Añadimos 600 gramos de miedo al futuro, dos kilos de testosterona y una tonelada de ilusión. ¿Cuál es el resultado? Un pastel de juventud y hormonas desatadas. Dos jóvenes redactoras de EFEsalud investigan el perfil psicológico de un grupo de chicos con ganas de comerse el mundo
Ellos, a los veintitantos
Hay etapas que marcan nuestra vida y son clave para nuestro futuro. Etapas en las que llega la hora de tomar decisiones y asumir responsabilidades. El adolescente se transforma en adulto entre los 20 y los 28 años, no sin ayuda. Muchos jóvenes aún viven dentro de una urna de cristal.
“Los padres permiten y protegen mucho a sus hijos para hacerles la vida más cómoda, sin darse cuenta de que así dificultan su desarrollo y limitan su capacidad de empatía: los chicos se vuelven muy egoístas porque piensan más en sus necesidades que en las necesidades del entorno”, advierte la psicóloga Maite Orozco (Quality Psicólogos).
Una actitud permisiva o sobreprotectora no contribuye a que los jóvenes sean personas responsables y maduras. Así conseguimos el efecto contrario. “En la mayoría de los casos, los hijos siguen sin hacerse la cama o poner una lavadora. Incluso sus padres les acompañan a la universidad para hacer la matrícula”, explica Orozco.
Volar del nido: ¿Prioridad o proyecto a largo plazo?
Horarios flexibles, comida en la mesa y dinero en mano cuando lo piden. Así, ¿quién tiene prisa por irse de casa? “En general, empiezan a pensar en independizarse a partir de los 30. En España somos muy familiares”, matiza la psicóloga.
No obstante, muchos jóvenes como Víctor Hugo (fisioterapeuta) sí desean emanciparse pronto: “¿Querer? Ya mismo. ¿Poder? Es otro asunto”. La crisis económica es un pedrusco en el camino, tal y como afirma el psicólogo y profesor Enrique García Huete (Quality Psicólogos y Escuela Universitaria Cardenal Cisneros):
“Acaban sus estudios y se encuentran con un panorama sin trabajo o con contratos basura. Se sienten indefensos”.
Ante las pésimas condiciones económicas, muchos optan por seguir formándose y se refugian en el entorno social. “Los amigos suelen estar en las mismas situaciones y se protegen entre ellos. Mal de muchos, consuelo de tontos”, señala Orozco. La sociedad no ofrece soluciones y genera incertidumbre y pocas expectativas de futuro.
Pareja estable mientras dure
Una relación seria a los veintitantos no siempre es lo habitual. “Depende de si se enamoran o no. A medida que van madurando, los chicos prescinden de los amigos más superficiales y eso les hace buscar el apoyo en otras personas: quizá no en una pareja estable pero sí en una persona afín a ellos”, apunta la psicóloga.

“Las mujeres a estas edades sí se plantean la pareja como algo estable, pero los chicos expulsan testosterona por las orejas”, añade García Huete. La sociedad está cambiando, y con ella el concepto de lo que entendemos por amor.
“Las relaciones son más superficiales y menos emocionales. Los chicos se dan cuenta de que las parejas son estables hasta cierto punto, no duran toda la vida”, matiza Orozco. ¿Qué papel juega la liberación sexual de la mujer en todo esto? O liberación sexual relativa, mejor dicho…
“Una chica de 16 años con preservativos en el bolso puede recibir algún tipo de reproche en su familia. Si es un chico de la misma edad, incluso hay hasta una sonrisita de connivencia. La educación sigue siendo sexista”, incide García Huete.
Según David (estudiante de Geografía), las propias amigas juzgan a la que tiene un lío de una noche. “Cuántas veces me han dicho: es la primera vez que hago esto, solo contigo porque eres especial… Las chicas están preocupadas por el qué dirán”, lamenta. “A nosotros no nos critican”, añade Victor (estudiante).
El cazador cazado
Las chicas ya no esperan a que el galán de turno acuda a conquistarlas. A pesar de los prejuicios, se suelen sentir más libres en cuanto a su sexualidad y no dudan en dar el primer paso. “Ellos salen al mercado para que sean ellas las que les den alguna señal”, detalla Orozco. El terreno no es del todo liso para el hombre: hay miedo a la comparación.
“Es una emoción ambivalente. Sus posibilidades de interacción sexual aumentan, pero en parte están asustados: ellas pueden tener con quien comparar”. Ansiedad y temor a no dar la talla completan el pack de inseguridades, y más cuando la chica no vuelve a llamarles.

