Las personas mayores han sufrido las consecuencias más duras de la crisis sanitaria. Desde las residencias, importantes focos de infección especialmente al principio de la pandemia, o en sus casas han vivido un importante deterioro físico y psicológico. Sin embargo, 2020 también mostró su cara más amable con la empatía y apoyo de la sociedad hacia este colectivo

Desde los micrófonos de El Bisturí y de la mano de Ana Belén Santos Olmo, doctora en Psicología, analizamos cómo ha sido 2020 para los más mayores.
El confinamiento, que comenzó en marzo, acentuó la soledad de una sociedad cada vez más envejecida.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en España más de dos millones de personas mayores de 65 años viven solas.
La crisis sanitaria y el aislamiento han agravado los problemas que ya tenían.
“Hay casos de personas mayores perfectamente integrados en la sociedad que viven acompañados y a los que, quizás, el confinamiento se les ha hecho más llevadero”, destaca Ana Belén Santos Olmo, también profesora asociada del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad Complutense de Madrid.
Sin embargo, aquellos que tienen patologías, viven solos o con otras personas con patologías, han vivido, con el confinamiento, situaciones muy dolorosas.
“Se han agravado los problemas de estado de ánimo como depresivos o de ansiedad o incluso hablamos de problemas no diagnosticables como la soledad”, destaca.
Exclusión social y salud mental de los mayores
Debido al aislamiento y al confinamiento, sobre todo, los más mayores han desarrollado secuelas psicológicas difíciles de superar.
“Ha habido bajo estado de ánimo, tristeza o angustia como la que hemos podido vivir el resto de la población al no saber cuándo iba a terminar el confinamiento”, enumera.
Además, este colectivo estaba especialmente preocupado y con miedo frente a posibles contagios. Esto tiene que ver con el bombardeo y el especial ensañamiento del coronavirus con la población mayor.
Respecto a la soledad, Santos Olmo considera que el papel que han jugado las comunicaciones ha sido esencial. “Nuestros mayores se han reinventado y han aprendido a manejar las videollamadas o el WhatsApp. Con la ayuda de familiares se han puesto un poco las pilas”, considera.

A pesar de ello, la vulnerabilidad sigue ahí y en muchos casos los mayores han experimentado un importante deterioro físico por no poder moverse o no poder acudir al médico.
En España, casi 5 millones de personas viven solas y de ellas, más de 850.000 son personas mayores de 80 años.
En estos casos, a los problemas derivados del confinamiento (soledad, depresión, bajo estado de ánimo…) hay que sumar la posibilidad de una muerte prematura.
“Todo está relacionado. Lo que nos ocurre a nivel de salud mental influye a nivel físico y las ganas de vivir influyen en la calidad de vida e incluso en el tiempo que vivimos”, comenta la psicóloga.
Soledad, ¿problema invisible?
Hablar de la soledad sigue siendo un tema tabú en la sociedad.
“Queda mucho por hacer. Hay que destacar que no solo es una cuestión asociada a personas mayores, sino que el ser humano es un ser social y según nos hacemos mayores es fácil que vayamos perdiendo esas redes”, explica.
Esto puede deberse al fallecimiento de personas allegadas, también por motivos de edad, o porque aquellas personas que tenían a su cuidado (hijos, nietos…) hacen su vida.
“Parece que es ley de vida que uno se va quedando solo, pero tenemos que concienciar sobre la soledad tanto a la población general como a nuestros propios mayores”, sostiene la experta.
A los primeros, es importante recordarles que hay que hacer un mayor acompañamiento a estas personas y, a los segundos, que está bien pedir ayuda a los familiares en caso de sentirse solos.
España es uno de los países con la esperanza de vida más alta. El crecimiento de personas en edad avanzada influye en el aumento de la dependencia y las enfermedades.
Según las estimaciones, en 2066 habrá 14 millones de personas mayores de 65 años en España (casi el 35 % de la población).
Cambios en el modelo asistencial
Durante la pandemia se ha hablado mucho de las residencias de ancianos, ya que han sido uno de los focos más importantes de infección.
“Hay que sacar a la luz cuál es el modelo asistencial de los centros y qué nos gustaría hacer, siempre desde la crítica constructiva sobre lo que tenemos”, destaca.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte de que la soledad es un problema de salud, por ello a nivel institucional existen numerosos programas para mejorar la calidad de vida de los mayores.
“Hay muchos programas, pero falta, y se está trabajando en ello, una red para hacerlos visibles, por eso aún no se ven los frutos”, indica la psicóloga que pone un ejemplo, el proyecto europeo “Buen Vecino”, que consiste en ayudar a los mayores que conviven en tu mismo edificio mediante teleasistencia, teniendo en cuenta la proximidad física.

En España existen proyectos similares como “Grandes Vecinos”, “Amigos de los mayores” y “Redes”, que tienen como base la concienciación vecinal y la solidaridad.
“Esto ha hecho que personas mayores que no estaban interesadas en tener relación con sus vecinos se sintieran parte de la comunidad”, sostiene la experta.
Este 2020 ha sido especialmente duro para los mayores, pero la parte positiva se ha reflejado en el apoyo y unión que ha surgido en las comunidades vecinales.
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