Después de un año, unas 1.800 personas han muerto y más de 2.700 han sido infectadas por el virus del Ébola en la República Democrática del Congo, una epidemia que sigue fuera de control a pesar de disponer de una vacuna preventiva y fármacos antivirales.
Ébola en la República Democrática del Congo, un año fuera de control
El 1 de agosto se cumplen doce meses desde que se declaró el brote de ébola en Mangina, al noreste de la República Democrática del Congo (RDC), un aniversario que llega tan solo quince días después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara esta epidemia una emergencia de alcance internacional.
El ébola es un virus con una alta de tasa de mortalidad al causar fiebres hemorrágicas internas y externas y se transmite fácilmente por el contacto con los fluidos de los enfermos.
“La situación no está bajo control, porque para ello es necesario que cada nuevo caso esté identificado y con su lista de contactos controlados para que si tienen síntomas puedan ser aislados y tratados adecuadamente”, explica a EFEsalud Luis Encinas, representante de Médicos Sin Fronteras (MSF) con experiencia en las epidemias de ébola de los últimos diez años en África.
“Estamos en un momento preocupante, dos de cada tres muertos por ébola se producen en casa y eso quiere decir que esas personas no han sido controladas y que han podido contagiar a sus contactos. Tampoco se protege totalmente a las personas de las funerarias”, explica el ahora director de recursos humanos adjunto de MSF.
Hydra González, coordinadora sanitaria de Emergencias de Médicos del Mundo, considera por su parte que, después de un año de luchar contra el brote de ébola, un cambio de estrategia podría mejorar la situación: “No vale una receta para todo, lo que funciona en un pueblo puede que no lo haga en otro y dar una atención más detallada en cada lugar es lo que va a poder parar la epidemia”.
La sanitaria se encuentra en Butembo, una ciudad de la provincia de Kivu del Norte que, junto a la provincia de Ituri, son las zonas del noreste del país afectadas por el ébola. Una zona extensa y boscosa en la frontera con Uganda y Ruanda.

La desconfianza y la guerrilla
La geografía no es lo único que dificulta la misión de la ayuda humanitaria, también lo hace, por una parte, unos doscientos grupos armados rebeldes en conflicto desde hace dos décadas y, por otra, la desconfianza de una población desinformada y castigada por la pobreza.
“Estamos en una situación totalmente nueva, no hay un acceso completo de las organizaciones humanitarias, pero tampoco los pacientes pueden llegar a los centros de aislamiento del ébola por la inseguridad que se vive en la zona”, relata Luis Encinas.
“Son necesarios acuerdos de paz con las guerrillas para poder trabajar de forma segura, para vacunar de forma segura, para acercarse a la población de forma segura y hay que devolver la confianza de la población en los centros locales de salud como mecanismos de diagnóstico efectivo del ébola y su derivación”, considera por su parte Hydra González.
Médicos el Mundo trabaja en el área de Katwa, en el Parque Nacional de Virunga, en los centros locales de salud reforzando los sistemas de prevención, el diagnóstico de la infección por ébola así como su aislamiento y derivación.
Pero la desconfianza de la población dificulta su acceso a estos centros de atención primaria ante el temor de contagiarse o de que les envíen a un centro de ébola solo porque tengan fiebre, el primer síntoma del ébola.
“Existe reticencia a vacunarse. Por cada posible caso hay una media de 30 contactos, y luego los contactos de esos contactos. Es bastante complejo manejar y hacer todo el seguimiento”, apunta la enfermera.
Por eso los dos representantes de las principales organizaciones sanitarias reclaman una labor de concienciación e información de la población.
“Cada vez que se produce un brote les pedimos un cambio, un cambio cultural y la población parte del miedo, del rechazo y de la negación hasta llegar a la aceptación”, manifiesta el dirigente de Médicos Sin Fronteras.
“Para tener una respuesta contundente -añade- se necesita armonía, trabajar juntos y no imponer, se necesita un cambio de comportamiento”.
Para Hydra González es necesario reforzar la comunicación y la sensiblización para que la información sobre este virus mortal llegue a toda la población.
El ébola, comenta, destroza a las familias porque el impacto sobre las mujeres es mayor, el 63% de los afectados. Ellas son las que cuidan y las que entierran, los momentos de mayor riesgo de contagio.
Riesgo de cruzar fronteras y saltar continentes
El riesgo de que el ébola se propague fuera del país ya es un hecho. El pasado mes de junio saltó a la vecina Uganda que, tras 42 días sin nuevos casos, da por controlada la situación sin bajar el nivel de alerta.
También se han detectado dos casos en Goma, una ciudad con más de un millón de habitantes. La alerta también está activada tanto porque este virus se propague en una gran urbe, como por la cercanía con la frontera con Ruanda, a tan solo 20 kilómetros.
