del paciente, con dolor en el pecho o con problemas del habla y la motilidad, como el de los familiares que les acompañaban en casa.
También, los datos podrían justificarse por los hospitales y sistemas de Emergencias colapsados, con las dificultades para atender con prontitud. o porque los pacientes atribuían el dolor de pecho a otras causas.
“Y, sorpresivamente, por la ausencia de contaminación atmosférica, ya que la polución desapareció prácticamente de las ciudades; hecho que si llegara a confirmarse sería una gran noticia, una noticia fabulosa -se asombra-… Pero de momento es una incógnita”.
“En esta segunda oleada estamos volviendo a notar de nuevo cierta disminución en el número de infartos; situación que nos pone en guardia de tal manera que debemos alertar sin ambages para que no vuelva a ocurrir lo mismo que sucedió durante la primera oleada de la pandemia sobre todo en la fase más dura de marzo, abril y mayo”, informa.
“Las personas que tenga el más mínimo síntoma sospechoso debe llamar al 112 o acudir a Urgencias. Tiene que ir rápidamente al hospital más adecuado para tratar su patología, a un hospital que tenga disponibilidad de intervencionismo para poder abrirle la arteria coronaria afectada. Algo que también debemos llevar a cabo si se tratara de síntomas de un ictus”, insiste.
¿Podemos reforzar el vigor de nuestro sistema cardiovascular ante el coronavirus?
Debemos cambiar nuestros hábitos de vida diarios, una herramienta muy efectiva y poderosa para abordar la prevención y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares. Vivir con salud reduce nuestra situación de vulnerabilidad ante cualquier infección, como la del SARS-CoV-2, un coronavirus que nos tendrá en jaque hasta que se autoricen vacunas y fármacos efectivos y seguros”, comenta.
“Dejar el cigarrillo, cualquier hábito tabáquico o similar, abandonar el sedentarismo y practicar deporte o hacer ejercicio físico, alimentarse de forma rica y saludable, reportan un beneficio claro y directo en la salud de las personas, tengan o no enfermedades cardiovasculares u otras”, aconseja el doctor Macaya como presidente de la Fundación Española del Corazón.
El consumo de alimentos básicos de la dieta mediterránea ya aumentó durante el confinamiento del estado de alarma. Las cifras, que recogen una mayor ingesta de todos los grupos alimentarios, reflejan incrementos de productos frescos, legumbres, frutas y hortalizas, pescados, frutos secos y aceite de oliva…. “Esta es la línea saludable que debemos mantener”, opina.
Es fundamental priorizar el agua como fuente principal de hidratación y moderar del consumo de repostería y bollería casera, pues este tipo de cambios en el consumo, unidos a la inactividad física provocada por el confinamiento, podrían suponer un riesgo para la salud.
La actividad física se posiciona como el principal antídoto frente a la obesidad, el sobrepeso y sus consecuencias metabólicas (resistencia a la insulina, disfunción endotelial, inflamación crónica, etc.). Estas enfermedades crónicas están más vinculadas a riesgo de hospitalización, necesidad de UCI y mortalidad por la COVID-19.
“Valoramos de forma positiva el importante rol de la actividad física diaria, aunque se debe ejercer con prudencia y responsabilidad, acorde a las posibilidades de todos y cada uno de los ciudadan@s y en función del tipo de enfermedad cardiovascular que se padezca en su caso”, sostiene.
En cuanto a l@s pacientes que toman fármacos, el doctor Carlos Macaya refuerza su consejo más tradicional: “No deben olvidar tomar sus fármacos según la prescripción médica. La adherencia terapéutica es fundamental para luchar contra su enfermedad. Si tienen dudas solo cabe hablar con el médic@ de cabecera o el cardiólog@”, concluye la entrevista con EFEsalud.
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