“Un bebé prematuro, con menos de 26 semanas de gestación, tendrá más posibilidades de padecer displasia broncopulmonar (DBP) y arrastrar esta insuficiencia respiratoria a lo largo de toda su vida”, expone el doctor Manuel Sánchez Luna, jefe del Servicio de Neonatología en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid

La displasia broncopulmonar, un lastre respiratorio para los bebés prematuros

La displasia broncopulmonar, un lastre respiratorio para los bebés prematuros

La displasia broncopulmonar (DBP) es una enfermedad pulmonar crónica que, como consecuencia de múltiples factores, añadidos a la inmadurez de la vía aérea, provoca una disminución del crecimiento y desarrollo pulmonar, dando lugar a una limitación en la función respiratoria de grado variable.

Sus principales factores de riesgo señalan a una enfermedad cardíaca congénita de origen estructural o funcional durante el desarrollo fetal; a la prematuridad, en especial en recién nacidos con menos de 26 semanas de gestación; y a las infecciones pulmonares o respiratorias.

Los niños y niñas con DBP crecerán con normalidad si les favorece el entorno respiratorio, nutricional y familiar. Pero serán los contaminantes atmosféricos, las infecciones víricas o el humo tabáquico los factores principales que conseguirán desencadenar las crisis respiratorias más recurrentes.

“La DBP es la única secuela de la prematuridad que no hemos podido contrarrestar suficientemente en los últimos veinte años -estima-. La displasia broncopulmonar se caracteriza porque se mantiene en el tiempo, aunque mejora con el paso de los años; eso sí, siempre y cuando no haya infecciones de repetición o problemas de alimentación”.

Dr. Manuel Sánchez LunaDBP en las manos expertas y delicadas de la Neonatología de precisión

La displasia broncopulmonar es la secuela más frecuente relacionada con la prematuridad, sobre todo cuando el bebé nace en el límite de la viabilidad, es decir, entre las semanas 22 y 26 de gestación: “Hasta en un 40% de los casos obedece a pulmones sin completar su desarrollo normal”, subraya.

“El pulmón detiene su crecimiento en las fases que denominamos canicular y sacular -explica el Dr. Sánchez Luna-; situación que, junto con la exposición al oxígeno, los efectos de la respiración postnatal, inflamación y diferentes aspectos nutricionales,  genera un cuadro de insuficiencia respiratoria que puede mantenerse en el tiempo”.

  • Durante la fase canicular del desarrollo pulmonar, entre las semanas 17 a 27 de la gestación, los bronquios empiezan a crear bronquiolos y aparecen las células pulmonares o neumocitos. El feto comienza a realizar movimientos diafragmáticos.
  • En la fase sacular, entre las semanas 28 y 36, se desarrollan los alvéolos y se forman los vasos sanguíneos pulmonares que ayudarán al bebé a producir el intercambio gaseoso de la respiración: atrapar oxígeno y liberar anhídrido carbónico.

“El pronóstico de los bebés prematuros con DBP leve o de tipo 1, que ocasiona alguna limitación pulmonar, sobre todo cuando van creciendo en los primeros meses de vida, nos dice que esta displasia tenderá a desaparecer por completo con el paso del tiempo”, añade.

“Los bebés con un diagnóstico moderado o grave (tipos 2 y 3) tendrán secuelas crónicas, puesto que el pulmón crece de forma anormal. Necesitarán respiradores, algún fármaco más y sufrirán infecciones o problemas de nutrición”, completa.

“En estos bebés, la función pulmonar disminuida generará dificultades a la hora de comer y respirar a la vez o, en gran medida, infecciones respiratorias típicas de la infancia en sus dos primeros años, como es el virus respiratorio sincitial (VRS), cuyo gran objetivo es parasitar los pulmones”, especifica el neonatólogo.

“Y aquí es donde centramos todo nuestro conocimiento y toda nuestra experiencia, más aún si pretendemos que los bebés con displasia broncopulmonar no lleguen a las etapas adultas de su vida con limitaciones en su función pulmonar”, destaca.

Además, la displasia broncopulmonar es la enfermedad causante de la bronquiolitis en el 50% de los casos, verdadera epidemia infantil en los meses de otoño e invierno, y de neumonías.

Por tanto, los recién nacidos que han necesitado un respirador (ventilación y oxigenación) , como los bebés muy prematuros, sobre todo los que padecen displasia broncopulmonar, tienen mayor riesgo de presentar episodios de sibilancias de repetición, así como más posibilidades de sufrir asma o cualquier obstrucción al flujo aéreo a lo largo de su vida posterior.

La ventilación mecánica o ECMO envía presión a los pulmones del recién nacido para insuflar más oxígeno. La función del respirador se irá reduciendo a la par del desarrollo pulmonar del bebé hospitalizado en la UCI de Neonatología.

Los bebés con DBP generalmente son alimentados por medio de sondas insertadas en el estómago (sonda nasogástrica). Estos bebés necesitan calorías adicionales debido al esfuerzo para respirar.

También cabe la posibilidad de que estos pequeñines reciban un aporte de oxígeno con mascarilla o cánula nasal durante semanas o incluso meses de tratamiento, tanto en el hospital como ya en su hogar junto a su familia.

Prevención de la displasia broncopulmonar

“La única forma que tenemos de prevenir la DBP sería evitando el nacimiento de niños y niñas muy prematur@s, objetivo muchas veces imposible, cuando no utópico. Aún así, disponemos de estrategias que se pueden emplear para reducir su frecuencia o al menos su gravedad”, señala el doctor Sánchez Luna.

Hablamos tanto del riguroso control del embarazo como de la prevención sistemática de ciertas patologías o infecciones microorgánicas durante la gestación, entre ellas las generadas por vía sexual (ETS), vaginosis bacteriana, toxoplasmosis, estreptococos, hepatitis -causa de ictericia-, candidiasis vulvovaginal o diferentes virus, como el zika, cuyo vector de transmisión se focaliza en la picadura de un mosquito.

Una vez que nace un bebé muy prematuro, el cuidado respiratorio es crítico.

“Solo en centros con mucha experiencia, como el Gregorio Marañón de Madrid, la asistencia y cuidados se puede hacer con plenas garantías: estabilización respiratoria tras el parto para reducir el riesgo del trauma en los pulmones, que nos llevaría al uso de respiradores invasivos; limitación exacta del uso del oxígeno; impedir cualquier tipo de infección; y, con posterioridad, la administración de una nutrición óptima basada en la leche de la propia madre o leche donada por otra mamá“, ejemplariza.

El Dr. Manuel Sánchez Luna.
Conclusión del Dr. Manuel Sánchez Luna: “A pesar de todos estos avances en prevención, diagnóstico y tratamiento contra las diferentes patologías que afligen a nuestr@s neonat@s, la displasia broncopulmonar continúa siendo la complicación más frecuente de la prematuridad extrema; enfermedad que en los casos moderados y graves deja una limitación funcional respiratoria de por vida. La buena noticia es que cada vez los casos son menos graves y, por tanto, la pediatría y la neumología tienen que atender a menos pacientes con una disfunción respiratoria cuyo origen se sitúa en una DBP”. Fotografías de Antonio Herrera.