Este segundo caso se detectó este martes y se trata de un hombre adulto que llegó a Goma sin síntomas hacia el 13 de julio, procedente de una zona minera de Ituri, y los primeros signos se detectaron hace una semana.
Los habitantes de Goma, que viven en gran medida del comercio y de traer y llevar mercancía a la ciudad ruandesa de Gisenyi, han visto hoy como Ruanda cerraba sus pasos terrestres por miedo a la enfermedad posteriormente abiertos, según confirmarons a Efe fuentes oficiales de ambos países.
Pero tampoco se descarta que el ébola pueda saltar de continente. El riesgo cero no existe.
En la mayor epidemia de ébola vivida hasta el momento, la del 2014-2016 en Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, varios misioneros y sanitarios españoles, británicos o estadounidenses afectados fueron repatriados para ser tratados en Europa y América.
Un caso autóctono, generado fuera de África, fue el de la auxiliar Teresa Romero quien se contagió con los fluidos del misionero español Manuel García Viejo que fue trasladado a España tras contraer el ébola en Sierra Leona en septiembre de 2014.
Y fue entonces cuando la comunidad internacional tomó conciencia del peligro de contagio del ébola y se movilizó para evitar que este virus llegara más lejos aunque en esa ocasión dejó tras de sí más de 11.300 muertos en los tres países africanos.
“El peligro está ahí y no es de africanos para africanos en África, es mucho más, es la globalización”, apunta Luis Encinas, quien reconoce que también se han aprendido lecciones desde la epidemia anterior.
“El riesgo de contagio porque salga de la zona limitada existe por la permeabilidad de las fronteras”, asegura la representante de Médicos del Mundo.
Vacuna y antivirales contra el ébola en la RD Congo
En el brote de 2014 en los tres citados países de África occidental, solo en el primer año, había unos 24.000 infectados y 9.700 muertos, frente a los más de 2.700 afectados y 1.800 fallecidos de estos primeros doce meses de ébola en la República Democrática del Congo.
“Ahora no es una situación tan exponencial, pero si es quizá más preocupante porque estamos ante una cronificación de la situación”, apunta el representante de Médicos sin Fronteras.

En esta epidemia, a diferencia de la anterior, los sanitarios pueden prevenir el ébola con la vacuna rVSV-EBOV, todavía experimental, que puede incluso funciona en el periodo de incubación (hasta 21 días desde el contagio) para crear anticuerpos contra el virus.
“Es una vacuna altamente sensible y puede perder su eficacia solo por no ser manipulada correctamente ya que tiene que mantenerse a una temperatura por debajo de los 60/80 grados, un desafío logístico”, explica Luis Encinas.
Pero también existen fármacos antivirales contra el ébola que ayudan a eliminar a este virus. Medicamentos con los que no se contaba en 2014 cuando la estrategia para luchar contra el ébola sobre el terreno se centraba en antibióticos, hidratación y alimentación adecuada para ayudar al paciente a combatir a este microorganismo mortal.
“Si un afectado llega con los primeros síntomas y lo tratan con los fármacos adecuados, el porcentaje de supervivencia es muy elevado”, afirma el miembro de MSF.
Otras lecciones aprendidas
Médicos sin Fronteras tiene una amplia experiencia en ébola al haber participado en las distintas campañas contra las epidemias aparecidas en África y cuyo origen se remonta a 1976 cuando se produjeron dos brotes simultáneos en Sudán del Sur y en una pequeña aldea de la RDC cuyo río Ébola da nombre a un virus que llega al hombre a través de animales infectados, sobre todo murciélagos.
De la epidemia más extensa y compleja, la de 2014-2016, han obtenido enseñanzas que intentan aplicar siempre que las múltiples dificultades lo permiten.
Una de ellas ha sido humanizar el trato del paciente. Las estrictas medidas de aislamiento para evitar contagio se han abierto para dejar entrar a los familiares, protegidos, a ver al enfermo, así como permitir a un familiar realizar el aseo funerario bajo control.
Ahora también la mascarilla y las gafas están siendo sustituidas por una lámina transparente de protección de uso único que permite mostrar la cara completa, la expresión, para comunicarse mejor con el paciente.
Humanitarios, otros riesgos
Los cooperantes de las ONG en África y los trabajadores locales están en primera línea y no solo ante el ébola.
Desde enero ha habido casi doscientos ataques que se saldaron con siete personas muertas y 58 sanitarios y pacientes heridos.
MSF tiene desplegados más de 500 cooperantes en las provincias afectadas de la RDC y apoya a otros 745 efectivos del Ministerio de Salud congoleño.
“Crea miedo en el personal nacional e internacional y crea dilemas: si ponen en riesgo a los equipos cómo vamos a poder responder y tratar a los pacientes”, se pregunta Luis Encinas como colofón de una complicada situación contra la lucha del ébola en un lugar tan complejo como África.
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