No son pocos los casos en los que los chicos se sienten utilizados. Que les usen como algo sexualmente apetecible o bien les genera bienestar, o mina su autoestima si no perciben interés más tarde. “Se están tomando una taza de su mismo chocolate”, destaca Orozco.
Una de cal y otra de arena: ¿Mito o realidad? “Los seres humanos funcionamos mucho mejor con esta estrategia. Si nos lo ponen todo fácil perdemos el interés, y si mañana nos dan largas quizá nos enganchamos. Ellos no lo van a admitir nunca”, afirma la psicóloga.
¿Qué opinan los chicos? Sergio (estudiante de Medicina) es tajante: “El grado de interés lo genera la propia persona por lo que es, no por ponerte las cosas fáciles o difíciles”. Rober (estudiante de Ingeniería Industrial) comparte esta visión: “A mí me gustan las cosas sencillas y las mujeres son muy complicadas”.
Víctor Hugo reconoce que hace falta cierto grado de misterio para que la relación se mueva: “No quiero zancadillas emocionales, pero tampoco alguien que te pida que te cases con ella la primera noche”.
¿Hijos ahora? Ni hablar

Los chicos no suelen plantearse tener descendencia a corto plazo. Desde luego, no antes de los 35 años. “Los varones no tenemos esa presión biológica propia de las mujeres. En lo último que piensa un chaval de 23 años es en estructurar una pareja estable y tener hijos; interrumpirían su carrera profesional”, asegura García Huete.
“Es un aspecto cultural que sobre todo nos han inculcado a las mujeres. Ellos nunca han sentido la necesidad de tener hijos”, ratifica la psicóloga. “La vida cambia porque tienes una carga”, dice Oliver (estudiante de Administración y Dirección de Empresas). “Ahora sería una locura”, agrega Victor.
El temido gatillazo y otros dolores de cabeza
El terreno sexual puede convertirse en un campo de batalla para el chico y su aparato. ¿Aliados o enemigos? Todo depende de las inseguridades:
“Temen eyacular demasiado pronto, bloquearse o que su miembro no resulte apetecible para la pareja”, explica Orozco.
¿Otros miedos? Embarazo, enfermedades de transmisión sexual… Y no complacer a la otra persona. “Si no te entiendes con tu pareja en la cama, algo falla”, afirma Álex (estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual). “Una relación puede sobrevivir sin sexo pero va en declive”, insiste Rober.
Claro que no toda relación sexual implica amor y confianza: “No tienes por qué esperar a echarte novia para tener sexo. Si conoces a una persona una noche y estás a gusto… ¿Por qué no?”, subraya Victor. “Mejor con alguien conocido porque sabe lo que te gusta”, matiza Sergio.
Punto de apoyo
“El círculo de amigos es más pequeño. Los chavales se vuelven más selectivos con sus amistades y van dejando a gente por el camino: aquellos que no se adaptan a sus valores o tienen formas diferentes de divertirse”, expone Orozco.

No es raro que los integrantes de una pandilla se distancien, unos más que otros: “Cuando tienes pareja estás abducido por el amor. A veces los grupos se deshacen por destinar mucho tiempo a la novia”, señala García Huete. No obstante, la amistad sigue siendo un pilar básico.
“Las parejas se rompen”, dice Álex. “¿Y quien está ahí para apoyarte? Tus amigos”, añade Sebas (futbolista y modelo). “No hay que poner una cosa por encima de la otra: todo es importante”, matiza Víctor Hugo.
Analfabetos emocionales
En general, los chicos son menos intutivos que las mujeres. Así lo afirma la psicóloga: “No son muy conscientes de lo que sienten hasta que la emoción se ha desbordado. Empiezan a sentir el malestar cuando tienen un nivel mayor de enfado que las chicas”.
Por el contrario, ellas suelen centrar su atención en lo que les preocupa y a veces ven fantasmas donde no los hay. Orozco matiza: “Los hombres sufren menos y suelen ser menos posesivos, no observan tantos peligros alrededor”.

¿Cómo influyen las nuevas tecnologías en las relaciones? Sirven para mantener el contacto con amigos, pero… “Generan inseguridades en la pareja. Tendemos a sospechar del amigo o amiga especial, sobre todo si manda un WhatsApp a determinadas horas”, resalta la psicóloga.
¿Hemos bajado el listón de los sueños?
Según Orozco, “lo que más desearían es encontrar un empleo que les permita vivir el momento. Alguno incluso pediría que sus padres no pierdan el trabajo”, un deseo nada desdeñable si tenemos en cuenta el contexto de crisis económica de nuestro país.
“Esa fantasía de encontrar un trabajo de 1.000 euros está eclipsando cualquier otra fantasía”, concluye García Huete. La bofetada de la realidad es implacable.

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